y ciertamente me parece que la empresa de las columnas de Hércules que trahe con el mote PLUS ULTRA, no solamente ha sobrepujado de gravedad y hermosura a la empresa del eslavón que trahía el agüelo, mas aún también a todas las otras empresas que han trahído hasta oy los otros príncipes y reyes"
(Paulo Jovio, Diálogo de las empresas militares y amorosas, ediciones Polifemo, 2012, p. 153)
El día 8 de octubre de 1565 marca el hito más importante de la presencia española en el Océano Pacífíco. Lo que empezó el 10 de agosto de 1519 en Sevilla, con la partida la expedición de Magallanes hacia la Especiería, culmina ese 8 de octubre cuando la nao San Pedro, pilotada por Rodrigo de Espinosa, aunque tutelado permanentemente por Andrés de Urdaneta, llega a Acapulco llevando a buen término el llamado "tornaviaje" que permitía la vía de vuelta desde Filipinas a Nueva España. Por fin la parte de Asia que se supone caía en el hemisferio español (las propias Filipinas, Nueva Guinea, Borneo, etc…) podría conectarse náuticamente con la Nueva España, y ello tras cuarenta años de varios intentos sin éxito (el primero de ellos por parte de la nao capitana de la expedición de Magallanes, la Trinidad, con otro Espinosa al frente como capitán). Con el "tornaviaje" de Urdaneta, que unió Cebú con Acapulco, el Pacífico se hacía transitable para la navegación española, al poder ir y volver por él, siempre por el hemisferio español, sin que la vuelta a territorio español dependiera de Portugal. El Pacífico se convertía, ahora sí, en lo que el historiador australiano Oskar Spate llamó, algo hiperbólicamente, el "lago español". La ruta abierta por Urdaneta, que después recorrió el llamado Galeón de Manila durante tres siglos, había hecho de la masa oceánica de agua más vasta del planeta un "lago", un mar interior suyo (mare nostrum), al verse todas sus orillas, con las numerosas expediciones que a partir de este momento se pudieron emprender, envueltas por el dominio español. Tan solo Australia, Birmania y Nueva Zelanda, que no es poco, permanecieron inexploradas para los nautas españoles (si bien Vaz de Torres, con el descubrimiento del estrecho entre Nueva Guinea y Australia, que hoy lleva su nombre, avistó la costa australiana por la parte de la península del cabo York).
Lo curioso es que el Pacífico fue invisible para la cosmografía hasta que la expedición magallánica no lo fijó en los mapas, en todo su extensión. Los cálculos del volumen del orbe terrestre, hasta Colón, no contaban ni con un continente interpuesto, el americano, ni tampoco con una masa de agua tan enorme igualmente interpuesta entre Europa y Asia (véase el globo famoso de Martin Behaim), de tal modo que, del otro lado del continente americano, una vez hallado este (y desechada definitivamente su interpretación "asiática"), se suponía que ya se encontraba el mar de la India (o sea, el océano Índico). Vasco Núñez de Balboa lo llamará "mar del Sur" al verlo por primera vez en 1513 desde el istmo del Darein (hoy Panamá), probablemente identificándolo con ese mar de la India, y a continuación tomará posesión de él en nombre de Castilla considerándolo siempre como tal mar austral ("aprehendo la posesión de mares e tierras e costas e puertos e islas australes"), sin saber en cualquier caso, ni mucho menos, de su extensión.
Cuando el 27 de noviembre de 1520, tras culminar la travesía de veinte días del estrecho llamado en principio de "Todos los Santos", la expedición capitaneada por Magallanes accede por primera vez a ese "mar del sur", y tienen que atravesarlo, entonces se descubren sus verdaderas dimensiones (sin tener claro, aún, de todos modos, que represente un "mar" distinto del mar de la India). Así, hasta que el 1 de marzo de 1521 la expedición no llega a las islas de los Ladrones (hoy Marianas) pasan cinco largos meses de dura travesía en esas soledades oceánicas (recordemos que el Atlántico se atraviesa en dos meses), durante la que aparecieron el hambre y la enfermedad (el escurbuto), superadas gracias a las previsiones de Magallanes al racionar el alimento antes de embocar el estrecho. Fue una travesía, en cualquier caso, anómalamente tranquila, desde el punto de vista climático, dadas las excepcionales condiciones atmosféricas y marinas de las que gozaron (como explica muy bien José Luis Comellas en su magnífico libro La primera vuelta al mundo, Ed. Encuentro), motivo por el cual dieron a ese mar el nombre de "pacífico" (veremos cómo la siguiente expedición que tomó los mismos derroteros tres años después, ya no gozó de tal bonanza climatológica).
