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José C. Rodríguez

Prohibición: el "noble experimento" de innobles consecuencias

Ha sido el mayor éxito y el mayor fracaso de la historia de los movimientos de reforma en los Estados Unidos.

Ha sido el mayor éxito y el mayor fracaso de la historia de los movimientos de reforma en los Estados Unidos.
Agentes de prohibición destruyendo barriles de alcohol en 1921. | Wikipedia

En el invierno de 1929 el alcalde de Berlín, Gustav Boess, visitó Nueva York. Mantuvo una conversación con el alcalde de la gran ciudad americana, James J. Walker, sobre cómo resolvían en Nueva York las demandas de sus vecinos. Entre las preguntas que le hizo Boess, una debió de dejarle muy sorprendido: "¿Cuándo va a empezar la prohibición?" Pero mayor sorpresa se debió de llevar el alemán al enterarse de que la prohibición llevaba cumpliéndose casi una década.

La Enmienda 18 a la Constitución de los Estados Unidos, efectivamente, entró en vigor el 17 de enero de 1920, un día más tarde de que dos tercios de los Estados la aprobasen. La Enmienda prohibía la producción, tráfico y venta de alcohol, aunque no su posesión ni su consumo.

La prohibición, como se le llama sucintamente, ha sido el mayor éxito y el mayor fracaso de la historia de los movimientos de reforma en los Estados Unidos. Éxito, porque incrustar en la Constitución una política que menoscaba los derechos individuales no es algo que los padres fundadores hubieran podido prever. Y fracaso, porque no se cumplió ninguna de las esperanzas que los reformadores pusieron en ella. La prohibición mermaría el consumo de alcohol, y con él todos los males que se le asocian: la baja productividad y el desempleo, el crimen, la pobreza, los problemas de salud… Cerrarían comisarías y cárceles, la moral pública alcanzaría nuevas cotas, de la mano además de una creciente economía.

No sólo los partidarios de la reforma esperaban grandes cambios. Los promotores inmobiliarios invertían en algunos barrios, con los ojos en que la mejora social aumentaría el valor de sus edificios, los teatros se prepararon para la llegada masiva de espectadores, que entretendrían su ganada lucidez con sus representaciones, y los fabricantes de bebidas no alcohólicas esperaban hacer su agosto ese mismo enero.

Nada de eso ocurrió. De hecho, punto por punto, inexorable y minuciosamente, lo que provocó la prohibición fue exactamente todo lo contrario. Al principio, por los datos indirectos que los economistas del momento y los historiadores desde entonces han podido recabar, el consumo se redujo grosso modo en dos tercios. Y eso que el Gobierno Federal no tenía medios para hacerla cumplir: apenas millar y medio de funcionarios para todo el país; cien millones de almas. Pero los estadounidenses estaban acostumbrados a cumplir las leyes, y ésta contaba con el apoyo de una gran mayoría.

Los 'speakeasy'

Pero la sequía, azuzada por una profunda, aunque breve, crisis económica, duró poco. Los estadounidenses retomaron el gusto por consumir alcohol. Pero las condiciones habían cambiado. Ya no podían ir al saloon, pero crecieron como setas los speakeasy en los que poder beber alcohol de contrabando. El historiador Henry Lee calcula que por cada saloon que se cerró en Rochester, Nueva York, se abrieron dos speakeasy. En todo el país ocurría lo mismo. Cuando conversaron los alcaldes Walker y Boess, había en Nueva York más de 100.000 speakeasies. El consumo de alcohol, que había caído de forma consistente antes de la prohibición, se recuperó por completo durante sus últimos años, y después de que fuera derogada.

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La policía de Detroit decomisa el equipo de una cervecería clandestina

Productores y consumidores agudizaron el ingenio para volver a encontrarse, al margen de la ley. Por ejemplo, se vendía whiskey y otros alcoholes en las farmacias, con una etiqueta que advertía que su consumo era sólo para fines médicos. El número de farmacias registradas en Nueva York durante el período (1920-1933) de triplicó. También se vendía mosto concentrado con una explícita receta y una advertencia: "Cuidado, no siga estos pasos o se convertirá en una bebida prohibida por el Gobierno".

Se cumplió la Ley de acero de la prohibición, como la llamó Richard Cowan. Las sustancias prohibidas vuelven al mercado en concentraciones mucho mayores. Por ejemplo, la heroína se vendía en España como antitusivo, y hoy la asociamos a un producto concentrado primero, y rebajado después. El motivo es que la concentración de su efecto facilita el tráfico, cuando es ilegal: hace falta menos cantidad. La cerveza dejó paso a los alcoholes destilados, y los vinos se hicieron más y más concentrados.

