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'Pedro Páramo', la imposible adaptación de Juan Rulfo estrenada por Netflix

Pedro Páramo adapta la novela de 1955 obra de Juan Rulfo, capital en el boom de la literatura latinoamericana del pasado siglo.

Pedro Páramo adapta la novela de 1955 obra de Juan Rulfo, capital en el boom de la literatura latinoamericana del pasado siglo.
Pedro Páramo | Netflix

Adaptar lo inadaptable. Pedro Páramo, la adaptación de la célebre novela del clásico de la literatura latino americana de Juan Rulfo, trata de plasmar en poéticas imágenes el relato simbólico, imaginario, fantástico y sentimental de Juan Preciado y lo que sucede (o no) en la aldea de Comala. Se trata de una misión imposible que el director de fotografía Rodrigo Prieto, en su debut como realizador de largometrajes, acomete en esta producción de Netflix con todo el lujo posible.

El aspecto visual aportado por Prieto es, precisamente, la punta de lanza de la película. Con texturas e imágenes adoptadas del terror y lo sobrenatural, la atmósfera de misterioso surrealismo de Pedro Páramo (a la que colabora otra punta de lanza mexicana, el músico Gustavo Santaolalla) trasciende el drama familiar y pasional y se acaba erigiendo como el motivo de ser de la película.

Una apuesta por la imagen que navega en contra de la narrativa actual de streaming y que se revela como la única herramienta de Prieto, director de fotografía recurrente de realizadores como Iñárritu, Ang Lee o Scorsese, para plasmar el realismo mágico de la novela. El resultado no siempre se sobrepone al mito literario, en tanto precisamente Prieto parece un tanto envarado como realizador a la hora de catapultar a imagen esas ideas, pero deriva en todo caso en una película que no tiene miedo en apostar por el surrealismo en tiempos de lógica formal.

De modo que Pedro Páramo, sin ser una película de misterio, sí parece imbuida de esa atmósfera fantasmal de las obras más inquietantes de David Lynch, adaptadas siempre al pintoresquismo mexicano de Juan Rulfo. El resultado es un viaje por el mundo de los muertos, o quizá por el de la memoria, o quizá por el de la locura, a través de infinidad de paisajes abandonados y sombríos magníficamente retratados por Prieto en calidad de director y cinematógrafo.

En su camino al largometraje, el guion de Mateo Gil -que inicialmente iba a dirigir la película en 2007- tiene que depurar la inabarcable complejidad de los narradores de la película. En su compresión de la ilógica dinámica de un sueño, la película pierde impacto porque no acaba de apostar del todo por el surrealismo y simbolismo del relato. Pero el intento está ahí, con los riesgos al menos parcialmente asumidos, y el resultado es un film voluntarioso, irregular y con imágenes extremadamente atractivas y atmosféricas, aunque quizá no finalmente memorable.

Manuel García-Rulfo, rostro pujante de Netflix gracias a la serie El abogado del Lincoln, así como Tenoch Huerta, hacen suficiente como dos figuras conocidas del cine mexicano capaces, en parte, de canalizar todo el valor de la novela. Pero Pedro Páramo, la película de 2024, sobresale más en sus méritos audiovisuales a la hora de crear atmósferas. Esto es, en sí mismo, un triunfo dentro de lo imposible de su realización.

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