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Miguel Platón

Cien años de Annual: las claves de un desastre

Entre junio y agosto de 1921, España sufrió en Marruecos su mayor derrota militar del siglo XX, con cerca de diez mil muertos. Un episodio muy complejo: errores militares, deficiencias políticas, corrupción y acciones estremecedoras de heroísmo.

Entre junio y agosto de 1921, España sufrió en Marruecos su mayor derrota militar del siglo XX, con cerca de diez mil muertos. Un episodio muy complejo: errores militares, deficiencias políticas, corrupción y acciones estremecedoras de heroísmo.
Soldados españoles en el Rif | Cordon Press

El conocido como Desastre de Annual -apenas 23 años después del Desastre de 1898- fue en realidad una serie de sucesos que se prolongaron durante varias semanas, caracterizados por errores militares, deficiencias políticas, acciones estremecedoras de heroísmo y una reacción patriótica sin precedentes, en el polo opuesto de la "Semana Trágica" barcelonesa de 1909.

En conjunto fue un episodio complejo, que no admite simplificaciones y que es preciso situar en su momento histórico.

El marco político

A comienzos del siglo XX Marruecos era lo que ahora se conoce como un Estado fallido. La autoridad del Sultán era tan débil que el poder central sólo se ejercía sobre menos de la mitad del territorio: la costa atlántica hasta Agadir y tres lenguas que se adentraban en el interior; una a Tetuán, otra a Fez y la tercera a Marraqués. El resto del país estaba en manos de señores de la guerra locales, alguno de los cuales disputaba el trono al propio Sultán.

Esa inestabilidad condujo a diversas intervenciones de países europeos, así como de los Estados Unidos, de poca intensidad y destinadas a la protección de compatriotas o de intereses económicos. Francia se mostró especialmente activa y quiso apoderarse de las ricas minas de hierro y plomo situadas a unos 25 Km al suroeste de la ciudad española de Melilla. Empresarios españoles constituyeron una sociedad destinada a explotar los yacimientos y emprendieron la construcción de un ferrocarril minero. El ataque a los obreros que construían la vía, en julio de 1909, por parte de cabileños que recamaban una compensación económica, dio lugar a la crisis llamada del "Barranco del Lobo", que causó varios centenares de bajas, pero que concluyó con victoria militar, al ocupar el macizo del monte Gurugú. También fue victoriosa la posterior campaña del río Kert, en 1911.

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Soldados españoles junto a los rifeños

Un año después, en 1912, Francia y España asumieron un Protectorado con el beneplácito de las principales potencias. La zona española consistía en una franja del norte marroquí, salvo la ciudad internacional de Tánger, de unos 20.000 kilómetros cuadrados de extensión y un millón de habitantes. El régimen de Protectorado no suponía estrictamente una colonia: se establecía una doble administración, en la que Marruecos conservaba sus competencias tradicionales y hasta una pequeña fuerza militar. El objetivo era la pacificación y modernización del país. El Protectorado duraría 44 años, hasta la independencia en 1956, fecha en la que, por vez primera y gracias a la acción francoespañola, el Sultán podía ya ejercer su autoridad sobre la totalidad del territorio.

A partir de unas bases iniciales -en el caso español Ceuta, Melilla y su entorno-, ambos países emprendieron la ocupación y dominio de sus zonas respectivas, con enfrentamientos armados por lo general de baja intensidad. Ese proceso, concebido a medio y largo plazo, se interrumpió en 1914 a causa de la I Guerra Mundial.

Abdel Krim

En el centro de la zona española se encontraba la región del Rif. En muchos textos existe confusión sobre sus límites. Ni Melilla ni las minas que llevan su nombre se encontraban en el Rif, sino en la región de Guelaya. El Rif comienza en el río Amekrán, unos cien kilómetros al Oeste de Melilla, y la primera cábila rifeña es la de Tensamán.

