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Pedro de Tena

200 años del trienio liberal: romances y arrepentimiento de Rafael del Riego

Tras varias vicisitudes y cuando estaba a punto de fracasar, triunfó la sacudida liberal que obligó a Fernando VII a asumir la Constitución de 1812.

Tras varias vicisitudes y cuando estaba a punto de fracasar, triunfó la sacudida liberal que obligó a Fernando VII a asumir la Constitución de 1812.
Riego conducido por los realistas á la cárcel de La Carolina | Wikipedia

Dice Vicente Blasco Ibáñez en su Historia de la revolución española, 1808-1874, que Rafael del Riego, asturiano, fue un héroe de la libertad tan popular como desgraciado. De su popularidad, dio cuenta Manuel Chaves Rey, padre de Manuel Chaves Nogales, cuando narra en sus Antigüedades sevillanas cómo fue la entrada en Sevilla del general en 1822:

El viernes 11 de Octubre de 1822 entró de nuevo en nuestra ciudad D. Rafael del Riego entre las aclamaciones delirantes de sus partidarios, y la noche del siguiente día asistió al teatro, que se había adornado con banderas y trofeos, iluminándose con gran profusión y gusto. Apenas se presentó Riego en el palco, el público comenzó á vitorearle con el mayor entusiasmo, y en uno de los entreactos la concurrencia entonó á coro el famoso himno tan popular en España, siendo escuchado con la mayor complacencia por el héroe de Las Cabezas, que tan aficionado fué á recibir muestras de simpatías en público.

 

Un año más tarde, los absolutistas partidarios de Fernando VII destrozaron la maquinaria, el guardarropa, el atrezo y el mobiliario de aquel teatro, el Teatro Principal, al grito de "Vivan las caenas", y arruinando a su empresario, el italiano Lázaro Calderi, antiguo primer bufo caricato y cantante, amigo del inmenso compositor, cantante e instrumentista sevillano Manuel García.

Efigie de Riego

Sabido es que, con el pronunciamiento del comandante Rafael del Riego y el coronel Antonio Quiroga el 1 de enero de 1820 en la localidad sevillana de Las Cabezas de San Juan, dio comienzo lo que se llamó el Trienio Liberal. También dio comienzo la lamentable costumbre española de "pronunciarse" en vez de organizar una convivencia nacional en la que cupieran todos sus defensores.  

Tras varias vicisitudes y cuando estaba a punto de fracasar, triunfó la sacudida liberal que obligó a Fernando VII a asumir la Constitución de 1812 con su famoso: "Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional", senda que traicionó en cuanto pudo.

Su popularidad y desgracia

De su corta biografía nos interesan especialmente en este momento, casi dos siglos después de su ejecución en una "horca altísima", su popularidad y su desgracia a través de dos elementos significativos. Su presencia en los romances y su inesperada retractación acompañada de la petición de clemencia al rey felón.

Riego no fue simpático a todo el mundo. Don Benito Pérez Galdós dejó escrito de él:

"Aquel hombre famoso, el más pequeño de los que aparecen injeridos sin saber cómo en las filas de los grandes, mediano militar y pésimo político, prueba viva de las locuras de la fama y usurpador de una celebridad que habría cuadrado mejor a otros caracteres y nombres condenados hoy al olvido, acabó su breve carrera sin decoro ni grandeza".

Tampoco, por poner otro ejemplo, fue muy admirado por el gran historiador Antonio Domínguez Ortiz que describió así su pronunciamiento:

"Un ejército reunido con gran trabajo, que en los alrededores de Cádiz esperaba el momento de zarpar para América, escuchó con agrado las propuestas de Rafael del Riego y otros mandos que les aseguraban era más patriótico y mucho menos arriesgado restaurar la Constitución de 1812 que trasponer el Océano para ayudar a los últimos defensores de la soberanía española en Indias".

