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Vox reúne en un libro a 15 escritores e investigadores contra la Memoria Histórica de la izquierda

Stanley Payne, Alfonso Ussía, Fernando Sánchez Dragó participan en un libro financiado por el Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos.

Stanley Payne, Alfonso Ussía, Fernando Sánchez Dragó participan en un libro financiado por el Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos.
15 escritores contra la Memoria Histórica | esradio

En pleno frenesí del Gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias por aprobar todo tipo de leyes ideológicas, (que comenzó el pasado mes de octubre con el Anteproyecto de Ley de Memoria Democrática) aprovechándose de la situación de excepcionalidad de la crisis del coronavirus y de los diferentes estados de alarma, 15 intelectuales se han unido para combatir lo que consideran el "germen" del actual enfrentamiento entre españoles y la radicalización de la política.

Por iniciativa del periodista y parlamentario europeo de Vox Hermann Tertsch, el Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos, en el que se integra el partido de Santiago Abascal, ha editado el libro Memoria histórica, amenaza para la paz en Europa, una recopilación de 15 artículos firmados por historiadores, escritores, doctores en filosofía o abogados que desmontan algunos de los mitos de las leyes socialistas de memoria.

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Entre los autores figuran Stanley Payne, Alfonso Ussía, Fernando Sánchez Dragó, Francisco José Contreras, Jesús Palacios, Miguel Platón, Pedro Carlos González Cuevas, Ángel David Martín Rubio, Jesús Laínz, Luis E. Togores, Javier Barraycoa, Alberto Bárcena, José Manuel Otero Novas y Pedro Fernández Barbadillo, coordinador de toda obra.

En conversación con Libertad Digital Hermann Tertsch explica que que el objetivo del libro (de gran formato, de casi 160 páginas y con fotografías) es poder contrarrestar el "bombardeo cultural de la izquierda para generar odio", así como la "mentira" difundida por la izquierda sobre la Guerra Civil española.

Desde hace casi un lustro la manipulación de la Historia de España con fines políticos, gracias al control sobre la educación o los medios de comunicación, ha sido la hoja de ruta de una izquierda que busca fomentar un enfrentamiento entre españoles que había quedado atrás.

El eurodiputado de Vox asegura que ya "en la época de Felipe González comenzó la idea de ir, poco a poco, arrinconando a todos aquellos que pensaran diferente, definiéndoles como fascistas". Actitud que alcanzó su apogeo durante los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero, a través de la idea de "revancha", y que pretende consolidar Pedro Sánchez.

Este avance no se puede explicar, según relata, sin "la incomparecencia de la derecha", que ha ido abandonando todas las batallas ante el temor de ser señalados como "fachas" o "totalitarios" por el simple hecho de disentir. "El miedo a ser señalado hizo que la gente se callara y la izquierda ha utilizado ese mecanismos para cerrar bocas", cuenta.

El otro caballo de batalla del libro es la reivindicación del espíritu de la Transición, un período que elogian todos los autores, y que destacan como un ejemplo "aplaudido" y "admirado en todo el mundo" y que "está siendo atacada y desprestigiada por quienes ahora gobiernan".

El libro, financiado por el grupo ECR, es una edición no-venal y se distribuirá de forma gratuita por "instituciones españolas y gobiernos regionales" además de "centros educativos, entre diputados, senadores, líderes de opinión o periodistas". Se han editado 1.000 ejemplares.

Algunos fragmentos del libro.

Los lectores de Libertad Digital pueden descargar el libro íntegro pinchando aquí.

Hermann Tertsch, "Memoria manipulada o el veneno de la mentira".

Fue la llamada Transición española, un proceso que generó gran interés y admiración en el mundo entero. (...) Por mucho que hoy se vean las debilidades de la Constitución y los errores que han facilitado la tarea de quienes habrían de llegar décadas después, para emprender la voladura de la reconciliación nacional y reabrir una guerra ideológica entre españoles.

