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Pedro Fernández Barbadillo

El federalismo para los pobres. Pujol quiere fueros

Federal es el término que usan el PSOE, El País y los profesores y creadores de opinión de sus alrededores para no decir ‘nacional’. Pero, ¿aceptarían los separatistas, que ya han mostrado su deslealtad y su traición, el regalo del federalismo?

Federal es el término que usan el PSOE, El País y los profesores y creadores de opinión de sus alrededores para no decir ‘nacional’. Pero, ¿aceptarían los separatistas, que ya han mostrado su deslealtad y su traición, el regalo del federalismo?
Pablo Iglesias, Pedro Sánchez, Mariano Rajoy y Jordi Pujol

Ante la crisis causada por el separatismo catalán, la izquierda está respondiendo de distintas maneras.

La más asilvestrada, la organizada en torno a Podemos, sueña con realizar la ruptura que pudo en la Transición (porque los españoles repetidas veces entre 1976 y 1980 no votaron por ella) y hasta con vencer en la guerra civil. Para ello, para abrir un proceso constituyente estilo chavista, no vacila en colaborar con sectores sociales que se definen por su racismo y su egoísmo de clase; es decir, el catalanismo. Esperemos que su electorado les castigue.

La izquierda más institucional, el PSOE, roto por los odios internos (tradicionales en este partido, como prueban hasta los intentos de asesinato de Indalecio Prieto por pistoleros de Largo Caballero), por miedo a ser superado por Podemos y por su oportunismo, propone como bálsamo de Fierabrás el federalismo.

Los últimos editoriales de El País han sorprendido por la defensa de los catalanes no nacionalistas (ignorados durante décadas por el periódico) y la exigencia de castigar a los separatistas; pero junto a estas novedades, los editorialistas depositaban sus caramelos envenenados.

El editorial del 1 de octubre proponía

ampliar el alcance descentralizador de la Constitución en un sentido federal, que proporcione un mejor encaje a las aspiraciones legítimas de tantos ciudadanos de Cataluña (y de otras comunidades)

Y el del 2 de octubre insistía en

la urgencia de una reforma de la Constitución y la reconversión del Estado de las Autonomías de acuerdo con el modelo federal

Sinceramente, yo no me encuentro por la calle gente discutiendo sobre las competencias de la comarca del Bierzo dentro de la provincia de la Junta de Castilla y León; pero yo ni soy progresista ni editorialista de El País.

Por último, Alfredo Pérez Rubalcaba, que ha tenido todos los cargos de mando en el PSOE y ahora es miembro del consejo editorial de El País, escribía el día 4:

Y reformar nuestra Carta Magna, completando su carácter federal. (…) En suma, para incorporar rasgos que, con sus respectivas especificidades, países federales como Alemania o Austria recogen en sus Constituciones

Ellos quieren privilegios, no igualdad

Nadie sabe lo que es el federalismo que el PSOE y El País proponen, como tampoco sabe Pedro Sánchez cuántas naciones hay en España o fuera de España. ¿Cuántos estados federales formarían esa nueva España?, ¿qué competencias tendrían?, ¿cómo encajarían el concierto vasco y el convenio navarro?, ¿se suprimirá el art. 150.2 que permite al Estado vaciarse de sus competencias exclusivas del art. 149?, ¿cómo se organizaría la cooperación entre los nuevos estaditos y la Administración nacional?, ¿se modificaría el sistema electoral?

En definitiva, federal es el término que usan el PSOE, El País y los profesores y creadores de opinión de sus alrededores para no decir ‘nacional’. La izquierda está tan degradada intelectualmente que considera que decir España es decir Franco o decir Inquisición.

Aparte de las anteriores objeciones conceptuales y constitucionales, podríamos plantear otra que es práctica: ¿aceptarían los separatistas, que ya han mostrado su deslealtad y su traición, el regalo del federalismo?

