El 8 de diciembre de 1936, cuando sobrevolaba la localidad alcarreña de Pastrana a 3.000 metros de altura, un bimotor Potez-54 de la Embajada francesa en Madrid, que había despegado de Barajas a las 12,20 horas con dos tripulantes y cinco pasajeros, era ametrallado por un avión de caza.
A consecuencia del ametrallamiento, que causó heridas de bala a tres de los cinco pasajeros, el aparato francés tuvo que hacer un aterrizaje forzoso sobre un campo de labranza a cuatro kilómetros de Pastrana. Debido al impacto, el avión capotó y después volcó.
Entre los heridos se encontraba Georges Henny, médico suizo, que desde el 11 de septiembre de 1936 era delegado en España del Comité Internacional de la Cruz Roja. Había conocido de primera mano, junto con Félix Schlayer, cónsul de Noruega, las sacas de las cárceles madrileñas y las matanzas de Paracuellos y Torrejón de Ardoz en noviembre y diciembre de 1936. Según los archivos de Cruz Roja en Ginebra, Henny había reportado en noviembre la salida de cerca de mil presos de las cárceles Modelo, San Antón y Ventas, de los cuales señalaba que sólo 196 habían llegado a Alcalá.
A consecuencia del ametrallamiento del Potez-54, Henny resultó herido de bala en el gemelo derecho. Schlayer aseguró que Henny portaba documentación sobre las matanzas en Madrid para informar sobre las mismas en Ginebra.
En esas fechas se iba a reunir en la ciudad suiza el Consejo de la Sociedad de Naciones, cuya convocatoria había solicitado el Gobierno republicano y donde tenía previsto hablar el ministro de Estado republicano, Julio Álvarez del Vayo, contra la intervención militar de Alemania e Italia en la contienda española. La documentación de Henny habría puesto en entredicho el efecto que buscaba la denuncia de Álvarez del Vayo.
También resultó herido en el derribo del avión el periodista francés Louis Delaprée, corresponsal de "Paris-Soir", alcanzado en la ingle y en el vientre por las balas del avión agresor. A consecuencia de estas heridas, Delaprée falleció tres días después en el Hospital de San Luis de los Franceses, en la madrileña calle Claudio Coello, 32. Tenía 34 años y dejaba viuda y cuatro hijos.
Delaprée había denunciado con firmeza en sus crónicas desde Madrid las masacres de civiles a consecuencia de los bombardeos de la artillería y la aviación franquistas. Se dirigía de vuelta a Francia una vez terminada su misión informativa en España y tras un desencuentro con los responsables de su diario, a los que acusaba de dar menos importancia al asesinato de un centenar de niños que a "un suspiro de la señora Simpson, la puta del rey", en referencia a la amante del monarca británico Eduardo VII. En 2013 fue publicado su libro "Morir en Madrid" (editorial Raíces), que reúne sus crónicas desde la capital de España en edición del hispanista Martin Minchom.
Asimismo fue alcanzado por el ametrallamiento el también periodista André Château, corresponsal de la agencia Havas. Fue herido en una pierna por un proyectil del avión atacante que le fracturó la tibia y el peroné. Los médicos tuvieron que amputarle finalmente la extremidad.
En el avión viajaban también dos niñas españolas: María Carlota y María Dolores Cabello y Sánchez-Pleités. En varias fuentes aparecen como "Pleytas" o "Cabello", pero se desconocía hasta hoy su verdadera identidad. Mis pesquisas lograron identificarlas definitivamente como hijas del matrimonio entre el arquitecto Pedro Cabello Maíz y María Carlota Sánchez-Pleités y Jiménez, marquesa de Los Soidos y de Fromistá, Grande de España. La pequeña María Dolores sufrió la fractura del antebrazo en el aterrizaje del avión. Antes de despegar de Barajas, Louis Delaprée se ofreció amablemente a intercambiar su asiento con María Dolores para que estuviera más cómoda en el viaje. Esa decisión le costó la vida al periodista y probablemente salvó la de la niña.
