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Crítica: 'Mejor otro día', con Pierce Brosnan

¿Qué tendrán las comedias británicas que agradan tanto? Yo lo sé, y ustedes lo saben. Películas como Cuatro bodas y un funeral, Love Actually, la reciente Una cuestión de tiempo... aparte de compartir al guionista Richard Curtis en su ficha artística, gozan todas ellas de un buen equilibrio entre encanto e ironía, entre el cinismo de sus réplicas y la melosidad de sus argumentos románticos. El novelista Nick Hornby, cuyo historial de adaptaciones al cine (Alta Fidelidad, Un niño grande) no está pero que nada mal, podría considerarse otro de los puntales de este género en su vertiente literaria. Hornby abordaba en En Picado, la novela en la que se basa Mejor otro día, una comedia negra de suicidios abortados y soledades compartidas, que en su adaptación cinematográfica prometía un show de considerables dimensiones al servicio de un cuarteto de actores muy atractivo.

Lamentablemente, la película del francés Pascal Chaumeil se parece a las arriba señaladas sólo en el envoltorio, en la promesa del cartel. Mejor otro día se encuadra sin reservas en el dramedy de autoayuda más comodón, romo y plano, una feel-good movie un tanto perezosa en la que el espíritu que le presuponemos a la novela de Hornby sólo asoma la cabeza de vez en cuando. Lejos de reducir la dosis de buen rollo a su desenlace, como harían otros, Chaumeil administra durante todo el metraje los modos y maneras del melodrama más impersonal, limitándose a subir algo el octanaje del humor y sujetar el lagrimeo para no caer en el drama explícito, y recordarnos que sí, que todavía estamos ante una adaptación de una novela inglesa. En ausencia de un verdadero piloto, de garra, de un Richard Curtis que aporte la otra mitad -la cinematográfica- al impersonal embrollo, Mejor otro día se transforma muy pronto en una película más, otra muestra de comedia dramática que se deja ver pero donde la ironía british sólo funciona intermitentemente.

Chaumeil, al menos, tiene la dignidad e inteligencia de cederle la totalidad de la película a sus actores. De Pierce Brosnan ya no queda nada más que aplaudir su madurez física e interpretativa, en todos los géneros, pero quienes admiramos su aportación a la saga 007 ya supimos ver hace tiempo. La mayoría de los planos del francés se van para la joven Imogen Poots, a quien Chaumeil ha debido considerar la robaescenas de unos invisibles Aaron Paul y Toni Collette, dos buenos actores que, pese a todo, ayudan lo suyo a hacer que el metraje de Mejor otro día se pase más o menos bien, pero sin asomo de entusiasmo.

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