La cábila situada junto al Peñón español de Alhucemas era la de Ait Uriagal (Beni Urriaguel en árabe, aunque la lengua original de sus habitantes es el tarifit) y su jefe, Mohamed El Jatabi, era abiertamente proespañol. En 1882 nació en Axdir su hijo mayor, quien de acuerdo con la costumbre recibió el nombre del Profeta: Mohamed Abdel Krim El Jatabi. En su adolescencia fue enviado a estudiar a Tetuán y Melilla, luego cursó dos años de estudios coránicos en Fez y después se estableció en la ciudad española. Se trataba del marroquí más instruido del territorio y llegó a ejercer tres empleos: intérprete de la Oficina de Asuntos Indígenas, columnista del periódico local "El Telegrama de Rif" (que tenía secciones en árabe), juez para la población musulmana y más tarde juez de jueces. Su integración no podía ser más completa: fue condecorado tres veces, tenía una novia malagueña y solicitó la nacionalidad española, que no le fue concedida.

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Abd-el-Krim con el periodista Luis Oteyza en agosto de 1922

El comienzo de la guerra en Europa alteró su vida de forma radical y definitiva. El Imperio Otomano, sede del Califato (es decir, de la jefatura del Islam), se alió con Alemania, lo que le convirtió en enemigo de Francia. Como ésta era quien compartía con España el Protectorado marroquí, la situación se volvió incómoda para Abdel Krim, quien sería encarcelado a petición francesa, tras haber criticado la represión contra unos musulmanes argelinos. Abdel Krim fue internado en el fuerte de Rostrogordo, intentó escapar con la cuerda que le había facilitado un pariente, pero cayó al foso, se rompió una pierna y quedó cojo de por vida.

No tardó en recuperar la libertad y fue corrompido por un agente alemán, quien le pagó por los derechos de unas supuestas minas en el Rif, en realidad inexistentes. En noviembre de 1918, preocupado por la victoria francesa en la guerra, abandonó Melilla y se refugió en su Axdir natal. Poco después hizo lo mismo su hermano menor, Hamed, que estudiaba Ingeniería de Minas en Madrid y se alojaba en la Residencia de Estudiantes.

El Ejército retoma la ocupación del territorio

El final de la guerra permitió que Francia y España reanudaran la ocupación del territorio marroquí que les había sido adjudicado. Al menos en el caso español no se trataba de operaciones de fuerza. Una avanzadilla establecía contacto con los jefes de las sucesivas cábilas, a quienes prometían respeto a sus costumbres y ofrecían una compensación económica. La fórmula era lenta, pero daba resultado y no se producían enfrentamientos armados ni, por lo tanto, bajas.

La posibilidad de estas últimas era, por razones políticas evidentes, una preocupación constante del Gobierno español. Tras la experiencia de la Semana Trágica y por iniciativa del general Dámaso Berenguer, en 1911 se habían fundado los Grupos de Fuerzas Regulares Indígenas, de naturaleza profesional, integrados en su mayor parte por marroquíes que podían ascender a suboficiales e incluso a oficial (los "alféreces moros"). En 1920 y con el mismo propósito de evitar que soldados de reemplazo se vieran envueltos en acciones de guerra, el teniente coronel José Millán Astray impulsó la fundación del Tercio, nominalmente "de Extranjeros", pero integrado en su mayor parte por voluntarios españoles.

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El general Dámaso Berenguer durante la guerra de Marruecos

Ambos Cuerpos fueron un éxito, hasta el punto de que siguen existiendo más de un siglo después y continúan afrontando las misiones internacionales más arriesgadas, pero la confianza en sus capacidades y la escasez presupuestaria condujeron a que a su lado los soldados de reemplazo tuvieran una instrucción deficiente. Ello tenía poca importancia cuando su tarea era marginal, pero se pondría de relieve a la hora de hacer frente a un enemigo decidido y bien armado.

Este riesgo se puso de manifiesto cuando a finales de 1920 el comandante general de Melilla, Manuel Fernández Silvestre, emprendió el movimiento más ambicioso que estaba pendiente: enlazar en la bahía de Alhucemas con las fuerzas procedentes de la zona occidental, lo que en la práctica supondría culminar la ocupación del territorio español del Protectorado. Cuando en mayo de 1921 instaló su campamento junto a la pequeña aldea de Annual apenas si se habían producido bajas en los seis meses anteriores: diez muertos y unos 60 heridos.