El piloto Charles Boyer y el radiotelegrafista Bougrat formaban la tripulación del avión de la Embajada francesa. Su pericia evitó males mayores al conseguir tomar tierra en un campo de labranza a cuatro kilómetros de Pastrana (Guadalajara), a la derecha de la carretera que conduce desde esta localidad a Fuentelaencina. Un examen del lugar del aterrizaje refuerza la idea de que el avión volcó y quedó boca arriba debido al desnivel existente entre las lindes que separan los labrantíos.
Los heridos fueron atendidos por Francisco Cortijo Ayuso, médico de Pastrana que Camilo José Cela cita en su Viaje a la Alcarria, quien acudió presto al lugar del accidente. Su testimonio fue recogido en la "Revista de Historia Militar" de marzo de 2001 por Felipe Ezquerro Ezquerro, uno de los grandes especialistas de la historia de la aeronáutica en España. El doctor Cortijo aseguró que vio a los pasajeros del avión quemar un maletín de cuero y fotografías en una hoguera. Afirmó también que, antes de la llegada de varios coches con autoridades de Madrid y Guadalajara, el doctor Henny le confió dos sacas de la valija diplomática que más tarde pudo entregar al Secretario de la Embajada francesa.
El suceso provocó inmediatamente la reacción de la prensa de la zona republicana, que no dudó en achacar el ataque al avión civil a la "aviación fascista". El diario madrileño "La Voz" llegó a titular el 9 de diciembre: "Alemania dispara nuevamente contra los aviones de Francia". Sin embargo, muy pronto empezaron a suscitarse dudas sobre esta versión.
Las incógnitas
En los primeros días de enero de 1937 varios periódicos franceses se hacían eco de una información oficiosa difundida el 31 de diciembre, según la cual el Gobierno francés habría acreditado, tras una investigación, que el ataque fue obra de aviones republicanos.
El hispanista Ian Gibson refiere en su libro "Paracuellos, cómo fue", reeditado en 2005, que
"parece ser que el Gobierno francés llevó a cabo una investigación sobre el incidente ocurrido en el cielo de Pastrana. Si algún día se publica tal informe podrá arrojar luz sobre un episodio hasta ahora envuelto en incógnitas".
El informe existe y se conserva en los archivos de la diplomacia gala en Nantes. El hispanista Martin Minchom lo consultó hace años y lo utilizó para documentar su artículo "La verdad sobre Guernica: Picasso y la prensa mentirosa", publicado en 2012.
El informe confirmaba que el ataque al Potez-54 de la Embajada de Francia en Madrid había sido realizado por dos cazas con las bandas rojas distintivas de la aviación republicana: un monoplano que identificó al aparato francés y un biplano que después de dicha identificación lo ametralló.
A la luz de esta conclusión, Minchom sitúa la filtración de las conclusiones del informe a la prensa dentro del enfrentamiento suscitado en Francia entre partidarios y detractores de la República española. Dicho enfrentamiento se había visto agudizado a consecuencia del fallecimiento, a causa del ataque, de Louis Delaprée, corresponsal de "Paris-Soir", uno de los más firmes denunciantes de los brutales efectos de los bombardeos franquistas sobre la población civil de Madrid.
La campaña de los medios izquierdistas tuvo, no obstante, contestación por parte de la viuda de Delaprée, Camille, que envió un telegrama a "L’Humanité", órgano del Partido Comunista, asegurándoles que "no tienen derecho a utilizar el nombre del hombre que yo tanto amaba para fines políticos" y que su marido "solo odiaba una cosa: la guerra".
La filtración del informe, según Minchom, habría sido una baza jugada por el Quai d’Orsay en plena polémica, dada su "ambivalente actitud" hacia el bando republicano. Esta ambivalencia, que para otros autores era abierta hostilidad, marcó la postura de la diplomacia francesa bajo el Gobierno frentepopulista de Léon Blum, ante el temor de perder el apoyo de Gran Bretaña y dejar a Francia aislada en caso de que hubiera intervenido directamente a favor de Madrid.
Hay un elemento importante que, sin embargo, Minchom ha podido pasar por alto en esta cuestión. Una vez concluido el informe, el Gobierno francés se limitó a enviar oficialmente a las autoridades republicanas, pero sin darle ningún tipo de publicidad, una nota formal de protesta exigiendo que sancionara a los autores del ataque e indemnizara a las víctimas. Pero el Gobierno de Largo Caballero, lejos de darse por enterado, siguió achacando el ataque a la aviación franquista.