Tras la muerte del capitán general en Filipinas, por haberse enzarzado Magallanes en disputas entre los jefecillos locales (y que también costará la vida a buena parte de los principales pilotos y oficiales de la expedición), y con la llegada por fin a las Molucas, después de una navegación vacilante y dudosa por la Insulindia, el afán de los expedicionarios consistirá en tratar de ganar allí una posición consistente, frente a los portugueses, que habían llegado unos años antes por la vía oriental (de la mano de Abreu, Serrano y el propio Magallanes), pero sin tampoco mantener allí una posición muy sólida (a pesar de tener la ventaja de disponer de puertos intermedios). Los españoles se instalan en la isla moluqueña de Tidore, y pactan con el cacique local un acuerdo firmado por el que este se declara "vasallo" del emperador Carlos (es más, el entusiasmo del reyezuelo moluqueño le lleva a rebautizar a la isla de Tidore como "Castilla"), y se pone a disposición de España para la explotación del negocio de las especias. Desde aquí, los dos barcos supervivientes de la expedición, la nao Victoria y la capitana Trinidad, con las bodegas repletas de clavo y otras especias ("el principal objeto de nuestro viaje", dice Pigafetta), inician la vuelta de regreso con cierta premura, sobre todo al ser conocedores de que una escuadra portuguesa les persigue para capturarlos.
La Trinidad, con Gómez de Espinosa al mando y tras partir más tarde al necesitar ser reparada, será finalmente capturada por los portugueses, sin salir de los archipiélagos magallánicos, cuando trataba de regresar a territorio novohispano por la vía por la que habían venido. Un temporal a la salida de las Marianas le hizo tener que regresar y entregarse a los portugueses. De los cincuenta tripulantes tan solo pudieron regresar finalmente a España cuatro personas, entre ellas el propio Gómez de Espinosa, tras una peripecia tremenda a la que le someten los portugueses, que dura años, llevándolos de un lado a otro por toda la Insulindia y la India.
La Victoria, por su parte, comanda por Elcano, que hasta ese momento tuvo un papel muy discreto, realizará esa operación tan audaz de atravesar, ahora sí, todo el mar de la India (el océano Indico), doblar el Cabo de Buena Esperanza y ascender por el Atlántico hasta llegar a la ensenada de Sanlúcar de Barrameda el 6 de septiembre de 1522. Todo ello sin poder hacer escalas, salvo en Cabo Verde, y eludiendo las rutas habituales de los portugueses para no ser capturados. De los cincuenta hombres que salieron de Tidore el 21 de diciembre de 1521, solo dieciocho pisaron tierra española ese día, después de nueve meses de durísima travesía. Ello tendrá por resultado (o más bien resultancia, porque no fue buscado), el logro de la primera circunnavegación del globo, así como el conocimiento de la distribución y medida de los tres océanos en él. Unos océanos que, además, y también esto se pudo comprobar con esta expedición, estaban mutuamente conectados por mar, sin una masa continental terrestre entre ellos que los aislase totalmente unos de otros. En definitiva, quedaba probada la tesis (griega, alejandrina) de la esfericidad de la Tierra tras haberle dado la vuelta sin bajarse de un barco.
La Casa de la Especiería
Ahora bien, antes de partir, Gomez de Espinosa forma una factoría en Tidore, dejando allí un destacamento de unos cincuenta hombres, esperando la llegada de nuevas expediciones para mantener una posición que permitiera defender los intereses de España en el extremo oriental de su demarcación meridiana. Es decir, cuando en Tordesillas, en 1494, se había determinado la "raya" meridiana atlántica por la que el orbe era repartido entre Portugal y Castilla, quedó sin definir la raya del meridiano oriental (el llamado "antimeridiano"). Magallanes, precisamente, había propuesto la expedición al emperador Carlos porque entendía, aconsejado por su amigo Serrano, que la Especiería caía del lado del hemisferio castellano, y que, por tanto, era necesario ganar el paso estrecho que atravesara el continente americano para llegar al Oriente, y poder defender la demarcación castellana del "antimeridiano" frente a Portugal.
