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El peligro del marxismo: por qué no se puede condenar a Lenin y salvar a Marx

En el cincuenta aniversario de la Universidad Francisco Marroquín, Juan Ramón Rallo analiza el concepto de libertad en Marx.

En el cincuenta aniversario de la Universidad Francisco Marroquín, Juan Ramón Rallo analiza el concepto de libertad en Marx.
La Universidad Francisco Marroquín celebra en Madrid su 50 aniversario

En 1971, un grupo de empresarios guatemaltecos fundó en su país la Universidad Francisco Marroquín. Sus objetivos eran claros: en un ambiente tan particular como el centroamericano, querían consolidar ideales como el del libre mercado, la competencia abierta y la responsabilidad individual. Varias décadas después, sus dirigentes se congratulan de haberlo conseguido, y celebran en su sede de Madrid el cincuenta aniversario de la institución.

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Arturo Fabra, director de UFM Madrid.

"¿Cómo podemos explicar este salto que dimos a Europa?", se escucha entre los discursos de la conmemoración. "Pues en que creemos que después de cincuenta años de experiencia en Guatemala, algo podemos aportar en Madrid". La intención del centro, además, pasa por ofrecerle nuevas oportunidades a jóvenes guatemaltecos que quieran salir del país; y a sus propios profesores, para que mantengan contactos más estrechos con colegas del otro lado del charco. Pero, sobre todo, el ideal primero tiene que ver con la causa de la libertad. "En 51 años nos hemos afanado en promover los valores de una sociedad libre, lo que nos ha llevado, sobre todo, a advertir sobre sus riesgos". Una de sus preocupaciones más acuciantes tiene que ver con el auge del nuevo marxismo ideológico en las facultades americanas. Por eso, no es extraño que el encargado de dar la charla central de la ceremonia sea Juan Ramón Rallo, y que el tema escogido sea el concepto de libertad en Karl Marx.

Comunismo y libertad

Varias son las razones por las que Rallo ha querido prepararse una conferencia como esta. La primera es que lleva tiempo trabajando sobre el asunto, y publicará un libro en unos meses. Las otras dos, más teóricas, tienen que ver con la ignorancia generalizada de la obra del propio Marx en una sociedad que sigue teniendo amplios sectores que lo reivindican. "Mi intención es doble: clarificar cuál es en realidad el concepto de libertad en uno de los pensadores más influyentes de los dos últimos siglos; y demostrar cómo el concepto marxista de libertad conduce a unas conclusiones prácticas monstruosas". Más allá de los que defienden que se puede separar a Marx de Lenin, por ejemplo, Rallo explica que no. "Existe una línea de continuidad muy clara. Y aunque todo, en última instancia, dependa de la interpretación que se le dé a sus textos, lo cierto es que aportan material suficientemente explícito como para justificar la deriva del comunismo y del ‘socialismo real’".

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Un momento de la intervención de Juan Ramón Rallo.

Para Rallo, el problema está en el inicio. "Marx considera que el ser humano tiene dos características esenciales: por un lado es un homo faber, porque produce las herramientas que le permiten subsistir; y por otro es un ser social, lo que le imposibilita vivir aislado". A partir de esa visión, la concepción histórica del pensador alemán gira en torno a la alienación que ha sufrido la especie en aras de garantizarse la supervivencia. "El hombre no es plenamente libre o bien porque no tiene un control absoluto sobre su entorno de producción, sobre la naturaleza, o bien porque vive aislado, sin una comunión real con el resto de la comunidad". Su idea pasa porque lo que estaría consiguiendo el hombre en el periodo histórico del capitalismo, a base de alienar su faceta social, sería un control absoluto sobre su entorno productivo. Y que, por tanto, el último paso histórico debería consistir en recuperar la faceta comunitaria perdida, una vez el problema de la producción ya esté solucionado.

Otra idea fundamental en él es que subordina todo presente humano al desarrollo histórico de la especie. "El hombre debe sacrificarse a lo largo de los siglos para que sus descendientes puedan llegar alguna vez a la emancipación total". El comunismo, por tanto, sería el periodo en el que el proletariado expropiaría a los expropiadores capitalistas, con el fin de permitirle al Estado el control sobre todos los medios de producción —que ya controlarían la naturaleza a su antojo— y permitiendo de esa manera un retorno pleno al comunitarismo.

¿Pero qué será la libertad, en ese nuevo mundo? Marx habla de ella en varias ocasiones. "Empieza allí donde termina el trabajo impuesto por la necesidad", por ejemplo. O: "Es el desarrollo de las capacidades humanas como fin en sí mismo". La libertad plena es que el hombre pueda "disponer de los medios para desarrollar todas sus capacidades en todas las direcciones posibles". Es decir, sólo se podrá dar cuando los medios productivos generen excedentes suficientes como para permitirnos liberarnos de la esclavitud del trabajo.

De todas formas, incluso entonces, quedaría la pregunta de si, en su faceta comunitaria, la libertad humana debería consistir en la capacidad del individuo para desarrollarse a su antojo o si, por el contrario, se refiere exclusivamente al interés de la comunidad. "Para Marx la libertad es siempre del conjunto, no del individuo", responde Rallo. Y aporta citas para ilustrarlo. "Marx tenía la peor opinión de los derechos individuales porque, al contrario que los liberales, no consideraba que la libertad deba ser individual y negativa —mi libertad termina donde empieza la de los demás—, sino comunitaria y positiva". El concepto liberal de libertad, para Marx, es un concepto de "hombres egoístas, que se separan de otros hombres y de la comunidad" y que, por tanto, permanecen alienados. "El individuo no tiene verdadero derecho a aislarse. Debe someterse al grupo".

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Asistentes al acto.

Marx no concibe un escenario en el que puedan surgir conflictos entre un individuo y el resto de la comunidad porque todo lo subordina al problema económico de la producción. "No se pregunta qué pasaría en el caso en que distintos miembros de la comunidad difieran a la hora de decidir qué producir y qué no" y, por tanto, no llega a aportar soluciones a otros posibles conflictos que podrían surgir en su ansiado "fin de la historia". "Para el comunismo, el individuo sólo podrá desarrollar sus libertades en la medida en que la comuna se lo permita". Y nada más.

¿Qué pasaría con la disidencia, entonces? Responde Marx: "La historia siempre ha tenido el derecho a disponer de la vida, la felicidad y la libertad del individuo". Es decir, cualquier hombre puede ser sacrificado en aras de un bien social superior. A partir de todas esas premisas marxistas, no sorprende que, tiempo después, ideólogos comunistas como Lukács pudieran escribir, por ejemplo, que "la verdadera libertad implica que el individuo se subordine a una voluntad comunitaria que nos conduzca a la libertad total". O, por traducirlo a su contexto político y social, que "todos debemos subordinarnos al partido". Y es que, en opinión de Rallo, es posible identificar una línea de continuidad clara entre el concepto marxista de libertad y los horrores del comunismo. Por eso, termina él, "sigue siendo necesario reivindicar los conceptos liberales que defienden la libertad individual y negativa". La única visión que permite a los hombres, en la medida de lo posible, desarrollarse en sociedad sin verse atropellados por la masa.

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