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Pedro Fernández Barbadillo

La Cheka, la máquina del terror

Los bolcheviques aplicaron métodos despiadados para aniquilar incluso a los sospechosos. Era habitual que a las expediciones de la Cheka a unaregión les asignase un cupo de contrarrevolucionarios para liquidar. Los enviados solían superar los números.

La Inquisición española existió entre 1480 y 1820; en estos tres siglos y medio las condenadas a muerte fueron, según Joseph Pérez (Breve historia de la Inquisición en España) inferiores a las 10.000, de las que no todas se cumplían fuese por arrepentimiento, por muerte o por huida del reo. Los investigadores Jaime Contreras y Gustav Henningsen calculan los ejecutados entre 1540 y 1700 en sólo 810, ya que la mayoría de las penas de muerte se dictaron entre finales del siglo XV y principios del XVI.

De la revolución bolchevique (1917-1918), la guerra civil posterior (1917-1923) y el régimen comunista, que se prolongó hasta 1989, el número de muertos por la maquinaria policiaca y judicial roja se desconoce por su amplitud: genocidios planificados, deportaciones en masa, trabajo esclavo, purgas en el partido, hambrunas provocadas…

Pese a la realidad, los datos y los documentos, se puede reivindicar impunemente la revolución rusa, incluso mintiendo, como han hecho el concejal Carlos Sánchez Mato y el diputado Alberto Garzón. Sin embargo, éstos se indignarían si alguien explicase la magnitud real de la Inquisición.

En febrero de 1917, los alemanes habían introducido a Lenin y sus camaradas en Rusia, después de sacarlos de Suiza, con la finalidad de que causasen disturbios y debilitasen el esfuerzo militar del ejército zarista. En el caos de ese año, después de la abdicación del emperador, el centrista y masón Kerenski, presidente del Gobierno provisional, recurrió a las milicias comunistas para reprimir un golpe de Estado de derechas en el verano, pero fue a su vez derrocado en octubre. Kerenski fue uno de los pocos protagonistas de esos años que tuvo la suerte de poder escapar de Rusia y gozar de una larga vida en Francia y Estados Unidos; falleció en 1970 y la Iglesia Ortodoxa rusa no quiso recibirlo en ningún cementerio.

‘Limpiar’ la retaguardia

Inmediatamente, los bolcheviques se prepararon para conservar el poder por todos los medios. Cuando las elecciones a la asamblea constituyente (noviembre de 1917), dejaron a los comunistas como tercer partido, éstos dieron un golpe de Estado y la cerraron en enero de 1918.

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Entierro de Uritski, Petrogrado, 1918. La pancarta dice: "Muerte a los burgueses y sus adláteres. ¡Viva el Terror Rojo!".

La guerra civil se extendía por el país. Contra los bolcheviques no sólo luchaban los rusos monárquicos, sino también otros grupos políticos, diversas nacionalidades, los prisioneros checos y, en el frente, los alemanes y los austriacos. Para combatirlos, Trotski levantó el Ejército Rojo. Y para ‘limpiar’ la retaguardia Lenin y su camarilla fundaron una institución que durante casi un siglo ha sido sinónimo de tortura y muerte.

Entre las medidas del nuevo Gobierno rojo hay algunas sorprendentes, como la relajación de los requisitos para el divorcio y la instauración del aborto libre y gratuito (pensadas para destruir la familia a largo plazo), y otras que no lo son tanto si tenemos en cuenta la situación en que se hallaban. Entre éstas sobresale la siniestra Comisión Extraordinaria, la Cheka, una policía política con poderes omnímodos para investigar, juzgar y ejecutar. La instauró Lenin en diciembre de 1917 mediante un decreto y nombró al polaco Félix Dzerzhinski como su primer director. El Ejército Rojo se fundó en enero de 1918, por lo que para los bolcheviques era más importante aterrorizar al enemigo interior y civil que defenderse el enemigo exterior y militar.