Así lo hizo el ministro de Estado, Julio Álvarez del Vayo, el 3 de enero de 1937, cinco días después de recibir la nota de protesta, para responder a las filtraciones aparecidas en la prensa francesa que achacaban el ataque a aviones republicanos.
Según la nota de la agencia Fabra publicada por "La Vanguardia" el 5 de enero,
"en una carta oficialmente dirigida por Álvarez del Vayo al encargado de Negocios francés en Valencia, el ministro de Estado español afirma de una manera rotunda que el Gobierno legal tiene pruebas incontestables de que el avión en el que viajaba el periodista Delaprée fue agredido por un aparato rebelde y no por un avión gubernamental, como han pretendido hacer creer ciertas informaciones de la Prensa derechista francesa".
"El mismo día en que se produjo el incidente –señalaba la carta de Álvarez del Vayo– y unas horas después del mismo, el aeródromo de Alcalá de Henares era atacado por los aviones rebeldes, aviones de bombardeo y de caza, entre los que indudablemente se hallaba el agresor del avión de la Embajada francesa. Una hora antes, los aviones rebeldes efectuaron un vuelo de reconocimiento en los alrededores de Pastrana".
El despacho de la agencia Fabra informaba de que
"el Gobierno español termina aconsejando al Gobierno francés que ayude a hacer una encuesta para desmentir las fantásticas informaciones publicadas por el diario fascista L'Echo de París, según el cual los gubernamentales quisieron derribar el avión de la Embajada francesa ya que en el mismo viajaba Hery (sic), delegado de la Cruz Roja Internacional en Madrid".
La nota de Fabra terminaba de un modo realmente fantasioso, asegurando que, según Álvarez del Vayo, "Hery (sic) fue asesinado hace unos días por 1.500 soldados del Tercio (sic) bajo las órdenes de los generales rebeldes". La realidad es que Georges Henny, delegado de Cruz Roja Internacional, que asumió sin ambages haber sido la diana del ataque al Potez-54 francés, abandonó la España republicana poco después del incidente para no regresar nunca más.
Fue en respuesta a estas afirmaciones de Álvarez del Vayo cuando el Quai d’Orsay decide finalmente, diez días después de redactarla, difundir en la prensa la nota de protesta que había remitido al Gobierno republicano. Posiblemente la filtración de las conclusiones de la investigación oficial, señalando la autoría de aviones republicanos, pudo ser obra de elementos derechistas del departamento de Exteriores galo, como insinúa Minchom. Pero lo que queda claro es que el gobierno de Blum había preferido hasta ese momento no hacer pública su nota de protesta a las autoridades de Madrid para no dañar la causa de la República española.
La nota de protesta del Gobierno francés, que reproducimos íntegra en traducción de Mercedes Corral, deja muy clara la identidad de los aviones atacantes:
29 de diciembre de 1936
El Encargado de Negocios de Francia tiene el honor, por orden de su Gobierno, de llamar la atención del Gobierno español sobre la agresión de la que fue objeto el 8 de diciembre el avión de la Embajada de Francia encargado de asegurar las conexiones con el territorio francés.
Dicho aparato, provisto de las marcas de nacionalidad y números de matriculación reglamentarios de la aviación civil (FA.000), y llevando además la inscripción «Embajada de Francia», dejó el aeródromo de Barajas el 8 de diciembre a las 12.20 h con destino a Toulouse, después de haber cumplido con todas las formalidades requeridas.
Pilotado por el Sr. Boyer, tomó el rumbo habitual que le mantiene constantemente por encima del territorio que ha permanecido fiel al Gobierno español y lo más lejos posible de las fuerzas insurgentes. En los alrededores de Alcalá se cruzó con un avión que llevaba las bandas rojas características de la aviación gubernamental, el cual pareció haberlo reconocido, por lo que no se preocupó. Hacia Pastrana, un biplano de caza con unas bandas rojas parecidas evolucionó alrededor del avión francés durante el tiempo suficiente para asegurarse de su identidad. El Sr. Boyer continuó su camino sin imaginar la posibilidad de un ataque y pensando solamente que había sido reconocido de nuevo, cuando una salva de balas alcanzó el avión de la Embajada y a cuatro de sus pasajeros. La sangre fría y la presencia de ánimo del piloto permitieron un aterrizaje en unas condiciones especialmente peligrosas y evitaron una catástrofe aún mayor.