Sin embargo, la entrada en el nuevo milenio trajo pronto la catástrofe. Mucho se rompió, saltó hecho pedazos, con aquellas bombas de un atentado contra los trenes que llegaban a la estación de Atocha en Madrid en el que murieron 192 personas y cerca de dos mil fueron heridas. Aquel acto de terror del 11 de marzo de 2004 no sólo cambio el resultado de unas elecciones generales previstas para cuatro días después; además llevó al Gobierno a quien demostró ser el máximo representante de unas fuerzas decididas a acabar con la senda —emprendida en 1976 con la Transición— de la convivencia en la reconciliación nacional. Aquellas bombas acabaron con la voluntad de entender el pasado desde la concordia presente y el compromiso común con la verdad; para pasar a utilizar la historia de nuevo como arma arrojadiza con la que movilizar pasiones políticas o justificar imposiciones con cuentas del pasado.

Francisco José Contreras, "La Historia como arma política"

En las últimas décadas, al tiempo que las conmemoraciones clásicas se debilitaban (en España, por ejemplo, la izquierda considera que el 12 de octubre no hay "nada que celebrar", y tanto el día de la Hispanidad como el de la Constitución pasan desapercibidos en las regiones con Gobiernos nacionalistas), surgía una fiebre memorialista "fragmentaria", de afirmación de identidades subnacionales, bien territoriales (en España, la Diada catalana, el Aberri Eguna vasquista, el Día de Andalucía, etc.), bien sexuales (día de la mujer, día del orgullo gay, etc.) o raciales. Mientras que las festividade nacionales clásicas eran cohesionadoras y celebraban la historia común, las nuevas conmemoraciones son divisorias en la medida en que se refieren a subgrupos; además, tienen una connotación victimista-reivindicativa, pues los colectivos en cuestión se consideran históricamente agraviados. De un memorialismo unificador hemos pasado a otro desintegrador. Las "leyes de memoria" se inscriben en esa misma tendencia fragmentadora: se trata, en este caso, de grupos étnicos o ideológicos que pretenden blindar —usando la fuerza coactiva del Estado— sus respectivos agravios frente a cualquier negación o relativización.

Stanley G.Payne, "La "memoria histórica" y la ruptura de la democracia española".

Durante el curso de la Transición, los principales partidos de izquierda se habían desplazado hacia el centro democrático, cuando los comunistas abandonaron el marxismo-leninismo por el eurocomunismo y los socialistas abrazaron plenamente la socialdemocracia por vez primera en su historia. Sin tales transformaciones se habría repetido la polarización destructiva de los años 30 haciendo imposible la democratización del sistema político español. Sin embargo, una segunda transformación se puso en marcha a principios del nuevo siglo, cuando una parte de la izquierda comenzó a abandonar la socialdemocracia histórica en favor de un progresismo radical políticamente correcto, que enfatizaba el regreso a la polarización y la demonización de los oponentes resaltando lo que se proyectaba como su historia perversa. Este es un fenómeno cada vez más común en el mundo occidental, y en el caso español se ha visto alentado por la sensación de que las anteriores doctrinas habían perdido su capacidad de persuasión. Así, esta nueva ideología rechaza categóricamente el pasado y los valores tradicionales de una manera aún no vista ni en la socialdemocracia ni incluso en el marxismo-leninismo revolucionario (que, por ejemplo, respetaba en general la cultura clásica). La nueva ideología enfatiza la revolución cultural, no la vieja revolución socioeconómica. La historia es un objetivo importante considerada como poco más que un registro de víctimas y verdugos, y su principal función sería ahora la de dar la oportunidad de desenmascarar a los opresores separando las generaciones anteriores en víctimas (para ser reivindicadas) y verdugos (para ser estigmatizados).

Fernando Sánchez Dragó, "¿Memoria Histórica o Ministerio de la Verdad?".

