El Pazo de Meirás no era propiedad de Franco, pero éste fue dueño de un Auschwitz que dio envidia a Hitler. Esta es la basura histórica que la casta transmite a muchos españoles.
Un medio de comunicación digital ha publicado este agosto un reportaje sobre el campo de trabajo de Albatera (San Isidro de Albatera), en la provincia de Alicante, y la redactora ha recurrido al fácil recurso de copiar el apodo que ya hace años le puso la revista Interviú a ese lugar: "el Auschwitz de Franco". En el campo de exterminio nazi fueron asesinadas en torno a un millón cien mil personas a lo largo de varios años. ¿Cuántos muertos convertirían a Albatera en una versión carpetovetónica de Auschwitz?, ¿100.000?, ¿50.000? ¡Qué desprecio a las víctimas del mayor matadero de la historia!
Para alcanzar el poder, tanto político como social, y mantenerlo, una de las estrategias de la izquierda es dominar del debate público, para lo que sus creadores de opinión no vacilan en inventar todo tipo de mentiras. Y aunque éstas sean desmontadas las siguen repitiendo, porque cuenta con un ejército de fanáticos y unos regimientos de tontos útiles que las difunden por conveniencia. Por ejemplo, ya que estamos en agosto, que Stalin no invadió Polonia de acuerdo con los protocolos secretos del tratado germano-soviético, sino para proteger a las minorías de ucranianos y bielorrusos del desaparecido Estado polaco.
La guerra civil española se trata, seguramente, del acontecimiento sobre el que la red de mentiras es más tupida, debido a la colaboración durante décadas de los ónegas y ansones. Paul Preston asegura que la "huelga general" de octubre de 1934 fue "pacífica" (El zorro rojo), ignorando los 1.400 muertos que causó ese golpe de Estado dado por el PSOE, la UGT y ERC. Y Ángel Viñas repite desde hace años que el general Amado Balmes fue "asesinado por orden de Franco", aunque otros historiadores más serios y menos establecidos han desmontado su fábula.
En la misma línea de nunca retroceder ni corregir una mentira, Irene Montero y su claque de feministas enchufadas siguen defendiendo la inocencia de Juana Rivas, condenada por secuestrar a sus dos hijos; si el Tribunal Supremo ha confirmado la sentencia se debe no a la conducta de la madre y a las pruebas, sino a la "justicia patriarcal".
El Frente Popular, primero en canalladas
En la guerra civil, el primer Gobierno que ordenó bombardeos (de aviación y de artillería naval) sobre poblaciones civiles, expulsó de la enseñanza a catedráticos y profesores desafectos, estableció las cartillas de racionamiento y robó las propiedades y el patrimonio de los españoles fue el del Frente Popular. También fue el primero que abrió campos de trabajo para la población considerada enemiga.
Un decreto de 26 de diciembre de 1936, firmado por Manuel Azaña como jefe del Estado y Francisco Largo Caballero como presidente del Gobierno, creaba "los Campos de Trabajo para los condenados por los Tribunales Especiales Populares que entienden en los delitos de rebelión, sedición y todos aquellos que en lo sucesivo pueda entender el Tribunal Especial Popular y para los condenados por desafección al régimen por los Jurados de Urgencia".
El primero de estos fue el de Albatera, inaugurado el 24 de octubre de 1937 por el ministro de Justicia Manuel Irujo, militante del PNV, para descongestionar las prisiones alicantinas. Su lema, muy similar a los que se mostraban en los gulags era: "¡Trabaja y no pierdas la esperanza!" Tenía capacidad para 3.000 personas, pero pronto superó esa cifra. Se llenó con derechistas, sacerdotes, laicos católicos... Abundaron las palizas y los asesinatos por parte de los guardianes sobre los internos; el trabajo forzado; la mala alimentación; las enfermedades; la ausencia de barracones y letrinas; las alambradas…
Con Albatera pasó lo mismo que con otras instalaciones del aparato represivo del Frente Popular: los nacionales la usaron con los mismos fines. En abril de 1939, los vencedores lo vaciaron primero y luego lo llenaron con miles de dirigentes y militares del Frente Popular que se habían reunido en Alicante para tratar de escapar y también de las localidades cercanas.
El campo padeció los mismos defectos que en los años anteriores: pésimas condiciones y superpoblación. Los internos eran identificados y, si se consideraba necesario, trasladados a otros lugares, para su juicio posterior. No fue en ningún momento un campo de exterminio. En octubre de 1939, se cerró, no por la eliminación de sus prisioneros, sino por su traslado o liberación.
La frágil memoria de los testigos
Ahora, los memorialistas tratan de suplir la falta de documentación, así como de cadáveres, con los habituales testimonios orales. Pero transcurridas décadas desde los acontecimientos y enunciados en un ambiente que reclama una versión concreta, son muy poco fiables si no están avalados por pruebas, sean documentales o arqueológicas.
Cuando en septiembre de 2003, la Asociación de Recuperación de la Memoria Histórica en Andalucía aseguró que había hallado en el barranco del Carrizal, entre Órgiva y Lanjarón (Granada), una enorme fosa donde yacían miles de progresistas asesinados por los fachas, surgieron testigos que aseguraron que en el verano de 1936 vieron con sus ojos cómo los falangistas llevaban en camiones a presos a ese lugar y los ametrallaban. Por fortuna, en unos días, se supo que los huesos correspondían a animales. Esos testigos fueron unos miserables que se inventaron una matanza; en la guerra y la posguerra podrían haber ejercido de delatores.
Uno de los testigos-víctimas de Albatera afirmó que vio a varios oficiales alemanes en el lugar y, años después, reconoció en un documental a uno de ellos: Rudolf Höss, comandante de Auschwitz. Testimonio de confianza similar al de una anciana catalana que jura que el mismísimo Hitler la besó en una visita a Francia.
¿Por qué los nazis deberían haber desarrollado una visita de estudios a Albatera para inspirarse, cuando el III Reich abrió el primero de sus campos de concentración, Dachau, junto a Munich, en 1933, a los dos meses de que Adolf Hitler llegaría a la cancillería?
Recordar la historia de 1937
En el reportaje de El Independiente se anuncia para las próximas semanas el comienzo de un programa de excavaciones y de conversión del campo en lugar de la memoria por cuenta de los memorialistas. Esperemos entonces el hallazgo de miles de huesos, pues si Albatera fue "el embrión de Auschwitz", los cadáveres tienen que aflorar en cuanto se metan los picos. Porque en algún sitio enterrarían los fachas a sus víctimas, ¿no es así? Aunque quizás las trocearon y se las dieron a comer a piaras de cerdos, como hicieron los anarquistas en la checa de San Elías, en Barcelona.
Mientras tanto, la Diputación de Alicante o la Generalidad valenciana podrían contribuir a la reconciliación con la colocación de una placa que recuerde que Albatera se inauguró en 1937 y encerró a gentes de derechas sólo por sus ideas. ¿O es que quizás estas personas "se lo merecían"?