Con la Revolución Gloriosa (1868), que expulsa a Isabel II, España entró en uno de esos períodos en que se convierte en un manicomio dirigido por los locos. ¡Cómo sería el ambiente que un italiano acabó harto de los españoles!
Amadeo, duque de Aosta, tuvo la triste suerte de un segundón. Era el segundo hijo de Víctor Manuel II, rey de Cerdeña y luego de Italia. Nació en Turín en 1845. En 1866 combatió en la batalla de Custoza, donde fue herido por los austriacos, y dos años más tarde ingresó en la marina.
El trono de España le llegó por descarte. El general Prim, líder del nuevo régimen español, quería coronar la revolución con un monarca democrático y liberal. Se barajaron varios nombres, incluso el del rey de Portugal, para culminar la unidad ibérica; pero todos los príncipes rechazaron el ofrecimiento.
Por fin, un Saboya aceptó la corona. Aunque un sector católico se opuso a Amadeo porque su padre era el carcelero del Papa, Pío IX envió su bendición al nuevo monarca y a la esposa de éste.
El 30 de diciembre de 1870, al desembarcar en Cartagena, Amadeo recibió la noticia del asesinato de Prim. El nuevo monarca quedaba sin su principal aliado, el único que además podía imponer orden en el Partido Progresista.
Es más sencillo destruir que construir. Y casi todos los políticos españoles, así como el pueblo, se unieron contra él. Desde los carlistas hasta los masones, aunque Amadeo fue el segundo rey miembro de una logia después de José I.
El republicano Emilio Castelar despreció en las Cortes el ofrecimiento de la corona a un Saboya con estas palabras:
Digo y sostengo que los duques de Saboya seguían hambrientos el carro de Carlos V, de Felipe II y de Felipe V
¡Y éste fue de los más amables!
Ningún bando político se lo tomó en serio y todos ellos conspiraban contra él. Durante su reinado de veinticinco meses, estalló una nueva sublevación carlista (1872), que se unió a la guerra en Cuba, comenzada a las pocas semanas de la Gloriosa.
Amadeo y su esposa sufrieron un atentado en julio de 1872 en la calle Arenal: una emboscada de varios tiradores al paso de su coche. El mismo estilo que el sufrido por Prim… y quizás los mismos impulsores.
Conflicto con los artilleros
La gota que colmó el vaso de la paciencia de Amadeo fue el conflicto con los artilleros. El rey le propuso al jefe del Gobierno que le permitiese mediar entre éste y los oficiales. El presidente, Manuel Ruiz Zorrilla, gran maestre del Gran Oriente de España, aparentó aceptar, pero disolvió mediante decreto el cuerpo de Artillería. Amadeo no soportó el nuevo desaire y abdicó el 11 de febrero de 1873.
Ese mismo día, las Cortes vulneraron la Constitución. Una mayoría de diputados elegidos como monárquicos el año anterior se unió a los republicanos, y así se proclamó la Primera República.
Años antes, el republicano canario Nicolás Estévanez había tratado de convertir a Prim a su credo político, pero este le había contestado:
La república sería posible si hubiera republicanos, como los hay hasta en Rusia, pero en España no los hay ni puede haberlos; son ustedes cuatro ilusos, cuatro locos.
En los meses siguientes se comprobó la afirmación de Prim: cuatro presidentes en menos de un año.
Amadeo murió en Turín en 1890. Entre las pocas obras que él y su esposa dejaron en España destacan el Instituto Oftalmológico y la escuela y el asilo para los hijos de las lavanderas del Manzanares. Entre los hechos memorables, la abolición de la esclavitud en Puerto Rico (1872).
Y también nos dejó un juicio clarividente sobre esos años:
Ah, per Bacco, io non capisco niente. Siamo una gabbia di pazzi.
La versión española:
Por Baco, no entiendo nada. Esto es una jaula de locos.