Desde Annual el territorio baja hasta el cauce del río Amekrán, límite oriental del Rif, pero después se eleva, de modo que para llegar a Alhucemas hay que cruzar una agreste barrera montañosa. La elección de esta ruta siempre ha sido muy polémica. Podía llevarse a cabo con éxito en ausencia de oposición, pero el terreno era idóneo para un enemigo bien situado y hostil. De hecho, cuando años después se construyó la carretera que enlazaba Tetuán con Melilla se utilizó la divisora de aguas, más al Sur, en la zona de Ain Zorah.

Comienza el desastre: de Abarrán a Igueriben

A finales de mayo las tropas españolas habían ocupado la posición de Sidi Dris, en la desembocadura del Amekrán, y Silvestre ordenó ocupar la primera altura en el camino a Alhucemas: el monte Abarrán, situado ya en territorio de la cábila rifeña de Tensamán.

El 1 de junio la cima del monte fue ocupada por un contingente de mil quinientos hombres, pero la mayor parte volvieron a Annual tras unas pequeñas obras de fortificación. Sólo quedaron en la posición unos 50 soldados españoles y 200 policías indígenas, que desertaron cuando por la tarde fueron atacados por una harka (partida) de Tensamán. Perecieron todos los españoles, incluido su capitán Juan Salafranca, con la única excepción del teniente Diego Flomesta, a quien exigieron en vano que les enseñara el funcionamiento de las espoletas que utilizaban los proyectiles de los cañones, y que moriría el 30 de junio.

El ataque, primero en que una fuerza militar española era derrotada hasta la aniquilación, no había sido espontáneo. Mohamed Abdel Krim deseaba establecer su liderazgo y los rifeños habían conseguido numerosas armas y munición de los excedentes de la guerra europea. También, en los meses y años siguientes, veteranos combatientes de países europeos instruyeron y asesoraron a los cabileños marroquíes.

Los rifeños, además, eran buenos guerreros, con experiencia en luchas tribales, y solían poseer armas de fuego, las cuales no les habían sido retiradas por los ocupantes españoles. Cuando le preguntaban a un cabileño qué era lo que más apreciaba solía responder: primero, "la fusila", después el caballo y en tercer lugar "la mujera".

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Rífeño durante la Guerra de Marruecos

Las fuerzas españolas rechazaron un ataque rifeño en Sidi Dris, ante lo cual Abdel Krim concentró su esfuerzo en la posición de Igueriben, situada muy cerca del campamento principal de Annual, la cual se encontraba batida desde una altura próxima y carecía de agua. La harka hostigó los convoyes de aprovisionamiento, en uno de cuyos intentos resultó herido en la mandíbula el teniente de Regulares Mohamed Ben Mezián Bel Kassem, futuro teniente general del Ejército español y Mariscal de Marruecos, el cual fue trasladado al hospital militar de Melilla.

Igueriben, inicialmente con 244 hombres al mando del comandante Julio Benítez, quedó condenado. El 21 de julio, tras un nuevo auxilio frustrado, llegó el último mensaje de Benítez, por heliógrafo: "Nos quedan doce cargas de cañón. Tras oír la última disparad sobre nosotros, porque el enemigo estará en la posición". Sólo un puñado de soldados pudieron escapar y llegar al campamento de Annual. El comandante Benitez, al igual que el teniente Flomesta, sería condecorado con la Laureada.

Fernández Silvestre decide la retirada

La pérdida de Igueriben fortaleció el crédito de Abdel Krim y debilitó la situación de las fuerzas de Annual, sobre todo cuando diversas cábilas comenzaron a hostigar las posiciones españolas, cuya única vía de suministro era un camino carretero que partía de la llanura de Drius, a casi 50 Km.

Durante la noche del 21 al 22 de julio y tras diversos consejos de guerra, el general Fernández Silvestre decidió la retirada hacia Drius. En el campamento había algo más de cinco mil hombres, de los cuales dos mil indígenas, pero sin apenas agua, con escasez de municiones y parte del material de apoyo -cañones y ametralladoras- inoperativo.

