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Fernando Navarro García

Si hemos estado en guerra, ETA debería ser juzgada

El terrorista Otegi se permite hablar de Derechos Humanos en el Parlamento Europeo y aludir al bombardeo de Guernica.

Hitler y Chamberlain, 1938

Se acercan otras nuevas elecciones y el terrorista Otegi se permite hablar de Derechos Humanos en el Parlamento Europeo y aludir al bombardeo de Guernica, tratando de comparar las victimas de una guerra con las victimas del terrorismo... Y esa nueva infamia de quienes odian la democracia y sus valores, me ha hecho recapacitar acerca de ETA, su discurso victimista y su vínculo "espiritual" con otras ideologías totalitarias.

No soy de los que a fines de 2011 celebró el mal llamado "proceso de paz" iniciado por el PSOE en el País Vasco – ni hoy lo hago con la política continuista del gobierno del PP-, pues no encuentro ninguna diferencia entre la estrategia de toma del poder seguida por ETA y la del partido nazi, NSDAP o Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes a inicios de los años treinta del pasado siglo.

Dejando aparte el hecho -éticamente muy relevante- de que ninguna idea puede ser defendida mediante la violencia y el asesinato (y mucho menos en democracia, cuando existen los cauces legales para su defensa), creo que el mal llamado "proceso de paz" es un error gravísimo de fondo y forma por las siguientes razones:

1. La "apariencia de legalidad" es una táctica empleada por muchos tiranos para tomar el poder, cuando resulta imposible hacerlo con la fuerza de las armas. El comunismo sí logró la toma del poder mediante una revolución bolchevique en 1917 y el fascismo italiano mediante una simbólica "Marcha sobre Roma" que forzó un cambio de régimen. El nazismo no lo logró mediante sus virulentas revueltas callejeras, ni a través del terrorismo. ETA tampoco. Por esa razón el nazismo y otras ideologías totalitarias suelen recurrir a un "Plan B" para la toma del poder empleando una táctica que –cuando su interlocutor es lo suficientemente torpe o crédulo- suele funcionar muy bien.

Se trata de conjugar violencia con la manipulación de instituciones democráticas, a las que se recurre instrumentalmente para acabar con ellas (una vez controlen los principales órganos de poder e instituciones). Tras años de violencia callejera, el nazismo llegó a la Cancillería del Reich después convencer a amplias capas de la sociedad y la política de que "aceptaban las reglas del juego democrático". No tenían ninguna intención de hacerlo, por supuesto, pero el anhelo de poder –vista la imposibilidad de conquistarlo mediante las armas (el "Putsch de Munich" de 1923 fue un completo fiasco)- llevó a Hitler a un pragmatismo que podría parecer imposible en una ideología tan fanática como el nazismo o el fundamentalismo. Este ardid de "apariencia de legalidad" relajó peligrosamente al resto de partidos políticos democráticos que estaban deseando acabar con las guerrillas callejeras a cualquier costa. Confundieron sus deseos con la realidad y no prestaron atención a las señales. Pensaron que un grupo de asesinos fanáticos cuyo fin declarado era acabar con la democracia y con cualquier disidente, respetarían sus instituciones una vez en el poder. No fue así, por supuesto.

2. El apaciguamiento no funciona con las ideologías totalitarias, pues suelen considerarlo una señal inequívoca de debilidad. Por ello estoy convencido de que toda la parafernalia del falso "proceso de paz" no supondrá el final de ETA. Como tampoco significó el final del nazismo aquel ignominioso "Pacto de Munich" mediante el cual el británico Chamberlain "apaciguaba" a Hitler entregándole los territorios no alemanes que exigía a cambio de ... paz. Una palabra, por lo que se ve, que puede ocultar grandes vergüenzas.

Hay una imagen del Primer Ministro Chamberlain famosa: acaba de salir de su avión tras haber firmado aquel pacto vergonzoso y suicida y agita en su mano, con expresión alborozada, el papel del acuerdo: "¡Paz por territorios, paz por territorios!" Paz a cualquier costa, incluida la dignidad. Era el 30 de septiembre 1938 y justo un año después (plazo casi exacto) empezó la Segunda Guerra Mundial pues la insaciabilidad de Hitler (nacionalista y socialista) no tenía límites. Nunca se sacian y me temo que tendremos ocasión de comprobarlo una vez más.

3. La ideología totalitaria pervierte continuamente el lenguaje y se apoya en el para desvirtuar su verdadero sentido (del mismo modo que se apoya en las instituciones que odia para destruirlas). Victor Klemperer analizó perfectamente este fenómeno en su obra clásica La lengua del Tercer Reich. Apuntes de un filólogo. Los nazis nunca hablaron de exterminar judíos sino de la "solución final". Ni siquiera en las actas de la Conferencia de Wannsee, en la que se decidió el extermino de millones de judíos, aparece la palabra exterminio o muerte. Causa horror leer aquellas actas tan asépticas: "debemos erradicar los fundamentos biológicos del judaísmo…" No hablan los nazis de asesinar en masa a millones de seres humanos, sino de "erradicar sus fundamentos biológicos". No hablaban de eutanasia de enfermos mentales o deformes (según sus cánones) sino de "muerte por compasión. Todavía hoy los negacionistas del holocausto niegan la evidencia del genocidio sobre la base de su invisibilidad en el discurso público de Hitler.

