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Pedro de Tena

Gareth Jones, Orwell y la Ley del Agujero de la Memoria

Esta Ley del Agujero de la Memoria es el mayor ataque a la democracia que yo he conocido desde el franquismo.

Esta Ley del Agujero de la Memoria es el mayor ataque a la democracia que yo he conocido desde el franquismo.
Imagen de la película 'Mr. Jones', de Holland | Youtube

En 1935, mucho antes que quien conocemos por George Orwell denunciara el horror del comunismo ruso en Rebelión en la granja (1945) y 1984 (1949) - por aquel tiempo seguía seducido por el comunismo como una buena porción de escritores y periodistas -, tuvo lugar el asesinato de Gareth Richard Vaughan Jones, Gareth Jones, un periodista de investigación británico nacido en 1905 en Barry (Gales). No había cumplido aún los 30 años y según su familia, fue ejecutado por orden del NKVD, el servicio secreto de Stalin.

¿Cuál fue su crimen? Ser testigo y contar el espanto y estremecimiento que producían los millones de personas matados de hambre (entre 2 y 12 millones, según las fuentes) en la rica Ucrania tras ser sometida a la cúpula bolchevique ya dirigida por Stalin. Mientras el Kremlin se esmeraba en fingir un régimen de prosperidad ante las potencias occidentales y sus enemigos próximos, se ordenó confiscar las cosechas y los alimentos de Ucrania para exportarlos y obtener dinero para sus fines de dominación y la simulación de un éxito del régimen comunista.

Aquella barbarie, ya reconocida por todo el mundo aunque con décadas de retraso tras haber sido arrojada al "agujero de la memoria" descrito por Orwell, es hoy conocida como Holodomor, que se parece a Holocausto, pero, en realidad, significa literalmente "matar de hambre", un genocidio deliberado y sin precedentes. El periodista Gareth Jones, que había asesorado al que fue primer ministro británico David Lloyd George, fue testigo de aquella matanza ocurrida entre 1932 y 1933 y se atrevió a contarla.

En 2019 se estrenó la película Mr. Jones, dirigida por la polaca Agnieszka Holland y escrita por Andrea Serdaru Barbul. En ella se describe la actitud insobornable de Jones ante la verdad ("sólo hay una verdad") y la miserable abyección moral del antiperiodista del New York Times, Walter Duranty, sobornado por la dictadura estalinista para contaminar la opinión occidental negando la realidad del hambre y de la muerte.  



¿De qué se trató entonces con la estrategia "negacionista" de la hambruna diseñada en Moscú? De impedir que la historia contuviese determinados hechos, apartando los que perjudicaban al régimen de terror del comunismo ruso, consintiendo sólo el conocimiento de los hechos que componían la gran mentira de que la sociedad comunista era superior y que en su seno era posible la felicidad y la libertad generales. A Gareth Jones, entre otros, les debemos que la única verdad real sea conocida por nuestras generaciones.

Tras un secuestro por unos bandidos mongoles, que lo traspasaron a otros, finalmente fue asesinado de tres balazos en 1935. La sospecha de que fue el NKVD quien organizó el crimen para hacerle pagar el descrédito causado a la URSS con la única verdad real, es universal. Jones se había atrevido a tapar el agujero de la memoria por donde el gran Hermano de 1984 ordenaba arrojar los hechos incómodos o perjudiciales.

Aunque hay quien lo supone, no me parece que George Orwell, que conoció a Jones y supo de su muerte en Mongolia en 1935, llamara Mr. Jones al granjero contra el que se rebelaron sus animales para sustituir su régimen despótico por otro mucho más tiránico que terminaba con la sentencia de que "todos los animales son iguales, pero unos son más iguales que otros", camino que llevan los asesinados en la Guerra Civil española que, como parece, los habrá más asesinados que otros.

En el 1984 de Orwell, que vivió y fue herido en la Guerra Civil española conociendo de primera mano los procedimientos criminales del estalinismo y de Luis Companys, entre otros, en la retaguardia republicana, se introduce la idea de un "agujero de la memoria":

Había hendiduras semejantes a miles o a docenas de miles por todo el edificio, no sólo en cada habitación, sino a lo largo de todos los pasillos, a pequeños intervalos. Les llamaban «agujeros de la memoria». Cuando un empleado sabía que un documento había de ser destruido, o incluso cuando alguien veía un pedazo de papel por el suelo y por alguna mesa, constituía ya un acto automático levantar la tapa del más cercano «agujero de la memoria» y tirar el papel en él.

Con ello, se obtenía un éxito ideológico: la desmoralización ciudadana que producía el "doble pensar", un laberíntico mundo en el que...

...saber y no saber, hallarse consciente de lo que es realmente verdad mientras se dicen mentiras cuidadosamente elaboradas, sostener simultáneamente dos opiniones sabiendo que son contradictorias y creer sin embargo en ambas; emplear la lógica contra la lógica, repudiar la moralidad mientras se recurre a ella, creer que la democracia es imposible y que el Partido es el guardián de la democracia; olvidar cuanto fuera necesario olvidar y, no obstante, recurrir a ello, volverlo a traer a la memoria en cuanto se necesitara y luego olvidarlo de nuevo; y, sobre todo, aplicar el mismo proceso al procedimiento mismo que la nueva Ley del Agujero de la Memoria no tendrá en cuenta.  

Estamos ante una Ley del Agujero de la Memoria por donde se va a tirar la única verdad real que podría encontrarse sobre lo ocurrido realmente en el proceso que condujo a la Guerra Civil, que fue cosa de dos bandos y no sólo de uno, para impedir que los ciudadanos controlen la realidad de lo que ocurrió y hacer que la mayoría de los españoles no puedan recurrir a su propia memoria.

Estamos ante una Policía del Pensamiento y unos Ministerios de la Verdad que pretenden hacer que los hechos incómodos de la historia desaparezcan de la propia memoria y lo que se transmita a las nuevas generaciones, por vía educativa obligatoria y por vía disciplinaria social,  sólo sea el pasado dictado por los partidos de izquierda.

Orwell lo expresó con toda claridad y rotundidad:

Pues nosotros, el Partido, controlamos todos los documentos y controlamos todas las memorias. De manera que controlamos el pasado, ¿no es así?

- Pero, ¿cómo van ustedes a evitar que la gente recuerde lo que ha pasado? – exclamó Winston olvidando del nuevo el martirizador eléctrico -. Es un acto involuntario. No puede uno evitarlo. ¿Cómo vais a controlar la memoria? ¡La mía no la habéis controlado!

Por eso, precisamente, estaba siendo torturado, por ser libre para decir que dos y dos son cuatro y no cinco, aunque lo diga el Partido.

Frente a esta operación totalitaria, habrá que defender que la memoria existe en cada uno de nosotros y que sólo hay una verdad, que lo que ocurre, ocurre, como el mártir Gareth Jones defendió hasta la muerte. Esta Ley del Agujero de la Memoria es el mayor ataque a la democracia que yo he conocido desde el franquismo. Una minoría de españoles va a imponer a la inmensa mayoría qué es o no es la realidad. Y, mientras tanto, hay quien dice que la batalla cultural no es relevante. Es lo único relevante, estúpidos.

Ante esta situación de emergencia moral sin contar pandemias ni amnesias, una moción de censura de toda la oposición contra el recorte de la libertad y de la democracia, no es sólo necesaria.Ya es urgente.

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