Antes de ponerse en marcha, hacia las diez de la mañana, varias columnas de rifeños marcharon hacia el campamento, que empezaron a batir con sus armas. Gran parte de la fuerza, incluidos oficiales, entró en pánico y comenzó a huir en desorden, mientras una minoría intentó resistir en Annual los ataques rifeños. Con ellos murió en Annual el general, lo mismo que el jefe de la Policía Indígena, coronel Gabriel de Morales, que años antes había sido jefe en Melilla de Mohamed Abdel Krim, el cual había quebrado la estrategia de ocupación pacífica de Morales.

La toma del campamento de Annual fue la señal para un levantamiento general de las cábilas, en el que participarían todas las situadas entre Annual y Melilla. En pocas horas la situación se volvió angustiosa para quienes intentaban sobrevivir. El llamado desfiladero de Izumar, primera etapa de la retirada, no es en realidad un paso estrecho, sino un espacio bastante abierto, con pendiente ligera y pequeñas alturas en los flancos, de entre 50 y 100 metros. Fueron la sed, el calor del verano, el miedo y el abandono de las posiciones -apenas fortificadas- por parte de quienes debían defenderlas, lo que convirtió la jornada en un verdadero desastre, con centenares de muertos y heridos.

Entre Annual y Drius, una vez superado el paso de montaña, sólo había una pequeña aldea, Ben Tieb, antes de llegar a la llanura. En Drius había un gran campamento, a las órdenes del general Felipe Navarro, segundo jefe de la Comandancia de Melilla. La llegada de los huidos, que buscaban continuar la ruta hacia la ciudad española, trasladó el caos iniciado al salir de Annual. Navarro tenía fuerza, agua y armamento para resistir, pero al igual que Fernández Silvestre ordenó la retirada, en este caso hacia Batel, donde existía un ferrocarril. Es posible que en su decisión pesara el deseo de salvar a más de dos centenares de heridos.

A mitad de camino se encontraba el cauce del río Igan, en realidad un pequeño barranco seco, pero cuyo margen derecho estaba tomado por rifeños que comenzaron a acribillar la columna. Fue el momento del regimiento de Caballería Alcántara número 14, al mando accidental del teniente coronel Fernando Primo de Rivera (su jefe, el coronel Manella, había muerto en Annual). Con impresionante disciplina los jinetes de Alcántara, al grito de ¡Viva España!, dieron al menos cuatro cargas contra un enemigo situado en posición superior y es fama que la última la dieron al paso, por agotamiento de las monturas. Siguieron combatiendo a pie y cuando la distancia no permitió el empleo de las tercerolas empuñaron el sable. Ante el elevado número de bajas, veterinarios, herradores y educandos de banda se sumaron al combate. De 691 jefes, oficiales y soldados, perdieron la vida 471, pero la columna pudo continuar la marcha. Entre los muertos, 12 de los 14 herradores y 13 de los 14 educandos de banda, todos adolescentes. Cuando meses después las tropas españolas llegaron a la zona descubrieron los cadáveres de hombres y caballos, muchos en formación, allí donde habían caído.

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Interior de un blocao. Imagen de 1912

Era la hora del sálvese quien pueda. Muchas unidades tuvieron que improvisar. La guarnición del Zoco el Telatza de Bu Beker, al mando del teniente coronel García Esteban, del regimiento de Infantería África 68, tenía el camino de retirada en manos del enemigo y el 24 de julio decidió emprender camino al sur, hacia la zona francesa. Escoltados a retaguardia por una sección de 25 jinetes del regimiento Alcántara, al mando del sargento Enrique Benavent, de los que sólo sobrevivieron nueve, 400 hombres lograron llegar al paso fronterizo de Hasi Uensga, guardado por soldados senegaleses. Unos 900 habían perecido. Otra unidad fue más original y eficaz. En lugar de buscar la carretera o el ferrocarril, se dirigió hacia Melilla por la Restinga, la franja de arena que separaba el Mediterráneo de la Mar Chica, frente a Nador. De esa manera tenía protegidos los flancos y sólo podía ser hostigada por la retaguardia, en un terreno plano donde no eran posibles las emboscadas. Al llegar a la bocana, unos lanchones les cruzaron al lado norte de la Restinga, a muy poca distancia de Melilla.

