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Pedro de Tena

La tumba del hombre que nunca existió no se quedará sin flores en Huelva

La hija y la nieta de Isabel Naylor continuarán la ofrenda floral en el cementerio de la Soledad

La hija y la nieta de Isabel Naylor continuarán la ofrenda floral en el cementerio de la Soledad
Tumba sin flores | Pixabay

Paradójicamente, el hombre que nunca existió existe de un modo peculiar y tiene tumba en el Cementerio de la Soledad de Huelva. Aunque no ha existido al modo acostumbrado, la enigmática personalidad del inexistente William Martin, diseñada por los servicios secretos británicos, ha dado origen a bastantes libros, reportajes e incluso a una película que dirigió en 1956, Robert Neame, no demasiado conocida en España, aunque logró el premio BAFTA al mejor guión y compitió por la Palma de Oro del Festival de Cannes.

Este hombre, que nunca existió realmente, se ha quedado sin las flores que le ha llevado desde los 14 años la británico-española Isabel Naylor de Méndez, que acaba de morir a los 86 años. La ofrenda floral la comenzó realmente su padre, Thomas L. Naylor, un trabajador inglés de la Rio Tinto Company Limited que veneró al supuesto compatriota británico muerto en acción de guerra contra Hitler y que fue encontrado en aguas de la costa onubense en 1943. Ahora, será su hija Gladys Méndez quien deposite flores rojas junto a su lápida todos los meses de noviembre. Y le seguirá su nieta.

No sólo ha sido la muerte de Isabel Naylor la que ha devuelto a la actualidad al hombre que nunca existió, sino que se va a pedir formalmente en el Parlamento andaluz, mediante una proposición no de ley, para que se reconozca la figura de William Martin. A pesar de no existir, Martin logró convencer a los militares hitlerianos de que el desembarco aliado en el Sur de Europa iba a producirse, no en Sicilia, sino en Grecia. Con tanta convicción lo ha expresado el vicepresidente del Parlamento andaluz, Julio Díaz, que ha parecido real que "luchó contra el totalitarismo, la democracia y las libertades en la Segunda Guerra Mundial".

En verdad, el hombre que nunca existió obtuvo de los servicios secretos británicos, en una operación realmente brillante e inteligente conocida como Operación Mincemeat, Carne picada, la personalidad necesaria para que los espías nazis presentes en España creyeran que el cadáver rescatado de la costa onubense era realmente el de un oficial del ejército de Gran Bretaña y que la información que guardaba en un portafolios era real. El resultado fue extraordinario.

Se cuenta en el libro Alberto Mazzuca, Hitler muerde el anzuelo. Normandía: la trama oculta del Día D que, en la mañana del 30 de abril de 1943, un joven pescador de origen portugués de veinticuatro años, José Antonio Rey (o Rei) María, zarpó de la localidad onubense de Punta Umbría con destino a la laguna del Portil para pescar sardinas. De pronto, vio un cuerpo a la deriva, nada anormal porque siempre cabía esperar la presencia de restos de aviones derribados.

El cadáver estaba bien conservado, enfundado en un uniforme británico, con un chaleco salvavidas del tipo Mae West (por los pechos legendarios de la actriz Mae West) y tenía encadenado a su cuerpo un portafolios. El pescador andaluz subió el cadáver a su embarcación e informó a la Guardia Civil. De ahí los primeros datos pasaron a la Comandancia de Marina, al Alto Estado Mayor. Finalmente, fue el comandante de caballería José Gómez de Barreda el encargado de las certificaciones correspondientes. Nadie podía suponer que todo era una ficción ideada por el MI5 y aprobada por el propio Winston Churchill.

Identificado como William Martin, capitán de los Royal Marines, el cadáver se subió a lomos de un burro que lo trasladó desde la costa hasta Regimiento de Infantería 72°, de donde saldría rumbo al puerto de Huelva. La autopsia preceptiva iba a serle practicada por el doctor Eduardo Fernández del Torno en presencia del comandante Gómez de Barreda.