Y añade:

"Los autores de esta vergonzosa deserción vagaron varias semanas por Andalucía, en medio de poblaciones indiferentes, con unas tropas que disminuían a ojos vistos. El pronunciamiento estaba destinado al fracaso cuando las guarniciones de otras ciudades se sumaron y obligaron a Fernando a ceder".

Incluso hubo quien vio la larga mano de los jóvenes Estados Unidos en que aquel Ejército español que esperaba en Cádiz no llegara a América dejando a los pies de sus caballos la presencia española en América. Pero Riego siempre ha tenido más defensores entusiastas que detractores.

Independientemente de cómo se enjuicien su personalidad, si estuvo o no a la altura de los acontecimientos y cuál fue su responsabilidad en los excesos que se cometieron (por poner un solo ejemplo, se ha historiado que Pedro Méndez de Vigo, su amigo personal y comandante militar de La Coruña, mandó arrojar al mar a 52 presos realistas en 1823 sin sufrir consecuencia alguna por aquello), su popularidad está fuera de duda.

De ello, dan fe su himno, con letra de Evaristo San Miguel y música de origen probablemente popular (Benasques, Huesca), que cantó hasta el propio Fernando VII, y, los, mucho más desconocidos,  romances escritos sobre su figura. Los más conocidos de ellos aparecen recogidos en el libro La principal parte del romancero de Riego, una recopilación de tales piezas, engarzadas, entre otros, por Benito Pérez de Valdés y destinada al público británico.

Para contraste entre popularidad y arrepentimiento, hacemos una selección de estrofas de los romances y extractamos párrafos de la carta en la que se retractó de su aventura política, carta escrita de su puño y letra que dirigió a Fernando VII.

El romancero de Riego

En él no sólo hay romances sino otras composiciones poéticas e incluso artículos sobre asuntos varios de sus familiares, Eugenio y Miguel del Riego. Un resumen de su episodio nacional puede ser el que sigue:

Lleno de heroísmo, envía
otra vez á libertarla (a España);
y no de estrangero yugo
como de hacer acababa.
sino de una vil polilla,
que, royendo sus entrañas
mas vitales, á una muerte
lenta, y peor arrastraba.

Sobre el comienzo de la sublevación militar, se escribe:

Aquel su exponerse (de Riego) todo,
e impulso que dio á la empresa
con Quiroga, Arco Agüero,
y otros (que quizá no suenan),
hasta poder reunir
una cohorte pequeña
de arrogantes, que en la Isla
estrechándose se encierran:
Preciso es, que se escriba
con una pluma muy lenta;
y que la historia lo diga
palmo á palmo, letra á letra…

Alguno de ellas resuelve la duda sobre si inicialmente era monárquico o republicano:

Y que á todo el mundo digan:
"Que Riego respeta al Rey,
 ama á su patria oprimida,
y por romper sus cadenas
no teme exponer la vida…”

Y se recuerda en otro a Las Cabezas de San Juan(Sevilla):

“Que para hacer libre á España
Por Caudillo le escogieran.
Y que él ofreció el primero
del año ¡mañana bella!
en que se subió el de Tuna
a héroe de las Cabezas”


Fue el 1 de enero de 1820 donde en esa población sevillana tuvo origen su pronunciamiento, justificado con estas palabras:

“España está viviendo a merced de un poder arbitrario y absoluto, ejercido sin el menor respeto a las leyes fundamentales de la Nación. El Rey, que debe su trono a cuantos lucharon en la Guerra de la Independencia, no ha jurado, sin embargo, la Constitución, pacto entre el Monarca y el pueblo, cimiento y encarnación de toda Nación moderna".

Otro ejemplo más de los elogios y adoración que recibió:

Riego, alentándolos, dijo:
"No hay que afligirse constancia;
al patriota el santo Cielo
apura, no desampara.
el hombre que por ser libre
todo pospone, y hasta
la dulce vida, no teme
del hado la suerte infausta;
y mientras la nuestra exista,
la espirante postrer aura
se ha de dar del vivo aliento,
que han perdonado las balas."