La columna principal, al mando del general Navarro, llegó el 29 de julio al campamento de Arruí -conocido por Monte Arruit-. Eran unos tres mil hombres, que pronto quedaron cercados en un recinto sin agua. Dos días más tarde una granada de artillería destrozó el brazo izquierdo del teniente coronel Primo de Rivera, que sufrió su amputación sin anestesia, aunque murió por gangrena el 6 de agosto.

Monte Arruit estaba a unos 30 Km de Melilla y en medio sólo resistía un grupo de guardias civiles, militares y paisanos que se habían refugiado en la Fábrica de Harinas, situada dos kilómetros al sur de Nador. Durante once días, desde el 22 de julio al 2 de agosto, y al mando del teniente de la Guardia Civil jefe de la Línea de Nador, Ricardo Fresno Urzay, 23 guardias y los otros defensores, inicialmente 191 en total, resistieron hasta consumir la munición. Los cabileños, en reconocimiento a su valor, les respetaron la vida y permitieron refugiarse en Melilla, apenas a 10 Km de distancia. Habían sobrevivido 156.

Melilla, desprotegida

En la ciudad española, mientras tanto, apenas si habían quedado fuerzas militares y la población estaba desesperada. Sólo una cábila no se había sumado a la rebelión, la de los Beni Sicar, al oeste de Melilla, gracias a la autoridad de su jefe, el sidi Abdel Kader. Este último había combatido a los españoles en la crisis de 1909, durante la cual resultó herido. Sus enemigos, sin embargo, no sólo no le remataron, sino que los médicos militares curaron sus heridas y luego fue puesto en libertad. Desde entonces fue amigo de España. Ahora envió a las autoridades melillenses este mensaje:

"Si los refuerzos no llegan inmediatamente, no me será posible contener más tiempo a mi cábila, presionada por la harka enemiga, y para que no penséis que os hice traición tendré que suicidarme".

Parecía que en cualquier momento decenas de miles de cabileños se abatirían, a sangre y fuego, sobre los civiles. Gran parte de la población se instaló en el puerto, a la espera de refuerzos. El día 24 llegó primero un barco con soldados de reemplazo, que no calmó la inquietud de los melillenses. El siguiente en llegar fue el "Ciudad de Cádiz", que llevaba a bordo al jefe del Tercio, teniente coronel José Millan-Astray, y dos banderas (batallones), al mando de los comandantes Franco y Fontanes. Los legionarios habían recorrido a pie 100 Km en 33 horas, para subir en Tetuán al ferrocarril con destino al puerto de Ceuta. Era la plasmación del Espíritu de Marcha del Credo Legionario: "Jamás un legionario dirá que está cansado, hasta caer reventado. Será el cuerpo más veloz y resistente".

No llevaban siquiera un año de existencia, pero Millán Astray formó a los hombres a la carrera en el puerto de Melilla y se dirigió a la multitud:

¡Melillenses, os saludamos. Es la Legión, que viene a salvaros. Nada temáis. Nuestras vidas lo garantizan. Los legionarios, y todos, venimos dispuestos a morir por vosotros. Ya no hay peligro!".

Luego las dos banderas desfilaron cantando "La Madelon", para desplegarse en los alrededores de Melilla.

Entre los que habían quedado atrapados en la ciudad había una compañía malagueña de variedades. Ante la seguridad proporcionada por el Tercio y otras unidades, el 30 de julio ofreció un espectáculo en el teatro Kursaal. Durante el mismo salió al escenario la cantante de la compañía, Lola Montes, vestida con el uniforme de las enfermeras militares. Tras ser recibida con grandes aplausos comenzó a cantar un nuevo cuplé, que empezaba así: "Nadie en el Tercio sabía quien era aquel legionario, tan audaz y temerario, que en la Legión se alistó…".

El Tercio, sin embargo, no fue autorizado para ocupar Nador e intentar al menos el auxilio a los tres mil sitiados de Monte Arruit. Su jefe, el general Navarro, pactó la rendición el 9 de agosto con los rifeños, pero estos, como habían hecho días antes en Quebdani y Zeluán, asesinaron a casi todos los soldados. Sólo se salvaron tres centenares, que con supervivientes de otros puestos (492 en total) fueron conducidos prisioneros al Rif. Pasarían en cautividad 20 meses, hasta que en la primavera de 1923 el empresario vasco Horacio Echevarrieta pagó cuatro millones de pesetas a Abdel Krim para obtener su libertad. Habían sobrevivido 326.

