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Pedro Fernández Barbadillo

Conferencia del hispanista Stanley G. Payne

El historiador estadounidense explicó la degradación de la II República por el proceso revolucionario de las izquierdas hasta el estallido de la Guerra Civil. La destrucción de la legalidad que éstas planearon y realizaron, contagió a las derechas.

El catedrático de la Universidad de Wisconsin, Stanely G. Payne, ha dedicado su vida (nació en 1934 en Texas) al estudio y la enseñanza de la historia, pero ahora se encuentra en una situación turbadora, en la que "en Occidente existe poco respeto por la historia, porque no es políticamente correcta". En España, dijo, esta tendencia, está exacerbada y calificó la llamada Ley de Memoria Histórica, que aprobó el PSOE de Zapatero, como "de tipo soviético". Para él, la memoria histórica es "un movimiento político, una idea contradictoria, un oxímoron".

En la reciente presentación de su libro en Madrid, El camino al 18 de julio, a una pregunta del público sobre el motivo del rechazo por parte de las izquierdas políticas y académicas a los nuevos datos que se descubren sobre la II República y la guerra, Payne contestó: "No hay ningún respeto por la verdad"; pero añadió que hay que seguir insistiendo en ésta.

Durante un par de horas, el autor de numerosos y populares libros sobre la España del siglo XX (el último una biografía de Franco escrita junto a Jesús Palacios y próximamente otra de Niceto Alcalá-Zamora), dictó en el Centro Superior de Estudios de la Defensa (Ceseden) y con el patrocinio de la revista Kosmos-Polis, una conferencia titulada El camino hacia el 18 de julio y luego respondió a numerosas preguntas. La asistencia fue tal que la sala, con espacio para cerca de 200 personas, se llenó y el resto del público se desplazó al aula magna del Ceseden.

En El camino al 18 de julio, cuando parte del Ejército y de la sociedad españoles se sublevaron contra el Frente Popular, señaló "cuatro jalones".

La izquierda robó las elecciones de 1936

Primero, el comportamiento del presidente de la II República Niceto Alcalá-Zamora, que tuvo un "momento de gloria" cuando, en 1933, después de "las primeras elecciones democráticas celebradas en España" y ganadas por las derechas, rechazó cuatro propuestas de las izquierdas para anular las elecciones. En los años siguientes, sin embargo, impidió gobernar al partido mayoritario, la CEDA derechista y disolvió las Cortes dos años antes de que venciera su mandato. 1935 fue el año más tranquilo de la República.

Segundo, la formación del Frente Popular español, que se diferencia del Frente Popular francés en que éste lo constituían partidos democráticos, mientras que en el primero había partidos republicanos de izquierda y "partidos revolucionarios marxistas". El FP español era una alianza cínica en la que se aplicaba la descripción leninista de "¿quién se va aprovechar de quién?".

Tercero, el colapso del orden público a partir de febrero de 1936, incluso en la segunda vuelta de las elecciones. Payne afirmó que es falsa la propaganda pro-republicana e izquierdista de que se produjo una "ligera victoria del FP", cuando la realidad es que hubo "un empate", que fue modificado por las izquierdas. Citó un estudio de varios profesores de la Universidad Rey Juan Carlos, que le concedió su doctorado honoris causa la semana pasada, que demuestra los fraudes electorales en al menos seis provincias y luego recordó que en la Comisión de Actas de las Cortes el FP y el PNV arrebataron a las derechas "en torno a 35 escaños". Fue "el proceso electoral más largo y fraudulento de la historia de España".

Cuarto, lo que el Gobierno de Azaña "dejó de hacer", es decir, la renuncia a controlar el orden público y a manejar el Estado de manera imparcial y legal. La oleada de huelgas, que buscaba no reivindicaciones económicas, sino "destruir la propiedad privada", la ocupación de tierras, el cierre de colegios y los incendios causaron "un importante declive económico que todavía no se ha estudiado".