Otra composición exalta:

Y súbito clamor impetuoso
del pueblo se levanta
y al revolverse con potente esfuerzo
las cadenas durísimas quebranta.
¡Libertad  libertad ! los aires suenan...

Y termina:

Si el genio del mal moviese guerra
a la virtud que enseñorea el mundo,
entre el horror profundo
será RIEGO el grito de victoria.
suyo solo el laurel, suya la gloria.

La desgracia

De aquella popularidad, pasó pronto, en menos de tres años, a un descrédito al que él mismo contribuyó con una confesión arrepentida, no al estilo de la Miguel Bakunin ante el Zar ruso décadas después que siempre fue puesta en duda, sino inequívoca y rotunda.

El texto de su carta a Fernando VII, que fue publicada en lo que entonces era el Boletín Oficial del Reino, La Gaceta, incluía estas expresiones escritas poco antes de su ahorcamiento:  

“Yo D. Rafael del Riego, preso y estante en la capilIa de La Real cárcel de la Corte, hallándome en mi cabal juicio, memoria, entendimiento y voluntad…antes de separarme de mis semejantes quiero manifestar a todas las partes donde haya podido llegar mi memoria que muero resignado en las disposiciones de la Soberana  Providencia, cuya justicia adoro y venero, pues conozco los delitos que me hacen merecedor de la muerte…”

Y seguía más clara y contundentemente de esta manera que no corregimos ortográficamente:

Asimismo publico el sentimiento que me asiste por la parte que he tenido en el sistema llamado sistema constitucional, en la revolucion y en sus fatales consecuencia, por todo lo cual, así como he pedido y pido perdon a Dios de todos mis crimenes, igualmente imploro la clemencia de mi santa Religion, de mi Rey y de todos los pueblos e individuos de la nación; a quienes haya ofendido en vida, honra y hacienda, suplicando como suplico a la Iglesia, al Trono y a todos los españoles no se acuerden tanto de mis excesos como de esta exposición sucinta y verdadera…”
 

Esta carta fue escrita a las ocho de la noche del día 6 de noviembre de 1823 y en ella terminaba solicitando los "auxilios de la caridad española" para su alma. No la tuvo.

El propio Galdós dudó de la voluntariedad de este arrepentimiento:

“Han quedado en el misterio las circunstancias que acompañaron a este arrepentimiento escrito, y aunque el carácter de Riego y su pusilanimidad en las tremendas horas justifican hasta cierto punto aquella genuflexión de su espíritu, puede asegurarse que no hubo completa espontaneidad en ella. (El terror de 1824)”.

Lo cierto es que, al día siguiente, 7 de noviembre a las 10 de la mañana lo condujeron al suplicio por el callejón del Verdugo. La única merced que obtuvo de la Corona fue no ser descuartizado tras su ahorcamiento a la vista de un gentío en el que probablemente había muchos que lo vitorearon tres años antes.

Parece que a España no le van bien los trienios. Ni le fue bien con el Trienio Liberal (1820-23) ni le fue bien luego con el trienio de la Guerra Civil (1936-1939). Cabe preguntarse si aquel primer trienio fue o no la cuna de muchos de los males que nos siguen afligiendo 200 años más tarde, no desde luego por su apuesta liberal sino por los excesos de violencia e imposición que desacreditaron la causa de la libertad.  

Ha escrito Agapito Maestre que "el liberalismo de nuestra época, que comparte, seguramente, con el de tiempos pasados algo más que tradición, capacidad de inventiva, imaginación y creación" se funda en el propósito de que "los hombres resuelvan sus problemas antes por la palabra que por la violencia, antes por el acuerdo que por la guerra". Pero en aquel trienio el liberalismo, seducido por la prisa y los métodos absolutistas, se practicó poco. Tampoco en el trienio más sangriento y reciente de la Historia de España. Y seguimos en ello. 

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