Naturalmente, los espías alemanes de la zona, muy diligentes y libres de movimientos en el régimen franquista de los primeros años, no tardaron en conocer lo que creyeron que había ocurrido: un accidente aéreo que produjo la muerte del supuesto oficial William Martin. Entre los papeles encontrados en su portafolio había notas que certificaban que Sicilia era un lugar simulado para el desembarco real de las tropas aliadas que tendría lugar en Grecia.

Gregorio Doval cuenta en su libro Fraudes, engaños y timos de la historia que, en realidad, aquel William Martin nunca existió. Fue, eso sí, "el protagonista imaginario de una sutil y delicada operación de inteligencia militar, ideada y dirigida por Ewen Montagu, oficial del Servicio de Seguridad británico" destinada a confundir a Hitler y sus generales sobre el lugar del desembarco aliado.

Por eso, Montagu y su equipo contaron después haber preparado el cadáver de un vagabundo galés para el montaje de la farsa. Su nombre real, según el servicio secreto de su Majestad, era Glyndwr Michael. Pero sigue siendo la versión militar británica y por ello escasamente fiable.

De hecho, se extendió la idea de que había muerto tras ingerir un matarratas (en otras versiones, de pulmonía) y que le manipularon para que pareciera que había muerto ahogado. El problema es que eso no se le hubiera pasado por alto al médico español en su autopsia, que reveló que, en efecto, la muerte le habría sobrevenido por sumersión. Tampoco lo hubieran creído los médicos nazis que le practicaron una segunda autopsia para cerciorarse.

Por ello, dos estudiosos onubenses, Jesús Ramírez Copeiro y Enrique Nielsen, en su libro William Martin, Crónica de la Operación Carne Picada, publicado en 2017), niegan tal versión y apoyan la de los escoceses Colin Gibbon y John Steele. Según esta hipótesis, el cadáver colocado estratégicamente en las corrientes marinas de Huelva para que llegara a la costa, fue el de un marino llamado John Melville, fallecido el 27 de marzo de 1943 en el hundimiento del portaviones Dasher, un desastre para el gobierno británico.

Copeiro y Nielsen, que reivindican el papel histórico más que relevante que prestó aquel hombre, independientemente de su nombre real, creen que el oficial de inteligencia Ewen Montagu ni en los periódicos ni en el libro The man who never was, contó la verdad y que en el empeño de distorsionar los hechos estuvo siempre presente la figura de Winston Churchill.

En la versión oficial, el vagabundo Glyndwr Michael no tenía hijos y su cuerpo fue recogido por el servicio secreto, pero en realidad, dicen los autores onubenses, el cuerpo fue robado sin permiso de sus familiares lo que, incluso en tiempo de guerra, era un delito. Por si fuera poco, John Melville, que efectivamente habría muerto ahogado, tenía mujer e hija. Esto es, que el gobierno británico quiso ocultar que había infringido la ley para llevar a cabo su plan.

Lo cierto es que los nazis, Hitler incluido, que siempre estuvo al tanto del incidente, se tragaron la patraña diseñada y que el desembarco aliado en Sicilia fue más cómodo de lo que hubiera sido en otro caso. Pero de ser cierta esta versión, en la tumba del cementerio de la Soledad de Huelva en realidad no habría tal muerto porque el cuerpo enterrado, el cebo de la operación, fue robado por el cónsul y espía alemán en Huelva, Adolf Clauss, y llegó en un submarino a La Spezia, en Italia, para ser analizado por los nazis, análisis que fue el que finalmente convenció a Hitler de la veracidad de la trola británica.

El secreto sigue guardado en el número 10 de Downing Street. Se ha impedido la publicación de algún libro dispuesto a revelar algo no conveniente para el reino y se ha permitido la edición de otros que no añaden nada. Lo cierto es que el muerto, fuese quien fuese, prestó un gran servicio a la causa de los aliados en un momento decisivo de la Segunda Guerra Mundial.

