
Entre 1772 y 1795, Rusia, Prusia y Austria se repartieron la República de las Dos Naciones (Polonia y Lituania), con 14 millones de habitantes y una superficie de más de 700.000 kilómetros. Fue el primer caso de un Estado moderno desaparecido por un acuerdo entre sus vecinos y sin que mediara una guerra. Después de las Particiones, Varsovia, que tenía unos 100.000 habitantes, se redujo a una semi desierta ciudad fronteriza prusiana.
Las guerras revolucionarias francesas revivieron brevemente una Polonia empequeñecida como Ducado de Varsovia (1807-1815) al amparo de Napoleón, ya emperador, que buscaba aliados fieles en sus campañas contra las monarquías tradicionales. De esta manera, el nacionalismo polaco se vinculó a Napoleón, al contrario que el ruso y el español. Por ello, los polacos nutrieron los ejércitos franceses. En España hubo 20.000 soldados polacos y en Rusia otros 100.000. El Congreso de Viena deshizo esta entidad y el zar Alejandro I se atribuyó el título de rey de Polonia.
A lo largo del siglo XIX, se produjeron varias sublevaciones, pero todas fueron aplastadas. En el alzamiento de 1863-1864, en el que participaron también lituanos, el zar Alejandro II desplegó en el reino de Polonia 400.000 soldados, la mitad del ejército imperial.
El canciller Bismarck prosiguió la disolución de monasterios y conventos católicos. En 1886 el Gobierno prusiano estableció un fondo para comprar tierras a los propietarios polacos y dárselas a colonos de lengua alemana. Pero el Partido Democrático Nacional (fundado en 1897) consiguió controlar los diputados polacos del Reichstag.
En cambio, el emperador Francisco José I aprobó la transferencia de competencias a los polacos de Galitzia, situada en Cisleithania (la parte de la Monarquía Dual cuya administración correspondía a Viena), debido a su lealtad a la corona. Por ello, fue el único suelo polaco donde brotó una expresión política y cultural libre. El ministro del Gobierno que representaba a esta región fue siempre un polaco.
Guerra entre las potencias de las Particiones
Cuando estalló la Gran Guerra, los polacos estaban divididos no sólo entre tres Estados. La mayoría de los polacos vivía sometida al zar; los polacos de Galitizia eran los que gozaban de mayor autogobierno; por últimos los polacos en Prusia eran los más ricos y mejor organizados, también para resistir a los prusianos. Los factores de división eran numerosos: político (anti-rusos, pro-eslavos; conservadores, liberales, y socialistas), económico, legislativo, religioso… Los principales factores de unión eran una lengua desarrollada, el sentimiento nacional, las tradiciones y la Iglesia católica.
En 1914, por primera vez las tres potencias que habían realizado las Particiones estaban en guerra entre ellas. Numerosos polacos comprendieron que tenían la ocasión de liberarse, aunque pagando un precio de sangre.

Entre los patriotas más activos, destacó Józef Piłsudski (1867-1935), nacido como súbdito del zar en una familia noble luego arruinada. Socialista, republicano y anti-ruso, su fanatismo le llevó a atacar a sus propios correligionarios socialistas. Huyó a Austria en 1908 y, con permiso de Viena, formó una unidad de voluntarios con adiestramiento militar (unos 10.000 fusileros), que se comprometieron a combatir a los rusos en caso de guerra. Sin embargo, cuando en agosto de 1914 Pilsudski penetró en la Polonia rusa, los campesinos no se le unieron.
Los combatientes trataron de atraerse a los polacos. En agosto de 1915, Alemania y Austria ocuparon toda la antigua Polonia. El 5 de noviembre de ese año, los emperadores Francisco José y Guillermo anunciaron la restauración del reino de Polonia como monarquía constitucional, aunque no fijaron sus fronteras ni la persona del rey. El 1 de enero de 1917, el zar Nicolás II replicó con el ofrecimiento de una Polonia unificada territorialmente pero unida al Imperio ruso. En agosto, se formó en París el Comité Nacional Polaco bajo la presidencia de Roman Dmwoski, jefe del Partido Nacional Democrático. El Gobierno bolchevique se mostró a favor de una Polonia independiente y el presidente Wilson incluyó entre sus Catorce Puntos una Polonia soberana y con salida el mar.