¡Acabáramos! Pocos éramos, decimos en España, y parió la abuela. La memoria es memoria, y punto. Puede ser triste o alegre, oscura o luminosa, exacta o incierta, pasajera o duradera, pero es siempre individual, personal, subjetiva y, por ello, legítima en su diversidad y no sujeta en ningún caso a adjetivaciones de índole partidista, parasitaria y doctrinaria. La única memoria histórica que puede y debe existir es la de los historiadores que manejen datos, sólo datos, demuestren su veracidad y los interpreten con objetividad, honestidad y ecuanimidad, pero no, nunca, como ahora se pretende, la del Boletín Oficial del Estado ni, menos aún, la del Código Penal.

En septiembre de 1936 fusilaron sin juicio previo a mi padre en Burgos, mi tío paterno fue condenado a muerte al terminar la guerra y pasó varios años en la cárcel, yo mismo di con mis huesos en ella, fui detenido en no pocas ocasiones, sufrí cinco procesos, permanecí un total de diecisiete meses en la cárcel y casi ocho en prisión domiciliaria, estuve seis años en el exilio... ¿Basta con eso? ¿Se admite mi testimonio? ¿Se me reconoce la condición de víctima del franquismo? ¿Tengo derecho a hablar?

Ángel David Martín Rubio, "¿Fue la persecución de izquierdas a los católicos equivalente a un genocidio?".

Lo cierto es que el PCE, con el patrocinio soviético y el respaldo de buena parte del Partido Socialista (PSOE), con el presidente del Gobierno Juan Negrín (mayo de 1937- marzo de 1939) a la cabeza, fue apoderándose del control de la retaguardia frentepopulista. Por otro lado, todas las fuerzas revolucionarias —aunque, efectivamente, tenían muchas diferencias y los enfrentamientos entre sus diversas facciones provocaron centenares de muertos— coincidían en su ateísmo y en un objetivo socio-político que se puede calificar genéricamente de "comunista". Comunismo libertario o anarquista, por un lado; y por otro, comunismo estatista que comprende el socialismo marxista y el comunismo propiamente dicho. Todo ello no obsta para que, hasta 1936, el vehículo del ideal soviético, y la principal fuerza pro soviética, fuera el PSOE.

Con ocasión del homenaje que, por iniciativa del arzobispo de Valladolid, D. Antonio García y García, tuvo lugar en aquella ciudad los días 11 y 12 de abril de 1950, se elaboraron unas relaciones nominales que permitían colocar la cifra más aproximada de asesinados entre 6.900 y 7.000. En 1953, el escolapio Calasanz Bau había ultimado un fichero en el que se confrontaban las relaciones nominales de Valladolid y de la Causa General con otras procedentes de las diócesis y congregaciones. Estos son sus resultados finales: 4.065 sacerdotes seculares, 2.338 religiosos y 270 religiosas asesinados. Basándose en este fichero, a comienzos de los años sesenta, monseñor Antonio Montero hablaba de 4.184 víctimas del clero secular (incluyendo a doce obispos, el administrador apostólico de la Diócesis de Orihuela y un centenar de seminaristas), 2.365 religiosos y 283 religiosas; es decir, un total de 6.832, cifra comúnmente aceptada.

Alfonso Ussía, "La sonrisa asesinada". (Sobre el secuestro, el encarcelamiento y el asesinato de su abuelo, el famoso dramaturgo Pedro Múñoz Seca.)

Tres grupos fueron fusilados ante sus ojos en espera de su turno. En uno de ellos, un marino con sus dos hijos, de 14 y 13 años. Llegó su hora. Se alineó al lado de un sacerdote agustino de El Escorial. El pelotón ejecutor lo formaban catorce republicanos con fusiles y tres que se ocupaban de una eficaz ametralladora. Gritó don Pedro: "¡Viva Cristo Rey!" y todos cayeron muertos o malheridos. Don Pedro, agonizante, necesitó del tiro de gracia. Eran las 10.30 de la mañana del 28 de noviembre de 1936. Según la orden firmada por Santiago Carrillo Solares habían sido "trasladados" a Valencia. En una fosa común de Paracuellos de Jarama, a pocos kilómetros de Madrid, enterraron los cuerpos de los ajusticiados. Ochenta y cuatro años después, sus huesos permanecen reunidos en la fosa común.