El final de la campaña

El Desastre había supuesto la muerte de unos nueve mil españoles, casi todos soldados. Estos hechos conmovieron a la sociedad española, en la que se produjo una reacción patriótica sin precedentes. Se suprimieron incluso los privilegios que permitían, a cambio de dinero, la exención del servicio militar. De esta forma, en opinión del general Salvador Fontenla, el Ejército español fue por vez primera un Ejército nacional.

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El general Jose Sanjurjo y el comandante Francisco Franco durante la Guerra de Marruecos

Abdel Krim, mientras tanto, constituyó una efímera República del Rif, hostil tanto a la presencia de España y Francia como al Sultán de Marruecos. En la primavera de 1925 atacó una guarnición francesa, que sufrió pérdidas equivalentes a la mitad del Desastre español, unos cuatro mil hombres. Fue el mayor error del líder rifeño. Francia y España se aliaron para acabar con la insurrección y en septiembre se llevó a cabo una operación conjunta y combinada: el desembarco de Alhucemas, con participación de las flotas española y francesa, aviación y empleo de las barcazas utilizadas por los aliados en el fallido desembarco de Gallipoli (Tiurquía), en 1915. El Tercio estuvo otra vez en vanguardia, esta vez al mando de su nuevo jefe, el coronel Francisco Franco.

El factor decisivo fue que por vez primera en mucho tiempo, el Ejército tuvo manos libres y recursos. El mando ejercido por el general José Sanjurjo como Alto Comisario, con el general Manuel Goded como su jefe de Estado Mayor, permitió diseñar una estrategia de incursiones profundas que acabó con la guerra en 1927, seis años antes que en la zona francesa.

Abdel Krim se refugió en esta última y fue deportado a la isla de Reunión, en el Índico. En la zona española no hubo represalias: las cábilas se sometieron, los prisioneros fueron puestos en libertad y se emprendieron programas de Sanidad (para combatir la malaria) y de infraestructuras, completados más tarde con la educación.

Cuando en julio de 1936 comenzó la Guerra Civil los jefes de las cábilas del Rif, así como los dos ministros de la guerra de la República del Rif, encabezados por Suleiman Al Jatabi, pariente del Abdel Krim, ofrecieron su apoyo a la sublevación contra el Frente Popular y en particular al general Franco, cuya autoridad militar respetaban. Un número indeterminado de rifeños -con toda seguridad varios miles- combatieron en el Ejército Nacional. Fue muy distinta la suerte del heroico defensor de la Fábrica de Harinas de Nador. En julio de 1936 Ricardo Fresno Urzay era capitán de la Guardia Civil en Pamplona, no quiso sumarse a la sublevación dirigida por el comandante militar de Navarra, general Emilio Mola, ante lo cual fue detenido, condenado a muerte y fusilado, el 26 de agosto.

Mohamed Abdel Krim logró fugarse a Egipto en 1947 y once años después, en 1958, intentó volver a sublevarse contra el Rey (antes Sultán) de Marruecos. Necesitaba el apoyo de España, pero Franco se lo negó. Murió cinco años después, en El Cairo, en 1963.

El último capítulo de Annual no se cerró hasta el 1 de octubre de 2012, día en que el rey Juan Carlos, durante una ceremonia solemne celebrada en el patio de la Armería del Palacio Real, impuso la laureada colectiva al regimiento Alcántara, que sigue de guarnición en Melilla. La condecoración había sido promovida, en particular, por el entonces ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz. El teniente coronel Fernando Primo de Rivera la había recibido poco después de su muerte, pero el sacrificio de los jinetes de Alcántara al proteger la retirada de Annual convertía en un acto de justicia la condecoración a todo el Regimiento.

(En memoria del alférez veterinario del regimiento Alcántara Vidal Platón Bueno, que combatió en el Igán y murió en combate)

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