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'Sin malos rollos', la picante comedia de Jennifer Lawrence que arrasa en Netflix dos años después

Sin malos rollos, estrenada en cines en 2023 con discretos resultados, arrasa ahora en Netflix.

Sin malos rollos, estrenada en cines en 2023 con discretos resultados, arrasa ahora en Netflix.
Sony

La producción propia es la principal dieta a la que nos tiene acostumbrados Netflix. Pero de cuando en cuando un título ajeno se cuela en su podio ofreciendo, de paso, una segunda vida a títulos que de una forma u otra pasaron desapercibidos en salas. Sin malos rollos, una comedia picante de Jennifer Lawrence que pasó sin pena ni gloria en carteleras norteamericanas y también españolas, es el ejemplo máximo de ello: la película, en la que una joven con problemas económicos es contratada como escort por los padres de un niño rico, fue una de las bajas de ese rollo de corrección política que ha atenazado la producción de Hollywood -y en particular, de comedias- durante los últimos años.

Víctima o no del "wokismo", la comedia de Lawrence (que contiene un desnudo viral e inesperado de la estrella, todo un homenaje que se da la doble ganadora de un Oscar para destruir de la memoria ciertas filtraciones ilegales que se produjeron hace unos años… o quizá un elaborado efecto especial), lleva ya varios días en el escalafón de películas más vistas de la plataforma con más proyección de todas. Su triunfo actual en la plataforma ofrece la oportunidad a Netflix de ejercer de, precisamente, esa ventana de exhibición adicional y popular que parece haberse perdido tanto en el estreno en cines como en la desaparición (relativa) del formato físico, ya sea en venta o alquiler.

Sin malos rollos no es ninguna maravilla, pero sí es una lección de cómo construir una película de cine en torno a una única estrella carismática, aquí evidentemente feliz de mostrar una vena payasa que había cultivado más en las retransmisiones de los Oscar o aparicciones televisivas que en los propios largometrajes. El film es, en definitiva, territorio para que "J-Law" imponga precisamente eso, su propia ley, alejada de repartos corales como los de oscarizadas aventuras de sus directores fetiche, David O. Russell y Adam McKay.

Ninguna maravilla, pero de todas formas una bonita loa a la amistad y sí, el sexo casual, entre una decadente treintañera y un apocado ejemplar masculino de la generación Z, representante precisamente de esa hornada que parece expresar su sexualidad más a través de la interpretación de emoticonos que mediante relaciones. Al final, Sin malos rollos es una comedia romántica más, totalmente blanca y sin dientes, pero es que ese género ya había sido también purgado de la producción de los grandes estudios y dejado a merced de las propias plataformas de streaming, las mismas que acabaron por darle la puntilla mortal con producciones todavía más pobres que aquellas que adornaron (mal) la larga decadencia de este tipo de films.

Pero hay contenido y no solo descerebre, si queremos tomarlo: Sin malos rollos es el choque no de dos sexos o géneros, sino más bien de dos clases sociales y dos generaciones -una fracasada, otra está por ver- encarnada en dos personajes antitéticos que encuentran un territorio común para entenderse. Agradable y gamberra, al menos da ganas de pedir el regreso de un género (y una actriz) que merece más y mejor que falsas propuestas de autor.

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