Además, el Gobierno procedió a depurar los tribunales y la Administración; disolvió la Falange (declarado ilegal por el Supremo) y los sindicatos católicos; y subvirtió las fuerzas de seguridad con la reincorporación de oficiales expulsados por revolucionarios y el nombramiento de militantes del PSOE y otros partidos como auxiliares o delegados de la Policías ("como se hizo en Alemania con los miembros de las SS y las SA", recordó Payne). La finalidad era "crear un monopolio político de la izquierda", aunque luego cada partido tenía un objetivo distinto; entre éstos, el único con "una política coherente" era el PCE, que buscaba fundar "una república de tipo nuevo".

La izquierda destruyó la democracia

Después de enumerar estos "cuatro jalones", Payne expuso unas "reflexiones".

A la protesta de las izquierdas por la sublevación de las derechas el 18 de julio, afirmó: "Nunca ha habido un proceso revolucionario sin que se haya dado una contrarrevolución". Y añadió que fue "extraordinaria la paciencia de las derechas, incluido el propio Franco", ante los atropellos y los planes del FP. Numerosas organizaciones empresariales aceptaron públicamente las reformas económicas; sólo pedían la restauración del orden. Y en los primeros seis y meses y medio de 1936, se registraron más de 400 muertos. Todo ello formaba parte del "proceso revolucionario", fuese para alcanzar la dictadura del proletariado o para instituir una república burguesa de izquierdas.

Esta paciencia de los derechistas españoles, explicó, no se dio en los países anglosajones, tenidos por maduros y civilizados, y citó la guerra civil inglesa de 1640, la sublevación de las trece colonias en 1775 y la guerra de secesión de EEUU en 1861. "La situación en España era bastante más atroz" que la que vivieron los ingleses y los norteamericanos.

Otra de sus reflexiones fue la de que las izquierdas "destruyeron las bases democráticas mediante un proceso revolucionario que afectó, también, a las derechas y a Franco". Sobre el futuro jefe del Estado español dijo: "Franco de ningún modo creó la situación autoritaria en que se encontraba España en julio de 1936 y que había creado la izquierda". Durante la guerra, ambos bandos se fueron radicalizando políticamente y en el nacional el proyecto del general Mola de una dictadura republicana por un período limitado se olvidó.

"Creo que es importante reconocer la verdad: en julio de 1936 todo el mundo pedía un régimen autoritario, de una clase u otra". Fuesen la CNT, Largo Caballero, el POUM, los azañistas, el PCE, los carlistas, los alfonsinos, la Falange… "y hasta los centristas (Miguel Maura y Mariano Ansó) pedían una dictadura liberal".

El asesinato de Calvo Sotelo "salvó la conspiración"

Luego recordó los fracasos de Mola para armar una conspiración contra el FP desde abril hasta julio. Incluso Franco en una carta cifrada enviada a Mola el 12 de julio de 1936 se desentendía de la conjura, aunque ya se había enviado un avión a Canarias para trasladarle a Marruecos.

¿Qué acontecimiento unió a los conspiradores y les hizo olvidar sus escrúpulos y miedos? El secuestro en su casa y asesinato por policías y auxiliares del jefe monárquico José Calvo-Sotelo. "El asesinato y la forma del asesinato salvaron la conspiración", afirmó Payne. "Tuvo un efecto eléctrico y traumático. Fue un catalizador para la rebelión militar y civil".

Otro tópico que refutó es el de que ningún español quería una guerra civil. Nadie, corrigió, quería una guerra civil "que durase tanto", pero el PCE la quiso hasta 1935, en que se adhirió a la táctica de los FP ordenada por Moscú, y también la quisieron los ideológos del sector caballerista del PSOE, como Araquistáin. "Entre todos ellos, quien mantuvo una posición moderada fue Franco, una de las ironías de la historia", dijo, causando risas en el público.

La guerra civil, concluyó, "fue una cosa que se hicieron los españoles a sí mismos", sin influencia exterior de Hitler, Stalin o Mussolini.

Quién quiere destruir la Transición

De vuelta al presente, Payne alabó la Transición: "el mayor logro cívico de la historia de España. No ha habido nada parecido a nivel mundial". Aunque aseguró que ahora la rechazan en bloque quienes no pudieron dominar España en la Transición (en alusión a quienes propugnaban la ruptura) y, además, cuentan con la colaboración de otras fuerzas políticas que entonces apoyaron la reforma y la Constitución.

Y advirtió: "Estamos volviendo a los términos del Frente Popular: quién se va a aprovechar de quién".

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