Menú

'El 47', 'La infiltrada' y la miseria del nacionalismo

Unos usan los fotogramas para mentir mientras que otros lo hace para mostrar la verdad.

Unos usan los fotogramas para mentir mientras que otros lo hace para mostrar la verdad.
La productora María Luisa Gutiérrez tras ganar el Goya a la mejor película por "La infiltrada". | EFE

Por primera vez en la historia, el Goya a mejor película lo han compartido dos películas, El 47 y La infiltrada, ambas estimables, con guiones sólidos, interpretaciones contundentes y unos directores al servicio de la historia y no de sus egos respectivos. Sin embargo, al margen de sus valores estéticos, que son los que hay que premiar en una ceremonia cinematográfica, no pueden ser más diferentes en el tratamiento que se hace del mayor cáncer que lleva sufriendo este país desde hace más de un siglo, el nacionalismo catalán y vasco.

El protagonista de la película catalana es un inmigrante extremeño que vive en una zona de chabolas en Barcelona y sobrevive conduciendo un autobús. La protagonista de La infiltrada es una policía que consigue introducirse en una cédula terrorista de esa organización que combinaba el marxismo-leninismo con el nacionalismo, ETA. Las dos películas tienen un componente de heroísmo desde una perspectiva ética: el individuo contra un sistema violento y discriminatorio. Sin embargo, El 47 tergiversa la opresión que sufrieron los inmigrantes extremeños, andaluces, murcianos… en la Cataluña dominada por la casta de los ocho apellidos catalanes, los chulos catalanistas xenófobos de todo lo español y que trataban a los inmigrantes como en Alabama a los negros. Lo menos que les decían a los ancestros de Rufián y Montilla es que eran unos invasores mientras les aplicaban el calificativo de "charnego", unos parias en un sistema de clasificación social en el que los brahmanes serían los Pujoles, Piqués y demás purria extractiva, mientras que los charnegos ocuparían el lugar que en el sistema de castas de la India se conocen como "shudras", campesinos y trabajadores. Pero El 47 presenta como adversario del shudra-charnego interpretado por Eduard Fernández a otro inmigrante solo que guardia civil de pinta franquista, un "kshátriya", mientras que los catalanistas de pura cepa son presentados como poco menos que elfos a los que Fernández, sumiso ante la casta suprema bajo esa apariencia de rebeldía, confiesa arrobado que aprendió catalán por amor, cuando en realidad la imposición del catalán la han hecho mediante la coacción y la humillación, del sistema educativo al mediático, por supuesto el político. Como puede sospechar el sagaz lector, El 47 ha sido producida por Jaume Roures, el multimillonario capo marxista-nacionalista de Mediapro.

Este edulcoramiento del cáncer nacionalista que ha devastado España con su racismo, xenofobia, asesinatos y destrucción de la democracia española no lo hace, por el contrario, La infiltrada, la película producida por Santiago Segura junto a María Luisa Gutiérrez, cuyo magnífico discurso al finalizar la noche ha podido ser conocido ampliamente gracias a las redes sociales porque sino los medios hegemónicos, dominados por Roures como ejemplificación de la caspa marxista-nacionalista, lo habrían ocultado.

Los cuatro productores queremos compartir este premio con la infiltrada real y con todos los que, como ella, arriesgan su vida al final por el bien común y por defender los principios de la democracia. La democracia se basa en la libertad de expresión. Y la libertad de expresión se basa en que cada uno, piense lo que piense, y aunque yo esté en las antípodas de lo que piensas tú, que te respete y que tú tengas el derecho a decir lo que piensas.

Hay que tener mucho valor cívico para decir esto teniendo delante a Pedro Sánchez y su ministro de Propaganda, el que ha censurado el Premio Nacional de Tauromaquia y que se ha presentado como tal cosa en Granada, cuyo emblema, Federico García Lorca, defendía la Fiesta Nacional como la expresión cultural emblemática de nuestro país.

Reveladoramente, el personaje más odiado en la ceremonia de los Goya es Santiago Segura (mientras que al que casi todos rinden pleitesía es a Pedro Sánchez, su líder supremo de la secta PSOE y el patrón que les paga las películas a cambio de diezmo ideológico). Pocos aplaudieron cuando la productora de La infiltrada se acordó de Segura, coproductor de la misma. ¿Por qué en los Goya detestan a Segura? En primer lugar, porque es un humorista de verdad, al estilo de Ricky Gervais, capaz de burlarse en su cara de Pedro Almodóvar, que ejerce de comisario político de la cheka que es la Academia de cine. Nada más patético que ver a las actrices españolas arrastrarse suplicando ser una chica Pedrooooooooooo. En segundo lugar, porque Segura siempre ha criticado que la Academia no apoye una perspectiva promercado y de industria del cine español en lugar de la generalizada sumisión al Estado, las subvenciones y un supuesto cine "de arte y ensayo".

Vean El 47, sobre todo vean La infiltrada, ambas buenas películas desde un punto de vista formal, pero dense cuenta de quienes usan los fotogramas para mentir mientras que otros lo hace para mostrar la verdad. Y es por esto por lo que La infiltrada, desde un punto de vista artístico, es infinitamente superior a El 47, porque en ella se alcanza el plano superior del arte, cuando la belleza y la bondad se unen a la verdad. Algo que jamás comprenderán los del séquito de Sánchez, los lamebotas de Almodóvar, que no tienen ni idea de quiénes fueron Buñuel, Berlanga y Santo Tomás de Aquino.

Temas

En Cultura

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Libro
    • Curso
    • Alta Rentabilidad