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Ricardo Artola

No digas que fue un sueño

El triunfo espacial fue un reflejo de la superioridad encarnada por Estados Unidos y del estrepitoso fracaso del modelo soviético.

El triunfo espacial fue un reflejo de la superioridad encarnada por Estados Unidos y del estrepitoso fracaso del modelo soviético.
Neil Armstrong, Michael Collins y Buzz Aldrin suben a la furgoneta de transporte hacia el Complejo de Lanzamiento 39 | Cordon Press

La Carrera espacial fue la confrontación pacífica y de prestigio entre Estados Unidos y la Unión Soviética entre octubre de 1957 y julio de 1969. La inició de facto este último país al lanzar el primer Sputnik y poner en marcha la presencia del ser humano en el espacio. Tuvo un eco que sorprendió a sus propios artífices y generó un clima de histeria, muy propio de la Guerra fría, en Estados Unidos.

A diferencia de las películas de Hollywood, a "los buenos" les costó dar la vuelta a la tortilla. Durante varios años los soviéticos siguieron consiguiendo primicias en el espacio: primer ser vivo (la perra Laika), primer ser humano (el cosmonauta Yuri Gagarin y su sonrisa espacial), primer paseo en el espacio (la agobiante salida de la nave y posterior reentrada de Alekséi Leonov), etc.

Sin embargo, los soviéticos estaban haciendo de las suyas, como de costumbre. En realidad, no tenían un programa espacial coherente, un objetivo claro a medio plazo. El secretario general de la época (Nikita Jruschev) se había dado cuenta del impacto propagandístico de sus logros espaciales y los utilizaba como auténtica campaña de marketing en el tablero mundial.

Por su parte, los estadounidenses empezaron a trabajar seriamente (con la inestimable ayuda de Wernher von Braun) para conseguir cohetes lo suficientemente potentes y seguros como para lanzar en ellos a seres humanos. Y, sobre todo, a partir del discurso del presidente Kennedy de 1962 tuvieron una meta que alcanzar. Si tienen oportunidad, véanlo, existe en Youtube. Quizá yo esté condicionado, pero me parece muy emocionante.

A pesar del accidente del Apollo 1 en tierra, la segunda mitad de los 60 fue la época dorada de Estados Unidos en el espacio. Su contrincante se quedó rezagado y se fue haciendo cada vez más pequeño en el retrovisor, mientras que, una vez tomado el camino, EE.UU lo siguió de forma modélica hasta ese mítico 20 de julio de 1969 en que Armstrong bajó del Módulo lunar y puso pie en la Luna. Sin embargo, la misión no terminó hasta unos días después, con el regreso de los tres astronautas, "sanos y salvos" como había pedido Kennedy en el 62.

Siempre sostengo que hay que aprovechar las conmemoraciones o los aniversarios para actualizar y ordenar nuestros conocimientos sobre el fenómeno recordado y ofrecérselo, de manera divulgativa, al lector de cada momento.

1969... 1989... 2019

Obviamente, no se puede recordar del mismo modo la llegada del hombre a la Luna en su 20 aniversario (1989), cuando se empezaba a resquebrajar el bloque soviético, que en 2019 cuando ese régimen es una pesadilla enterrada.

Esto es muy relevante en la medida en que se consideró que la "disputa espacial", era una confrontación de prestigio entre dos bloques económicos, políticos e ideológicos. Los que nunca pierden una oportunidad de denostar a Estados Unidos (y por extensión al mundo que representa) se frotaban las manos a finales de los años 50 y principios de los 60, cuando el programa soviético iba muy por delante del estadounidense. Pero cuando los segundos adelantaron y arrasaron en la meta, nadie se acordó de decir que la victoria también lo era de un modo de vida, que el triunfo espacial era un reflejo de la superioridad encarnada por Estados Unidos y del estrepitoso fracaso del modelo soviético. Aún faltaban dos décadas para que lo que veíamos en el espacio se plasmara en la tierra. No hace falta recordar que en 1989 alguien dio una patada a un muro supuestamente irrompible…y se cayó.

Creo que la conmemoración del 50 aniversario del Apollo 11 es una excelente oportunidad para que nos conjuremos todos (empezando por los periodistas) y no volvamos a hablar nunca más de los escépticos, los negacionistas de la llegada del hombre a la Luna. Puedo entender que, en su momento, creara incredulidad porque la verdad es que lo conseguido por la NASA en menos de una década fue asombroso. Sin embargo, cincuenta años después, cuando cualquiera de nosotros lleva en su bolsillo (en forma de móvil) una capacidad de procesamiento muy superior a la del centro de mando de Houston (sí, el de "tenemos un problema") en la época del Apollo, ha llegado la hora de dejar de hablar de esa tontería.

Sí puedo recomendarles el magnífico vídeo de la cadena francoalemena Arte (Operación Luna) en que se desmontaba el escepticismo creando un falso documental donde aparecen figuras de la talla de Aldrin, Kissinger o Rumsfield, como si hubieran participado en una farsa. Solo al final se desmonta el engaño, a la manera de las tomas falsas. Una divertida y desmitificadora forma de desenmascarar a los pesados de los escépticos.

A pesar del logro estadounidense, la carrera espacial era una calle sin salida y de ahí uno de sus lastres. No había un paso siguiente al de la llegada a la Luna. Volver allí sucesivas veces (como se hizo en las misiones 12 y 14 a 17) no añadía sustancialmente nada nuevo a lo logrado por el Apollo 11. Marte estaba muy lejos (y sigue estándolo) y más allá no digamos. A veces se dice: "Vamos a volver a la Luna en 2025", por ejemplo, y yo siempre me pregunto: ¿Para qué? No he encontrado la respuesta, pero tampoco creo que la tengan en la última planta de la sede de la NASA en Washington. Sin un objetivo claro, alcanzable, financiable y con retorno, no tiene sentido iniciar un programa espacial de la ambición del Apollo y no se hará. El resto son declaraciones de aniversario.

En años posteriores al Apollo 11 se puso de moda en Estados Unidos decir: "Si hemos ido a la Luna por qué no podemos…" Cada cual rellenaba los puntos suspensivos con lo que más le interesara: acabar con las enfermedades, dar de comer a todo el planeta o lo que fuera. La respuesta es muy sencilla: por el dinero. Si se hubiera puesto el cerro de dólares que se invirtió en la NASA durante su primera década de vida en otros proyectos, probablemente también se hubieran logrado.

Solo nos queda decir: "Que viva Apollo, que nos hizo soñar, aunque no repita".

Ricardo Artola es autor de La carrera espacial. Del Sputnik al Apollo 11 (Alianza Editorial, 2009)

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