El año pasado se celebró el 75 aniversario de la supuesta muerte de aquel hombre que nunca existió que fue declarado Acontecimiento de Excepcional Interés Público por el gobierno de Mariano Rajoy tras solicitarlo el Ayuntamiento de Punta Umbría cerca de cuyas playas fue encontrado.

En cementerio de Nuestra Señora de la Soledad de Huelva había una lápida en el suelo donde se lee: "'William Martin. Nacido el 25 de marzo de 1907 y muerto el 24 de abril de 1943. Hijo adorado de John Glydwyr Martin y de la difunta Antonia Martin de Cartiff Gallos. Dulce et decorum est pro patria mori. Requiescat in pace'". Era la historia contada por Ewen Montagu en su libro publicado en 1953 sobre el que se trazó el guión de la película. Desde 1996 se añadió el nombre de Glyndwr Michael.

Las flores de Isabel Naylor

Aquella operación Carne Picada no podría haber tenido éxito de no contar Gran Bretaña con una importante colonia de residentes y descendientes de británicos en la comarca de Rio Tinto, en Huelva. Por ello, tanto el municipio de Minas de Riotinto como el de Punta Umbría están de luto por el fallecimiento de Isabel Naylor de Méndez, la mujer que ha llevado flores rojas a la tumba de William Martin durante casi siete décadas, los últimos años acompañada de su hija y su nieta.

En aquellos "british" huelvanos se apoyó el servicio secreto de Gran Bretaña para comprobar si los espías alemanes habían tenido conocimiento del cuerpo del hombre que nunca existió y de sus movimientos, conocimiento que era esencial para comprobar si habían caído en la trampa y la ruta de Sicilia quedaba expedita para la formación de un nuevo frente europeo en la guerra.

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Isabel Naylor poniendo flores en la tumba del hombre que nunca existió

Sus sucesores hispano-británicos son entusiastas de su memoria y de la historia de su comunidad en la provincia de Huelva. Una de las más activas en estas tareas era Isabel Naylor de Méndez junto con John Philip Hunt, y así lo reconoce el libro de María Dolores Carrasco Canelo sobre la existencia de una biblioteca victoriana en Minas de Rio Tinto.

En una nota del libro dice que "con Isabel Naylor de Méndez se relaciona además el enigma de William Martin, ciudadano inglés, a cuya tumba en el cementerio de la Soledad de Huelva llevaba Naylor flores frescas periódicamente. Sobre él se fundamenta una curiosa historia de espionaje de la Segunda Guerra Mundial", que se recoge en los libros Huelva en la Segunda Guerra Mundial, de Jesús Ramírez Copeiro del Villar y El enigma de William Martín, de José María Segovia Azcárate.

Naylor, ama de casa educada en el famoso barrio inglés-onubense de Bella Vista, madre de seis hijos, conferenciante y escritora, fue distinguida con la Medalla de Oro de la Provincia en 2013 por la Diputación Provincial de Huelva. 13 años antes había sido esclarecida con la Medalla de Oro y la Orden del Imperio británico, la segunda en relevancia de la nación, que entrega la reina en persona, por su perseverancia y compromiso con el trabajo del espionaje inglés en el caso de William Martin. El pasado mes de enero le fue concedida la Medalla de la Ciudad de Huelva 2019.

Siguió llevando flores el primer domingo de noviembre a la lápida renovada desde 1996, cuando tras la desclasificación de algunos documentos, se aceptó que el cuerpo realmente enterrado es el de Glyndwr Michael y se inscribió tal nombre en la parte baja de la losa. Era una petición que le había hecho su padre antes de morir, impresionado y agradecido por el servicio prestado por aquel desconocido al Imperio Británico y a los aliados, fuese quien fuese su auténtico nombre.

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