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La fuga de película de la deportista cubana Lisandra Lima

La preparó durante meses y, en el mundial de pelota vasca de 2018, tuvo su oportunidad. Lo consiguió, pero ahora paga su pena: 8 años sin ir a Cuba.

La preparó durante meses y, en el mundial de pelota vasca de 2018, tuvo su oportunidad. Lo consiguió, pero ahora paga su pena: 8 años sin ir a Cuba.

"Me levanto muchos días extrañando a mi mamá y llorando", esa es la realidad de Lisandra Lima tres años después de escapar de la tiranía del régimen comunista cubano. Como deportista de élite, tuvo la oportunidad de planificar su fuga y dejar atrás la represión de la dictadura. Pero, para los cubanos, la libertad tiene un precio: 8 años -como mínimo- sin volver a su país, ni ver a su familia. Una condena que irá creciendo si, desde aquí, arremete contra los principios de la revolución o el Gobierno de Díaz Canel.

Gracias a las nuevas tecnologías, Lisandra puede comunicarse con sus seres queridos, saber de ellos. Pero sin tocarles o abrazarles. "Es duro", reconoce durante la entrevista para LD. Y eso que cree que para ella fue un poco más fácil el proceso de separación porque con 17 años se fue de su pueblo -Pinar del Río- a La Habana, para poder avanzar en su carrera deportiva. En cualquier caso, era muy consciente de lo que venía después de la decisión de quedarte en España.

"Sabía, sabía… Es una de las cosas que te van reiterando cada día, cada vez que íbamos a una competencia y algún compañero se quedaba. Lo primero que te decían: ahora se pasará 8 años sin entrar a Cuba", relata. Era la manera de intentar reprimir sus ansias de libertad. "Te iban trabajando psicológicamente", añade.

En el caso de Lisandra, no consiguieron achantarla. Tenía muy claro lo que quería hacer. Sólo necesitaba que llegara su oportunidad, para poder aprovecharla. Cuando se presentó, no lo dudó. Fue en XVIII Campeonato Mundial Absoluto de Pelota Vasca, que acogió la ciudad de Barcelona en septiembre de 2018.

Una fuga perfecta

Lisandra pensó en todo. Incluso legalizó sus títulos "a escondidas", meses antes de escaparse. "Nadie sabía lo que estaba haciendo", asegura. "Lo hizo mi mamá a través de un abogado". Ella tenía "la decisión tomada" desde el mes de marzo y lo fue preparando todo para perpetrar la fuga perfecta durante su participación en el mundial.

A la deportista, se le alinearon todos los astros. Normalmente, cuando salen a jugar fuera del país, les quitan el pasaporte al llegar al aeropuerto, en cuanto pasan la aduana, y ya no se lo devuelven. Y a la inversa, en el viaje de vuelta. Pero, tras su participación en el mundial de la Ciudad Condal, tuvo un golpe de "suerte".

"Tres días después, mi compañera y yo (jugaban por parejas) íbamos a jugar un torneo en Tenerife. El resto de la delegación se regresaba a Cuba", explica. "En el viaje de regreso (después del torneo), había que hacer varias escalas: Tenerife-Barcelona, Barcelona-Madrid, Madrid-La Habana". Llegando a la Ciudad Condal, su entrenador les dijo que tendrían que esperar unas cuatro o cinco horas en el aeropuerto hasta su próximo vuelo, y que "era una tontería quitarnos el pasaporte y entregarnoslo después". Entonces, vio la luz. "Esa fue mi oportunidad", exclama.

Dos compañeros ya habían logrado escapar en la misma competición, cuenta emocionada. "Entraron en la habitación del entrenador y cogieron su pasaporte". No les fue difícil conseguir la llave. Dijeron en recepción que la habían perdido y, como formaban parte de la misma delegación, se la dieron. Iban "con el mismo traje", señala.

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Ella no podía ser menos. No sabía cuándo se podría volver a dar una oportunidad igual. Así que, sin más dilación, en cuanto perdió de vista a su entrenador, salió del aeropuerto y se metió en un taxi. "En el primero que pasó", insiste. Una vez dentro, "busqué en Google un hotel en el que hubiera plazas, para dormir allí". Pero quizás lo curioso es que no recuerda lo primer que pensó en ese momento. Hasta tres días después, no asimiló que había conseguido su objetivo. "Sabes lo que estás haciendo, pero no eres totalmente consciente", afirma.

El cuento cubano

Lisandra empezó a soñar con "otra vida", poco después de pasar la barrera de los veinte. Aunque reconoce que su infancia fue buena, cuando comenzó a "viajar por el deporte", se dio cuenta de lo que le habían estado "metiendo en el cerebro": una mentira. "Empiezas a ver cosas y se te empiezan a abrir los ojos", señala. "Te das cuenta que hay algo que no está bien".

Se le cayó la venda en su primer viaje. "Tuve una conversación con un compañero, un señor que es de aquí, de España", explica. "Yo le decía que en Cuba la sanidad es gratis, que las escuelas también son gratis y todo eso... Y él me decía: pero no sé qué me hablas, donde yo vivo también".

Ella no daba crédito. Le habían contado la película de otra manera, desde que era niña. Así que -a partir de ese momento- cuando salía al exterior para competir, aprovechaba para informarse y mirar en Internet. "La historia que te dan en la escuela empieza a no cuadrar", lamenta. Y, con el paso de los años, se fue desencantando cada vez más.

Cerca de la treintena, se dio cuenta además de que la vida deportiva era corta y tenía que pensar en el plan B. Ya estaba cansada de la falta de libertad, del miedo a hablar, de la hipocresía, de que los trabajos voluntarios en realidad fuesen obligatorios, y de no tener problemas a base de callar. En definitiva, de la vida que tienen los que permanecen en Cuba.

Reflejo de ello es que aún hoy, cuando habla con su madre por teléfono, ésta le dice: "Ay mija (mi hija), por favor... Necesito que no te metas en nada, que no digas nada, que no hables de nada, que al final las consecuencias las pago yo". "Los tienen acojonados", sentencia.

Una Cuba libre

"Que sea libre", ese es el mayor deseo de Lisandra para Cuba. "Que se vaya esa dictadura, que cambie de gobernantes. Fíjate, me da igual que sea hasta para peor", asevera emocionada. El pueblo cubano no puede más.

En su opinión, debe producirse "un cambio de régimen para que cambie la situación que hay en Cuba, el miedo que se vive". "No salen por miedo a la represión que están viviendo ahora, desde el 11 de julio", advierte. No puede evitar acordarse de los jóvenes de 18 y 19 años que han participado en las protestas. "Les están pidiendo 30 años de cárcel, como si fuesen asesinos".

Lisandra sueña con el día en que "el pueblo se llene de valor" y "reclame sus derechos". Ella sabe que habrá quien piense "que es fácil hablar desde aquí (España)" y que hay que respetar a los que aún tienen miedo de pronunciarse. "No critico que no quieran salir porque yo en su momento decidí quedarme y no salir a la calle en Cuba", afirma. Pero es consciente de que no hay otra manera de avanzar hacia la libertad.

Más detalles en el video de la entrevista.

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