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Pedro Fernández Barbadillo

Fernando VI, loco por amor a su reina fea

Tiene similitudes con Felipe III: suceden a sus padres después de largos reinados, cuentan con un ministro al que confían el gobierno y practican una política exterior centrada en la paz.

Fernando fue el cuarto hijo de Felipe V con María Luisa Gabriela de Saboya. Nació en septiembre de 1713 y no conoció a su madre, que falleció en febrero siguiente. Su padre se volvió a casar, con la italiana Isabel de Farnesio. Su madrastra, como en los cuentos, trató mal tanto a Fernando como a su hermano mayor Luis, porque eran rivales para sus hijos.

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La reina Bárbara de Braganza (1711-1758)

A los doce años se pactó su matrimonio con la hija de Juan V de Portugal, la infanta Bárbara de Braganza. El embajador español en Lisboa elogió sus virtudes, pero no su belleza:

Ha quedado muy mal tratada después de las viruelas y tanto que afirman haber dicho su padre que sólo sentía hubiese salir del reino cosa tan fea.

Sin embargo, Fernando y Bárbara fueron muy felices.

Fernando VI tiene similitudes con Felipe III. Ambos suceden a sus padres después de largos reinados, cuentan con un ministro principal al que confían el gobierno y practican una política exterior centrada en la paz.

Al ascender al trono, en julio de 1746, mantuvo a su servicio al ministro principal de su padre: Cenón de Somodevilla y Bengoechea, al que su hermanastro Carlos, como rey de Nápoles había nombrado marqués de la Ensenada. Este ministro ha sido uno de los grandes estadistas que ha tenido España. Aseguraba que "el fundamento de todo es el dinero".

Grandes progresos en obras

En consecuencia, disminuyó los gastos de la Hacienda, incluso los de Palacio; introdujo el catastro; y suprimió los banqueros colocadores de deuda pública. Para hacer progresar a España, ordenó importantes obras, como el camino de Madrid a Barcelona y el de Guadarrama, y el canal de Castilla; contrató sabios y artesanos de toda Europa; y envió al marino Jorge Juan a espiar los astilleros británicos.

En esos años, la monarquía española asombró por su opulencia. El embajador inglés dijo que Madrid tenía el mejor teatro de Europa y se construyó la Escuadra del Tajo para entretenimiento de los monarcas.

Después de la conclusión de la guerra de Sucesión de Austria, en 1748, Fernando se opuso a implicar a España en nuevos conflictos. Pero permitió que Ensenada siguiese impulsando la Armada. La consecuencia fue que en 1752 España disponía de 40 navíos artillados, que destinó a combatir la piratería árabe en el Mediterráneo y la inglesa en el Caribe.

Los enemigos de Ensenada, tanto españoles como ingleses, montaron en 1754 una conspiración para que perdiera el favor real. Y como el soberano estaba tan obsesionado con la paz acusaron a Ensenada de haber ordenado a la flota de La Habana que atacara a los ingleses en la bahía de Mosquitos. Los conspiradores se ganaron también a Bárbara, que por portuguesa miraba con aprecio a Gran Bretaña. Fernando destituyó a Ensenada y lo desterró a Granada.

A la espera de Carlos de Borbón

Los últimos años de este reinado constituyeron una espera a la llegada desde Nápoles de Carlos de Borbón, ya que Fernando y Bárbara no tuvieron hijos. La portuguesa falleció en agosto de 1758 y su marido enloqueció. Se le trasladó al castillo de Villaviciosa de Odón, donde hoy se guarda el archivo del Ejército del Aire, pero empeoró y murió al año.

Como Bárbara fue estéril, no podía ser inhumada en El Escorial, porque a él van sólo las reinas alguno de cuyos hijos ha reinado. Fernando la amó tanto que prefirió acompañarla a ella. Y por eso las tumbas de ambos se encuentran en el Convento de las Salesas Reales, en Madrid.

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