
Cada cierto tiempo surge en redes sociales un vídeo en el que Ben Affleck predecía el efecto del streaming en el año 2003. La cultura del estreno online, o más bien del modelo de suscripción, ha arrasado la economía del entretenimiento, posibilitada por la revolución tecnológica y ayudada por otros factores como la pandemia. Y aunque muchos están dando marcha atrás (dos pasitos para adelante, uno para atrás) porque las cuentas no acaban de cuadrar, a nadie se le escapa que hace ya algún tiempo que estamos en un nuevo panorama.
... wow. Ben Affleck perfectly predicting Spotify and Netflix in a random 2003 interview
Almost exactly right about the unit economics of annual music subscriptions and the timing of online movie streaming. Solid point too on how shareware (Napster) is a necessary predecessor pic.twitter.com/mpEgRPK4zL
— John Backus (@backus) July 8, 2018
Porque sí, huelga decirlo: como en tantas cosas en esta vida, Ben Affleck tenía razón. Hoy todo el mundo paga por Netflix, Prime Video, Spotify o Apple Music, el mercado de la compra física ha sido arrasado salvo para unos pocos irredentos y las películas de cine se han vuelto más grandes, en un esfuerzo por distinguirse de unos nuevos competidores capaces de medirse frente a frente todas las semanas.
El modelo de pago por suscripción ha dado pie también a una nueva conversación de ascensor: el algoritmo. Un costoso procedimiento informático que posibilita que la plataforma oferte un contenido u otro en función de los gustos del usuario, y que en función del éxito o no de un producto se posibilite la realización de otros nuevos del mismo nicho. El Gran Hermano ha llegado, y nos mira desde nuestra propia pantalla.
Mientras, el usuario va configurando su propia programación al gusto, proporcionado de paso a la plataforma una serie de jugosos datos sobre horas de visionado, capítulos consumidos, cuando uno empieza o detiene su actividad… Herramientas que serán utilizadas para ofrecernos unos programas u otros dentro de una oferta que ya es abrumadora. Pero ojo, también para determinar a sus responsables cómo han de concretarse los siguientes en base a nuestros gustos y hábitos de consumo. El objetivo, el de siempre: evitar que cambiemos de canal… o de plataforma.

Es el mundo del contenido, no de las películas, tal y como criticó Scorsese en 2021 en un texto para Harper’s Magazine sobre Fellini, adoptando el lenguaje de las nuevas generaciones, creativos y espectadores, a la hora de definir las historias. Lo que Scorsese quizá no sabía entonces es que en este nuevo escenario se estaba librando una competición sangrienta, el de las "Streaming Wars", donde varias compañías y multinacionales mediáticas lucharon por la primacía y la supervivencia de su nuevo invento, y que ahora, en 2024, ya se ha dado este año por zanjada. El triunfo, por si se lo preguntan, fue para la compañía Netflix de una manera tajante y contundente.
Un nuevo mundo que ha posibilitado nuevos fenómenos como la cultura del atracón. Porque aunque siempre ha existido la posibilidad de sentarse a la televisión durante horas, este nuevo consumo ha creado una nueva experiencia en la que contemplar un capítulo a la semana de tu serie favorita sabe a poco. Netflix, sabedora del potencial, estrena todos los episodios de sus ficciones a la vez y en todos los mercados, permitiendo al espectador ansioso devorar literalmente todos los misterios de su nueva serie favorita. Si el asesino fue el mayordomo, es probable que usted lo acabe averiguando esta misma tarde.
Por último, la caja tonta existe ya en nuestro bolsillo. Este nuevo modelo permite el visionado en smartphones y, por tanto, seguir avanzando con nuestra película o serie de estreno en el transporte público, Durante sus vacaciones, en el ascensor o, si su jefe se lo permite, en el trabajo. Un modo de vida en el que cada segundo cuenta y nunca, nunca, estaremos desconectados. ¿Sueño o pesadilla? Ninguno de los dos: es la realidad.