Aditivos letales

La producción pasó de las empresas legales a las ilegales, entre las que se encontraba una miríada de casas particulares. Llevaban al mercado lo que se denominó genéricamente moonshine, alcoholes destilados que, por su torpe fabricación, incluían componentes muy tóxicos. Sólo en 1927 murieron 12.000 estadounidenses por intoxicaciones por alcohol.

El colmo fue cuando el propio Gobierno envenenó a sus ciudadanos. La Oficina de Prohibición obligaba a añadir componentes como el jabón u otros en el alcohol para que supiese mal. Esos aditivos resultaron en ocasiones letales, pero hasta entonces las muertes fueron una consecuencia no buscada. Más tarde, al ver el fracaso de su política, optó por envenenar a los ciudadanos a propósito: ordenó que se envenenasen las requisas a los traficantes (bootleggers) y luego se vendiesen como bebidas legales. Aunque es difícil calcular el número de muertes provocado por este programa del gobierno, se calcula que ronda las 10.000 personas. Tampoco logró su propósito de acabar con el consumo.

En estas condiciones, la salud de los estadounidenses no mejoró. Un estudio de la Clínica Mayo de Rochester en 1931 observó que la incidencia de la cirrosis era del 4 por ciento de los alcohólicos, cuando antes nunca había superado el 1,5. Las muertes por alcohol, tras una caída en los primeros años, se recuperaron o crecieron, a diferencia de lo que ocurrió en Europa en aquella larga década de los años 20, o lo que había venido ocurriendo antes de la prohibición.

Alcohol de contrabando

Ningún gasto parecía suficiente. La Oficina de Prohibición pasó de 4,4 a 13,4 millones anuales, más otros tantos de la Guardia Costera destinados a frenar la importación. La ciudad de Chicago, tan cercana a la frontera con Canadá, tenía fácil introducir alcohol de contrabando. Al Capone, que se hizo con el control de la organización criminal de Johnny Torrio en 1925, impuso su ley en la ciudad gracias a los fabulosos beneficios del contrabando del alcohol. Unos beneficios que compartía generosamente con la policía local y con el resto de funcionarios y jueces. En todo el país la corrupción y el crimen alcanzaron nuevas cotas. La tasa de homicidios en las grandes ciudades pasó de 5,4 personas al año por cada 100.000 habitantes en la primera década del siglo a alcanzar los 10 en la ominosa década de los 20. Antes de la Ley Harrison de prohibición de Narcóticos (1914) había 4.000 convictos federales. En 1932, tras la aprobación de sendas prohibiciones, el número alcanzó los 26.589. Dos tercios de los convictos que entraron en prisión en 1930 lo eran por violaciones de la 18 Enmienda y la Ley Volstead.

El efecto quizás más inesperado, aunque no el menos lógico, fue el renacimiento del Ku Klux Klan. El llamado "imperio invisible del sur" asoló los campos vencidos tras la guerra imponiendo el terror. Todos sabemos que su principal objetivo eran los negros, que fueron adquiriendo derechos por la política del Partido Republicano durante la Reconstrucción. Lo que no todo el mundo sabe es que el KKK, como organización que representaba a los blancos protestantes, tenía a católicos y judíos como objeto de sus iras.

La Sociedad Americana para la Promoción de la Sobriedad se creó en 1826 por evangélicos pietistas. Los pietistas creían que la salvación dependía de una actitud del creyente, de su disposición a "nacer de nuevo" renunciando al pecado, cuyo vehículo es el alcohol. También eran postmilenaristas: creían que la anunciada vuelta de Jesús sólo vendrá si la sociedad se ha preparado para ello. Por eso los pietistas impulsaron multitud de reformas, como la abolición de la esclavitud, el voto femenino o la prohibición.

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Herbert Hoover | Wikipedia

Pero la prohibición estaba asociada a otro valor social: el nativismo. La prohibición era un modo de que la población blanca y protestante se reafirmara frente a alemanes e irlandeses, principalmente, y religiosamente frente a católicos y judíos. El KKK, protestante pero no pietista, adquirió un nuevo poder como brazo ejecutor de la prohibición.

Herbert Hoover llamó a la 18 Enmienda "un noble experimento". Noble y ambicioso en sus aspiraciones, pero torpe. La prohibición interrumpe los delicados procesos sociales que sirven para aminorar los problemas que aquejan la sociedad, y desemboca en mayores males de los que quiere solucionar.

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