Alcanzar las islas de las especias, las Molucas, fue uno de los motivos que impulsaron las navegaciones portuguesas al sur del Atlántico y el plan de Cristóbal Colón de atravesar este océano con rumbo a poniente. Cuando Núñez de Balboa descubrió el Pacífico (1513), quedó claro que las Indias eran un continente nuevo y que China, la India y las Molucas estaban al otro lado del nuevo océano.
Fernando de Magallanes propuso al rey Carlos I atravesar el Mar del Sur y llegar al Moluco, cuya situación, dentro del área asignada por el papa a los españoles o los portugueses, no estaba clara. Cinco naves zarparon de Sanlúcar de Barrameda en septiembre de 1519. La travesía del Pacífico les costó más de cien días.
Después de la muerte de Magallanes, quedaron sólo dos naos, la Victoria y la Trinidad. Los españoles se repartieron el viaje. En 1522, Elcano, al mando de la Victoria, se arriesgó a volver a España por la ruta portuguesa y Gonzalo Gómez de Espinosa, nuevo capitán de la Trinidad, trató de regresar a América por el Pacífico. El primero lo logró, pero el segundo no pudo vencer a los vientos y las corrientes contrarias, y al final se entregó a los portugueses. Gómez de Espinosa y cuatro supervivientes más completaron la vuelta al mundo en 1525.
Elcano muere y Urdaneta sobrevive
Como los españoles y los portugueses no se ponían de acuerdo en qué parte del mundo caían las valiosísimas Molucas, la corte española decidió organizar otra expedición. En abril de 1525, Carlos V nombró capitán general de la armada y gobernador de las Molucas a fray García Jofre de Loaysa, comendador de la Orden de San Juan y descendiente del conquistador de Jerusalén Godofredo de Bouillón.
Formaban parte de la expedición Elcano, como piloto mayor, y otro vasco, el joven Andrés Urdaneta, nacido en Villafranca de Ordicia en 1507, hijo de Juan de Ochoa de Urdaneta, alcalde la villa, y de Gracia de Cerain. La expedición, formada por siete naves y 450 tripulantes, zarpó de La Coruña, convertida por privilegio real en sede la Casa de Contratación de la Especiería.
El desastre fue mayor que en la anterior. Fallecieron Laoysa y Elcano, y sólo una nave, la Santa María de la Victoria alcanzó las Molucas. Los portugueses combatieron contra los españoles y éstos al final se rindieron en 1533. Entre el puñado de supervivientes, se encontraba Andrés de Urdaneta.
El 22 de abril de 1529, Carlos V y Juan III aprobaron el Tratado de Zaragoza, por el que el Emperador vendía sus derechos al rey luso por 350.000 ducados de oro de 375 maravedíes cada uno, con la salvedad de que él o cualquiera de sus sucesores podría revertir esa operación mediante el reintegro de la misma cantidad. Mientras el pacto estuviese vigente, el soberano español se comprometía a prohibir a sus súbditos viajar al Maluco y a confiscar los cargamentos de especias que no se trajesen en naves portuguesas.
Aunque el archipiélago de las Filipinas, entonces desconocido por las potencias ibéricas, quedaba en la zona portuguesa, en los años siguientes fue descubierto y colonizado por los españoles y colocado bajo la dependencia del virreinato de la Nueva España.
Los supervivientes de la expedición de Loaysa conocieron la existencia del tratado cuando eran prisioneros de los portugueses en Goa. Se les liberó y regresaron a la Península Ibérica doblando el cabo de Buena Esperanza. Urdaneta aprovechó su prisión para viajar por la inmensa región, conocer las costumbres de los pueblos y tratar de aprender algo de sus idiomas.
En Lisboa, los portugueses le robaron todos sus documentos, diarios y mapas. El vasco escapó a España y denunció el despojo al Consejo de Indias, al que presentó un informe. La segunda vuelta al mundo, concluida en 1536, tardó once largos años, más por las enemistades entre los hombres que por la inmensidad de la naturaleza.
El Rey le pide que salga del convento
El conquistador Pedro de Alvarado, capitán de Hernán Cortés, le contrató para otra expedición al Mar del Sur como piloto. La muerte de Alvarado en 1541 desbarató el proyecto, pero una de sus consecuencias fue que Urdaneta se quedó a vivir en México. Allí, desempeñó diversos cargos y misiones por orden del gran virrey Antonio de Mendoza.
En 1553, en una conducta más frecuente entonces que ahora, Andrés de Urdaneta ingresó en la Orden de los Agustinos.
El segundo virrey de la Nueva España, Luis de Velasco, quiso explorar el Pacífico. Pidió permiso a Felipe II, que le puso la condición de no acercarse a las Molucas. También pidió al rey que convenciese a Urdaneta, el navegante español mejor conocedor del Pacífico, que abandonase el convento para cumplir esta misión. En 1559, Felipe II escribió desde Valladolid una carta al agustino que concluí así:
Yo vos ruego y encargo que vais en dichos navíos y hagáis lo que por el dicho Virrey os fuere ordenado, que además del servicio que hareis a Nuestro Señor yo seré muy servido, y mandaré tener cuenta con ello para que recibáis merced en hobiere lugar.
En noviembre de 1564, una expedición de cinco buques y unos 350 hombres, al mando de Miguel López de Legazpi y con Urdaneta como piloto, zarpó de Barra de Navidad. Después de atravesar el Pacífico (en lo que tardaron más de tres meses) y recalar en Guam, los españoles llegaron a las Filipinas.
El 1 de junio de 1565, Urdaneta y el nieto de Legazpi zarparon en la nao San Pedro de la isla de Cebú. Singlaron al norte, hasta encontrar la corriente cálida de Kuroshio, que les condujo hasta el norte del Japón. Luego, empujados por vientos del oeste aproaron hacia Norteamérica. Avistaron la costa de California (la isla de Santa Rosa) el 18 de septiembre. Costeando al sur alcanzaron el puerto de Acapulco, ya territorio civilizado y español, el 1 de octubre. Tardaron 122 jornadas, recorrieron más de 7.600 millas náuticas y en el viaje murieron dieciséis hombres.
La ruta Manila-Acapulco
Urdaneta no acabó ahí sus viajes. Volvió a España para dar cuenta del tornaviaje a la corte y la Casa de Contratación de Sevilla y, una vez cumplido este deber, regresó a su convento, donde falleció el 3 de junio de 1568.
En 1571, López de Legazpi fundó la ciudad de Manila, futuro principal puerto del Imperio español en Asia. Y en 1572 se abrió la ceca de la Villa Imperial de Potosí, que se dedicó a acuñar moneda, sobre todo los célebres reales de plata, junto con la ceca de México, fundada en 1535. Con los dos puertos establecidos, Manila y Acapulco, comenzó la más larga ruta transoceánica, que duró hasta 1815.
Por hacer posible el comercio y la comunicación entre Asia y América y Europa a través del Pacífico, el historiador hispano-británico considera a Urdaneta, "una figura primordial en la historia de la humanidad".
(Páginas extraídas del libro Eso no estaba en mi libro de historia del Imperio español.)