Para ello, y como consecuencia del regreso de la Victoria, se produce la disputa sobre el antimeridiano, en Elvas-Badajoz, entre cosmógrafos portugueses y españoles (entre ellos el propio Elcano) que no llegará a una resolución clara. Como quiera que la cosa se tiene que resolver por la vía del hecho consumado, los españoles tienen que volver para consolidar la posición. Así, con este objetivo, se fundará en La Coruña la Casa de la Especiería (equivalente a la Casa de contratación sevillana, pero para los temas asiáticos, y no americanos), y desde el puerto gallego se organizará la siguiente expedición con Jofré de Loaysa como capitán general, y Elcano como piloto mayor, que, de nuevo, volvía al escenario en donde había encontrado la gloria (y enseguida la muerte). Con él, como pupilo suyo, se embarcará su joven paisano (también guipuzcoano, y de diecisiete años) Andrés de Urdaneta.
La expedición, de siete naves y 450 hombres, tuvo muchas más dificultades, llegando finalmente a las Molucas tan solo una de las siete, la capitana Santa María de la Victoria (de nuevo ese nombre), aunque llevándose por delante, al atravesar el Pacífico, a Loaysa y a Elcano ("Lunes a seis días de agosto [de 1526] falleció el magnífico señor Juan Sebastián Elcano", anota lacónico Urdaneta en su relación). Alonso de Salazar dirigirá lo que queda de la armada, pero fallece también al poco de partir de las Marianas en dirección a las Molucas. Finalmente, tan solo un centenar de hombres logran ganar de nuevo la posición en Tidore, con otro vasco, Martín Íñiguez Zarquizano (o Carquizano) al mando, y después de que los portugueses hubieran desmantelado la factoría española allí instalada por Gómez de Espinosa, en el viaje anterior.
La entereza de este puñado de españoles al otro lado del mundo fue realmente formidable, pudiendo muy bien quedar representada en las palabras de arenga que, según pone en su boca Urdaneta, Zarquizano dirige a sus hombres antes de enfrentarse a una expedición portuguesa que quería expulsarles: "Que nunca Dios quisiese que nosotros fuésemos en rehusar de cumplir lo que su Majestad decía en el mote de la divisa de las columnas: Plus Ultra" (reproducida por Urdaneta, apud. Urdaneta, el dominador de los espacios del océano Pacífico, José de Arteche, ed. Espasa, 1943, p. 68). Esa divisa, plus ultra, representaba todo el programa global, esférico, de penetración oceánica, más allá de las columnas de Hercules, más allá del ámbito mediterráneo, que España trataba de defender, y que aquellos hombres, en efecto, defendieron.
La actividad de Urdaneta es frenética durante este tiempo, en el que los españoles, con la rivalidad y hostilidad portuguesas, terminarán haciéndose un hueco de resistencia en Tidore, primero, y en Gilolo, después, ya con Hernando de la Torre al mando (tras el fallecimiento de Zarquizano). Urdaneta mostrará todas sus dotes como marino, pero también como soldado, como explorador con un físico a prueba de bombas ("quién sabe lo que puede un cuerpo", cabría decir aquí, en referencia a estas personalidades, parafraseando a Spinoza). Todo el bagaje adquirido aquí, en los varios años que estuvo en la región, fue lo que le permitió, cuarenta años más tarde, trazar el "tornaviaje".
"Todos los demás eran ya muertos"
Finalmente, en 1529, con la firma del Tratado de Zaragoza, Carlos I vende las Molucas (cuya propiedad había sido ganada diplomáticamente) a los portugueses, y por lo tanto los pocos hombres que quedaban allí tenían que regresar, llevados por las autoridades portuguesas. "Los castellanos que nos hallamos en Gilolo este día éramos diez y siete hombres, que todos los demás eran ya muertos", dice Urdaneta.
Por fin, en 1536, once años después de su partida, Urdaneta regresa a la península con sus compañeros, tras dar también la vuelta al mundo, pero de la mano de los portugueses, que requisan todo el material náutico, cartográfico y cosmográfico acumulado por la Santa María de la Victoria.
Los portugueses no contaron con que Urdaneta, además, tenía buena memoria y reconstruyó prácticamente toda la documentación perdida. Treinta años después, y ya como monje agustino, es requerido por Felipe II, tras el nuevo fracaso cosechado por la expedición de Villalobos, para dar por fin con ese dichoso "tornaviaje" que permitiera una navegación franca por el Pacifico para los españoles.
Urdaneta lo vio claro, escogió capitán general para la nueva expedición (otro paisano, Legazpi), para, partiendo de Nueva España llegar a Cebú, el puerto desde el que Urdaneta decidió la vuelta, el tornaviaje, al mando de la nao San Pedro. El 8 de octubre de 1565, ya lo hemos dicho, llegaba a Acapulco.
El Pacífico era nuestro, mare Nostrum, quedando asegurada una ruta que pudiera permitir la llegada al Oriente desde el Occidente. El proyecto colombino, por fin, se consumaba.