Armisticio e independencia
Al rendirse de los Imperios Centrales, los polacos volvieron a tener un país independiente. Las tropas polacas desarmaron a la guarnición alemana de Varsovia. El día en que Berlín solicitó el armisticio, el 11 de noviembre, se celebra como Día de la Independencia. Para alcanzar ésta habían muerto en torno a 400.000 polacos en la Gran Guerra.
Las armas solo callaron en el frente occidental. Durante los años siguientes, al este de Fiume y de Munich, se libraron más guerras, fuese para asentar nuevas naciones, para establecer purezas étnicas o para difundir la revolución.
En 1919, se celebraron en Polonia elecciones por sufragio universal y con ley proporcional. El boicot comunista fracasó y fueron un éxito. En el Tratado de Versalles, la república recibió el corredor que le daba costa en el Báltico; y la ciudad de Danzig, históricamente polaca, pero poblada por prusianos, se declaró ciudad libre.
Freno al Ejército Rojo
Pilsudski, jefe del Estado y del Ejército, deseaba la federación en un enorme Estado de Polonia, los países bálticos, Bielorrusia y Ucrania (Idea Jagellón) para sobrevivir a Rusia y Alemania. Como parte de este plan, en 1920 Polonia reconoció la independencia de Ucrania y Pilduski estableció una alianza con Simon Petliura, líder de República Popular de Ucrania, que aceptó ceder la República Occidental de Ucrania, constituida sobre el territorio dominado por los Habsburgo y con capital en Leópolis/Lvov.

En abril, comenzó una ofensiva de los dos aliados contra el Ejército Rojo recién fundado, que les llevó el 7 de mayo a Kiev. Sin embargo, los soviéticos, dirigidos por Trotski, contraatacaron con tal impulso que el 13 de junio conquistaron Kiev y en agosto se encontraban a las puertas de Varsovia. Lenin planeaba arrollar a los polacos y conducir al Ejército Rojo hasta Berlín para provocar la revolución mundial.
El 15 de agosto Pilsudski dirigió un ataque desde el sur de Varsovia contra las fuerzas sitiadoras: el milagro del Vístula. Fue la última batalla entre unidades de caballería. Los polacos obtuvieron su mayor victoria desde que Juan III Sobieski derrotó en 1683 a los turcos que sitiaban Viena. A su vez, empezó un avance polaco, que asustó a los soviéticos.
El Tratado de Riga (1921) terminó la guerra ruso-polaca y estableció las fronteras entre ambos países, unos 250 kilómetros al este de la ‘línea Curzon’, propuesta por el Gobierno británico el año anterior durante la tregua entre ambos ejércitos.
Polonia se extendía sobre casi 400.000 kilómetros cuadrados. De su población de 27 millones, un tercio correspondía a minorías: ucranianos, bielorrusos, judíos, alemanes, lituanos… Los vencedores de la Gran Guerra, que habían disuelto cuatro imperios en aras al principio de autodeterminación, solo habían conseguido enquistar el problema. Casi todos los nuevos Estados incluían minorías más o menos rebeldes. Alemania y Hungría convirtieron la reunificación con los compatriotas que habían quedado fuera de sus fronteras en la guía de su política exterior.
Entre sus vecinos, los polacos solo mantuvieron buenas relaciones con el reino de Rumanía (donde se refugiaron muchos después de la invasión por Hitler y Stalin) y la república de Letonia. Por ello, establecieron una alianza con Francia.
La libertad de Polonia solo fue posible por la derrota en la Primera Guerra Mundial de las potencias que la habían ocupado. En cuanto Alemania, con Austria dentro de sí, y Rusia, convertida en la URSS, se alzaron sobre sus ruinas, Polonia volvió a estar en peligro. A los 20 años de su independencia, el país de nuevo fue desmembrado, aunque con tal crueldad por parte de comunistas y nacional-socialistas que hizo pensar en la desaparición de su pueblo.