En una semana más condenas que en 90 años de zares

De la misma manera que el camino que conduce a Auschwitz comienza en las leyes raciales de Núremberg (1935), que establecían quién era judío y que el judío no podía mezclarse con el alemán, los genocidios que perpetran los comunistas en todo el mundo (ningún partido comunista ha alcanzado el gobierno por medios pacíficos) se encuentran en la doctrina y el lenguaje empleado por Lenin y sus seguidores. Aparecen conceptos como "enemigo del pueblo", "enemigo de clase", "contrarrevolucionario", "hombre nuevo", "reeducación", "terror socialista", "voluntad de hierro bolchevique", "patria del proletariado", "opresores", o "gulag", a los se añaden otros ajustados a circunstancias históricas y los diferentes países, como "kulak", "gusano", "quintacolumnista", "monarcofascista", o "espía trotskista (o japonés, o inglés, o…)", que ampararon el exterminio de millones.

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Víctima húngara del Terror Rojo

Entre 1825 y 1917, todas las condenas de muerte dictadas por los tribunales civiles y militares del régimen zarista en asuntos de orden político ascendieron a 6.321, de las que 1.310 (un 20%) se dictaron sólo en 1906, como reacción al año revolucionario de 1905. En su primer año de funcionamiento, había semanas en que la Cheka bolchevique duplicaba o triplicaba el número de sentencias de muerte de 92 años de monarquía.

Dzerzhinski, con el conocimiento de Lenin y los demás bolcheviques, como Kamenev, Zinoniev, Bujarin, Trotsky y Nadezhda Krúpskay, aplicó métodos despiadados para aniquilar incluso a los sospechosos. Era habitual que a las expediciones de la Cheka destinadas a una ciudad o región les asignase un cupo de contrarrevolucionarios para liquidar. Los enviados, movidos por su celo bolchevique, solían superar los números.

El chequista letón Jan Lacis destacó en la represión de Kiev en 1919. Elaboró argucias como montar un falso consulado de Brasil y hacer correr el rumor de que el cónsul vendía visados´. La Cheka local arrestaba a quienes acudían a la oficina buscando una vía de escapar de la orgía de sangre. Cuando las tropas blancas entraron en Kiev encontraron unos 5.000 cadáveres atribuidos a la acción de los chekistas y, también, 7.000 desaparecidos.

El órgano de batalla del Partido

Lacis fundó un periódico, La Espada Roja, en el que definía así a la organización a la que servía (Donald Rayfield, en Stalin y los verdugos):

La Cheka no es sólo un órgano de investigación: es el órgano de batalla del partido del futuro. (…) No juzga al enemigo, lo golpea. No demuestra ninguna piedad (…) Nosotros, como los israelitas, tenemos que construir el Reino del Futuro bajo el temor constante al ataque del enemigo.

La máquina montada por Lenin y Dzerzhinski siguió reclamando sangre en los años siguientes. Stalin la llevó a su punto culminante de terror en la URSS y otros camaradas, como Pol Pot en Camboya y Mao en China, la difundieron por el mundo, para "alumbrar la revolución"; también llegó a España, traída por los consejeros soviéticos del Frente Popular durante la guerra civil.

Los argumentos con los que los bolcheviques de entonces, todos los comunistas habidos y por haber y los compañeros de viaje han justificado o disculpado (según el grado de admiración, complicidad o idiotez) el gulag y la Cheka son la pobreza y la tiranía que había en Rusia.

Al comienzo de un libro que nos trajeron los Reyes Magos, El ocaso de la aristocracia rusa, se dan unas cifras sobre el desarrollo económico del imperio, cuya base social y económica seguía siendo agrícola, pero que se encontraba en la senda de la industrialización. Antes de la Gran Guerra, Rusia era la quinta potencia industrial del mundo, superaba a Francia en la producción de acero e igualaba a Estados Unidos en la de petróleo. La red de ferrocarriles pasó de unos 1.400 kilómetros en 1850 a 64.000 en 1905. La línea de ferrocarril más larga del mundo era el Transiberiano y también la telefónica, que unía San Petersburgo y Moscú. Todos esos avances los destruyeron la guerra mundial y, sobre todo, la revolución.

Como escribió Nicolás Gómez Dávila: "Para detestar las revoluciones el hombre inteligente no espera que comiencen las matanzas".

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