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Pedro Fernández Barbadillo

Consejos de Nixon a Trump sobre cómo tratar a la prensa

"Así somos los republicanos: no peleamos solo contra un candidato, sino, además, contra los medios de comunicación".

"Así somos los republicanos: no peleamos solo contra un candidato, sino, además, contra los medios de comunicación".
Nixon y Trump | LD

Querido Donald:

Me han llegado los ecos de tu sorprendente victoria frente a Hillary Clinton, que tenía a su favor a toda la prensa. Así somos los republicanos: no peleamos solo contra un candidato, sino, además, contra los medios de comunicación. Y a pesar de ello les ganamos, como hicimos primero yo, luego, Ronald Reagan y George W. Bush y ahora tú.

Has demostrado ser un maestro en las relaciones con los mass-media, pero me permito mandarte unos consejos y unas ideas que quizás te puedan ayudar.

Bastará con decir que probablemente yo nunca habría llegado a donde llegué en el ruedo político de no haber disfrutado de trato periodístico unas veces equilibrado y otras negativo.

La prensa y los políticos de quienes habla figuran con frecuencia en bandos opuestos, pero tienen una cosa en común: un nivel muy bajo en los sondeos públicos de opinión. La mayoría de la gente cree que la prensa es parcial hacia las causas progresistas y yo estoy de acuerdo con esa opinión.

Luego de 43 años de contender con la prensa a nivel nacional quisiera hacer los siguientes comentarios. En inteligencia los periodistas están por encima del nivel común; en política la mayoría son izquierdistas. Virtualmente todos poseen ambición, aunque no tanto de dinero, sino de promoción personal. Un premio Pulitzer o una aparición semanal en el debate político el domingo significan para muchos algo muy superior a un salario de seis cifras. Se sienten orgullosos de su profesión y a veces les resulta difícil ocultar su desprecio hacia los políticos y hombres de negocios menos instruidos que ellos, sobre los que informan.

Los periodistas, más de izquierdas que el resto del país

La mayor parte de los medios decomunicación están políticamente fuera de órbita respecto del resto del país. En 1972, cuando obtuve el 61% de los votos, las encuestas de los informadores de Washington mostraban un 82% en favor de George McGovern, el candidato más izquierdista jamás presentado por el Partido Demócrata. En la actualidad los medios de comunicación se consideran al margen y por encima de la sociedad, y miran altaneramente al mundo que los rodea al tiempo que disparan sus dardos contra todos nosotros. A veces parece como si los excesos de los medios debilitaran el tejido social en vez de fortalecerlo.

Otra observación que admito puede ser resultado tan sólo de mi propia experiencia es la de que a los miembros de la prensa les irrita que alguien les demuestra que han cometido un error.

Los editores se han convertido virtualmente en eunucos políticos. Siguen firmando los cheques, pero ha pasado ya mucho tiempo desde aquellos días en que ejercían un fuerte control sobre los reporteros.

No hay que cancelar una suscripción, pero no temas cancelar una lista de reporteros hostiles en el curso de un viaje presidencial de gran importancia. No hay ninguna ley que diga que si un periodista toma por costumbre hacerte objeto de sus pullas, hayas de seguir favoreciéndolo con un tratamiento privilegiado.

El estar simpático con la prensa y cenar con ella debe ser evitado por regla general, excepto si se saben mantener las distancias. No hay que jugar a tener favoritos. El obrar así proporciona una ventaja a corto plazo, pero a la larga causa más daño que beneficio.

Las mentiras nacen fácilmente, pero apenas mueren

Es horrible pensar en cuántos errores distorsiones son divulgados por los medios sin que nada suceda porque las víctimas optan sencillamente por elevar las manos al cielo con aire de desesperación.

Muchos norteamericanos siguen aferrados instintivamente a esa engañifa de que "nunca lo divulgarían si no fuera verdad". En los medios de comunicación, las mentiras nacen con facilidad y mueren muy difícilmente.

Los noticiarios de televisión están adoptando el mismo carácter que los programas de entretenimiento, porque todo allí vive o muere no por virtud de su calidad, sino por el grado de popularidad que adquiere. Pronto nadie estará en condiciones de trazar la diferencia entre la realidad y la ilusión. Abrigo escasas dudas respecto a que la preeminencia de la Televisión constituye un elemento negativo por lo que a elegir los mejores candidatos se refiere.

La televisión descalifica sin contemplaciones a quienes poseen cualidades de dirigentes, pero no de estrellas. Creo que puede asegurarse que Abraham Lincoln, el más reverenciado de todos los presidentes de Estados Unidos, habría fracasado en la era de la Televisión.

Admito que si bien la elección de Obama me ratificó en mi diagnóstico, la tuya me ha hecho cambiar.

Un arma decisiva para un presidente es la de pasar por encima de la prensa cuando se dirige al país para evitar que sus opiniones queden filtradas a través de la prensa,

que es lo que yo hice con la radio y la televisión y haces tú ahora con Twitter, donde tienes más de 33 millones de seguidores.

Por otro lado, un personaje público que ha sido atacado por la prensa debe responder a los ataques, pero sin exponerse a la acusación de estar contendiendo con la prensa para distraer la atención sobre sus propias flaquezas.

Cuanto más frío permanezca uno mientras vuestros enemigos se acaloran, más posibilidades tendrás de salir vencedores. Por regla general, notarás que el mejor modo de contender con vuestros críticos es ignorarlos.

Soy el primero en admitir que no me considero un crítico objetivo sobre la prensa.

Es otra cosa que tenemos en común, junto con la de ser presidentes detestados por los progresistas. Buena suerte.

(Todos los párrafos están sacados del libro En la arena escrito por Richard Nixon y publicado en 1990. Sólo se han corregido algunos términos de la mediocre traducción al español. Las palabras añadidas como enlace o aclaración están en cursiva.)

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