El ataque tuvo las graves consecuencias siguientes: a pesar de la ayuda encontrada en las autoridades locales y los auxilios médicos prestados de inmediato, el Sr. Delaprée no sobrevivió a sus heridas, y otro francés, el Sr. Chateau, estuvo durante varios días en un estado muy preocupante. El delegado del Comité Internacional de la Cruz Roja y una joven, embarcados regularmente, resultaron igualmente heridos. En lo que respecta a los daños materiales causados, son importantes. El avión francés quedó completamente inutilizable y su estructura destruida. Los objetos pertenecientes a los pasajeros o bien se han perdido o bien han resultado dañados.
Debido a estas circunstancias, así como al hecho de que el ataque se produjo en una región donde las autoridades gubernamentales ejercen efectivamente su autoridad, el Gobierno francés lamenta tener que formular una protesta formal ante el Gobierno español, pedirle que sean sancionados los autores de dicho ataque y rogarle que le haga saber las reparaciones que piensa conceder para las personas que fueron víctimas de él y para las pérdidas materiales consecuentes".
A pesar de la clara identificación de los aparatos atacantes por el piloto Charles Boyer, Minchom sostiene que el Gobierno francés tenía "razonables sospechas, pero pocas evidencias firmes" para atribuir el ataque a la aviación republicana y apuesta a que "el avión de la Embajada francesa fue atacado por error, quizás por aviones franquistas, quizá por aviones republicanos". Es decir, vuelve al punto de partida.
La nota de protesta del Gobierno francés deja, sin embargo, una firme evidencia: la del testimonio de un piloto que sobrevuela una nación envuelta en una guerra civil y al que se le supone conocimiento suficiente para identificar sin género de dudas los distintivos de los aviones contendientes. A su vez, la nota ofrece la confirmación de que el Potez-54 era el mismo aparato que venía haciendo los vuelos entre Madrid y Toulouse sin que hubiera tenido percance alguno hasta entonces, lo que desmiente la hipótesis de que no estuviera suficientemente identificado, aun tratándose de un bombardero reconvertido para vuelos civiles.
El periodista André Château, que perdió la pierna a consecuencia de las heridas sufridas en el ataque, consideraba que el delegado de Cruz Roja Internacional era un "testigo incómodo". El cónsul de Francia en Madrid, Emmanuel Neuville, tampoco tuvo dudas al respecto. Pero lo más importante es que el propio Henny tenía la certeza de que el ataque había tenido como objetivo eliminarlo, lo que indica su absoluto convencimiento sobre su autoría.
Al cabo de los años, el entonces jefe de la aviación de caza de la República, Andrés García Lacalle, señaló en sus memorias, Mitos y verdades, a Gheorghij Zajarov y Nicolai Shmelkov como los pilotos rusos que habrían participado en la identificación y derribo del Potez-54. Según publicó en los años sesenta el periodista británico Sefton Delmer, corresponsal en la guerra de España, la orden de derribar el avión habría partido de Alexander Orlov, responsable de la NKVD, el espionaje ruso, en Madrid, que participó también en el secuestro y asesinato de Andreu Nin, líder del POUM, por órdenes de Stalin.
El intento de eliminar a un testigo incómodo de las matanzas de Paracuellos y Torrejón, nada menos que al delegado de Cruz Roja Internacional en la zona republicana, resultó fallido. Pero aun de haberse consumado el asesinato de Georges Henny, nada habría evitado que se conociera la mayor masacre de civiles de la Guerra Civil perpetrada bajo las indicaciones y con la colaboración de una parte de las autoridades del Madrid asediado y el consentimiento de las restantes.
(Fragmento incluido del libro Eso no estaba en mi libro de la Guerra Civil, Editorial Almuzara)