Los demócratas perdimos hace décadas la batalla del lenguaje cuando aceptamos llamar "comando" a una cuadrilla de asesinos, "ejecución" a un tiro en la nuca y "lucha armada" o "conflicto" al coche bomba. La culminación de esta perversión del lenguaje y de los hechos ha sido la ignominia histórica del llamado "Proceso de Paz". Para empezar, el inicio de un "proceso de paz" presupone la existencia de un conflicto bélico. Por eso el terrorista Otegi insiste en recordar Guernica. Nadie habla de "proceso de paz", cuando por ejemplo se reestablece el orden tras unas huelgas generales especialmente virulentas. El proceso de paz exige, por lo tanto, la existencia de un conflicto bélico, de una guerra.

¿En que consiste un conflicto, como distinguirlo de otras alteraciones del orden? Las Convenciones de Ginebra definen perfectamente lo que es un conflicto armado y distinguen – en esos casos- entre "combatientes" y "no combatientes" (entre los que se incluyen los soldados prisioneros y heridos y por supuesto, la población civil). Veámoslo con un poco más detalle.

Sobre la base del Derecho Internacional Humanitario (DIH), se distinguen dos tipos de conflictos armados: los "internacionales" (entre un mínimo de dos Estados) y los "conflictos no internacionales".

La definición de conflicto armado no internacional – que es la que nos interesa para desmontar los postulados de ETA - la encontramos en el artículo 3 común a los Convenios de Ginebra de 1949 que señala: "el conflicto armado debe surgir en el territorio de un estado (Alta Parte Contratante)". Siempre que concurran las siguientes circunstancias (Protocolo II de la Convención de Ginebra):

El conflicto tiene lugar en el territorio de un solo Estado:

  1. Hay oposición o combate entre las fuerzas armadas de este Estado contra fuerzas armadas o grupos armados que no reconocen su autoridad.

  2. Esas fuerzas y grupos armados deben estar bajo el mando de una autoridad responsable.

  3. Deben ejercer un "dominio o control sobre una parte del territorio de dicho Estado, que les permita realizar operaciones militares sostenidas y concertadas". Esta circunstancia de "control territorial" es la que permite afirmar sobre la base del Derecho Internacional Humanitario que los crímenes de la organización terrorista ETA no son "actos de guerra" (como pretende la organización terrorista y algunas entidades afines), sino simples delitos de terrorismo. ETA nunca ha "ejercido un dominio o control sobre una parte del territorio de dicho Estado" (en este caso, España).

Por estar razón tan obvia ETA nunca había conseguido –hasta la fecha- que sus crímenes fuesen considerados como acciones de guerra de una "parte combatiente" frente a otra. No había conflicto armado y por lo tanto no podía haber combatientes enfrentados. Solo había una despreciable minoría que se dedicaba a asesinar selectivamente a sus victimas que, insisto, no combatían en ninguna guerra. Eso es exactamente lo que tan justa y valientemente recordó Teresa Gimenez Becerril en parlamento europeo cuando el terrorista Otegi terminó su deyección.

Pero el Derecho Internacional Humanitario no termina ahí. Según las Convenciones de Ginebra en este tipo de conflictos no internacionales (o, para entendernos, de guerras civiles) las partes en conflicto tienen prohibido, en cualquier tiempo y lugar, las siguientes acciones:

a) Los atentados contra la vida y la integridad corporal, especialmente el homicidio en todas sus formas, las mutilaciones, los tratos crueles, la tortura y los suplicios.

b) La toma de rehenes.

c) Los atentados contra la dignidad personal, especialmente los tratos humillantes y degradantes

d) Las condenas dictadas y las ejecuciones sin previo juicio ante un tribunal legítimamente constituido, con garantías judiciales reconocidas como indispensables por los pueblos civilizados.

En el excelente ensayo de investigación Otegi: el Hombre Nuevo (Luis Fernando Quintero y Mariano Alonso) encontramos detallados ejemplos de las cuatro tipologías criminales perpetradas por ETA en clara vulneración de las Convenciones de Ginebra. En consecuencia, si aplicáramos las Convenciones de Ginebra al mal llamado "conflicto vasco" (aceptando que la organización terrorista ETA es una "parte en conflicto", algo que como hemos visto es imposible a tenor del Derecho Internacional Humanitario), se daría el caso de que los terroristas de ETA –al ser considerados "combatientes"- no deberían ser juzgados por delitos de terrorismo en la Audiencia Nacional sino por "crímenes de guerra" ante la Corte Penal Internacional, pues el secuestro, la tortura y el asesinato de no combatientes esta tipificado como "crimen de guerra" o incluso "crimen de lesa humanidad". Delitos, por cierto, imprescriptibles y con condenas de privación de libertad muy severas, bastante mas que la ley penal española.

El "proceso de paz" iniciado por Zapatero y continuado torpemente por Rajoy no hizo más que confirmar políticamente las tesis defendidas infructuosamente durante años por ETA. Fue un balón de oxigeno a sus reivindicaciones y una legitimación de su discurso. Y todo ello fue pérfidamente anunciado a pocos días unas elecciones en la que este socialismo irreconocible iba a sufrir la peor derrota de su historia. Mientras tanto ETA recupero el terreno perdido y hoy ya controla una gran parte de las instituciones vascas, tal cual ocurrió en Alemania allá por enero de 1933.

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