Jordi Pujol, el español del año, según Luis María Ansón, el hombre del que "nadie en Cataluña, sea del credo que sea, puede llegar a la más leve sombra de sospecha de que sea un ladrón" según el comunista Vázquez Montalbán (aquí nadie con poder o influencia es inocente), escribió en sus memorias (Historia de una convicción, pág.322) lo que opinaba del federalismo:

En las discusiones del texto fundamental de la democracia española una batalla importante. No supimos oponernos con decisión a la filosofía uniformadora, federalista (sic), la del ‘café para todos’. La Constitución impuso (sic) la autonomía a todas las regiones españolas, incluidas las que nunca la habían reclamado y que ni siquiera la querían. Nosotros no pudimos dejar fijado con la suficiente contundencia que Cataluña presenta una personalidad diferente dentro del conjunto

Unas páginas después (pág. 325), cuenta lo que le dijo a Leopoldo Calvo-Sotelo:

Me quejé de la uniformidad autonómica del ‘café para todos’ que se iba introduciendo desde Madrid. Le dije que ni Cataluña ni la Generalitat, por historia, por vocación y por identidad muy propia no podían recibir un trato homogéneo (sic) y despersonalizador

¡La tan irritante como megalómana costumbre que tienen Pujol y los demás miembros de su tribu de hablar de Cataluña como si fuera una señora que les invita a tomar el té!

Hacer iguales a los diferentes

El federalismo no lo quieren los nacionalistas porque es unir en un régimen de igualdad a los diferentes. Como ocurre en la Unión Europea: las directivas comunitarias son una legislación igual y obligatoria para los Estados miembros, así como las sentencias del Tribunal de Justicia; además, los incumplimientos se castigan con multas.

¿Aceptará esto el catalanismo de corbata?, ¿aceptará ser constitucionalmente igual que los aragoneses, o los murcianos, o los andaluces, esos "hombres incompletos" como los definió Pujol?

Pero la polémica sobre el federalismo tiene otro aspecto, y es qué supone para un Estado unitario, como el español, pasar a convertirse en federal.

Para aclararlo, recurro a José Ortega y Gasset, que se lo explicó a los patéticos diputados de las Cortes Constituyentes, ésas cuyo mayor grupo parlamentario era el masónico, en el que formaban Ramón Franco y Lluís Companys

Ortega primero explicó la diferencia entre los conceptos de autonomía y federación.

El federalismo se preocupa del problema de soberanía; el autonomismo se preocupa de quién ejerza, de cómo haya manera de ejercer en forma descentralizada las funciones del Poder público que aquella soberanía creó

Porque la soberanía, señores, no es una competencia cualquiera, no es propiamente el poder, no es ni siquiera el Estado, sino que es el origen de todo Poder, de todo Estado y, en él, de toda ley

Para un pueblo, destacó el filósofo, pasar de unitario a federal es una degradación:

Dislocando, digo, nuestra compacta soberanía fuéramos caso único en la historia contemporánea. Un Estado federal es un conjunto de pueblos que caminan hacia su unidad. Un Estado unitario que se federaliza es un organismo de pueblos que retrograda y camina hacia su dispersión

Por último, Ortega advirtió de la posibilidad de que las regiones convertidas en estados federados se sublevasen invocando su pedazo de soberanía, como hizo tres años después de la Generalidad.

Por fortuna les convenció y los constituyentes definieron el Estado como ‘integral’. Otra palabra para no decir nacional.

La Unión envió al FBI a Dixieland

El primer Estado federal que existió fue Estados Unidos; además, lo señalo para los monárquicos, una república. Antes había sido una confederación y, debido al caos, se convirtió en federación, en la que el Gobierno federal, por la creciente complejidad de la vida (impuestos, industrialización, emigración, comercio, ejército, moneda, aduanas…) fue reuniendo más y más poderes. La guerra de Secesión probó que el Estado central podía mantener la unidad y en el siglo XX, diversos presidentes, desde Truman a Nixon, hicieron cumplir a los gobernadores y las instituciones de los estados sureños las leyes y sentencias contrarias a la discriminación de los negros, empleando incluso tropas.

Si el Gobierno de España, país todavía unitario, no se atreve a hacer cumplir a los gobiernos autonómicos las leyes y sentencias (ya Felipe González permitió que el Gobierno vasco pusiera en marcha ilegalmente ETB-2 sin castigo ninguno) nacionales, ¿cómo esperamos que el Gobierno de la Unión de Pueblos Libres del Reino Federal de España lo haga en el futuro?

Eso sí, habría un juguete muy divertido y muy rentable (véanse los informes y las dietas abonados por los ‘consejos consultivos’ montados por las comunidades autónomas) para los profesores de derecho constitucional, como ya lo son las normativas lingüísticas para los filólogos.

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