Cuando fue llamado, Don Pedro Salió sonriente, tranquilo, con inmensa tristeza en sus ojos. Se abalanzaron sobre él y le quitaron un abrigo que llevaba plegado en el brazo. Le quitaron la cartera y el reloj.Ataron sus manos a la espalda con un hilo de bramante. Un miliciano, algo más humano, le quitó la cadena con la medalla de la Virgen de los Milagros, Patrona de El Puerto de Santa María, y con un movimiento rápido se la metió en el bolsillo derecho de la chaqueta. Para humillar su figura, le cortaron los bigotes.

Tenía cincuenta y siete años. No hizo en su vida otra cosa que el bien. Dios, España, la Corona y ABC fueron sus delitos.

Cayó como un mártir y un valiente.

Perdonó a quienes se disponían a matarlo.

Alberto Bárcena, "¿Funcionó el Valle de los Caídos como un campo de concentración?".

Debe tenerse en cuenta que tanto si el número máximo de penados llegó a 800 como si no pasó de 500 en su momento de mayor concentración, jamás se hubieran acercado a las cifras imaginarias que se han dado por ciertas a base de repetirlas. De hecho, aunque las obras duraron casi veinte años, los penados solamente trabajaron allí entre 1943 y 1950; en siete años, con las cifras reales que hemos podido documentar, es imposible que se acercaran siquiera a la cifra de 20.000.

De manera más contundente, podemos negar que hubiesen sido allí masacrados y utilizados como escombro junto a los cuerpos de otros represaliados del régimen llevados allí con el mismo fin. Es más, finalizado el estudio del mayor fondo documental relativo a la construcción del Valle de los Caídos que consta en los archivos españoles, y contrastados los testimonios de los penados que allí trabajaron, podemos afirmar que ni fueron trabajadores forzados ni el Monumento Nacional a los Caídos que levantaron puede llamarse "sarcófago de sus compatriotas".

Así pues, nadie fue llevado allí contra su voluntad. Eran presos pero, tras acogerse al sistema de Redención de Penas, el resto de sus condenas lo seguirían cumpliendo en los destacamentos a los que fuesen destinados. Allí, naturalmente, iban a trabajar, como se les explicaba al ofrecerles esta posibilidad, recién introducida en el sistema penal español, pero en una situación completamente distinta de los condenados a trabajos forzados de otros regímenes con los que se les ha comparado.

Pedro Fernández Barbadillo, "¿Exigieron la amnistía a los franquistas?".

La realidad es que el régimen franquista estuvo muy lejos de los números de muertos que se produjeron en Europa y Asia en los años 30 y 40 (y en el caso de la URSS desde los años 20). Mientras los bolcheviques no concedieron perdón ni a su propia población, el Estado del 18 de Julio empezó a aplicar medidas de gracia y de reintegración de los soldados capturados desde antes de concluir la Guerra Civil.

Durante sus años de gobierno, Franco concedió doce indultos, a los que se puede unir la prescripción de todas las responsabilidades penales de hechos anteriores al 1 de abril de 1939 y relacionados con la "Cruzada", más cinco amnistías; su sucesor, el rey Juan Carlos, concedió un indulto y dos amnistías antes de la entrada en vigor de la Constitución.

Como consecuencia de estas medidas de gracia y de la reducción general de la delincuencia en Europa Occidental a mediados del siglo XX, el último año completo de Franco como jefe de Estado, el número de internos en las cárceles españolas fue inferior a 15.000, cuando en el mismo 1974 en Francia había poco más de 27.000. Es decir, una dictadura encabezada por el militar vencedor de una Guerra Civil tenía casi la mitad que una democracia como la francesa, cuando, además, la población francesa superaba en casi un 50% a la española.

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