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Iván Vélez

Una espada y un rey sedente

Simón Bolívar fue caracterizado por Carlos Marx como "el canalla más cobarde, brutal y miserable", no tiene la condición de símbolo oficial de la nación colombiana.

Simón Bolívar fue caracterizado por Carlos Marx como "el canalla más cobarde, brutal y miserable", no tiene la condición de símbolo oficial de la nación colombiana.
Cordon Press

La actitud sedente del rey Felipe VI frente al paso de la espada que fue de Bolívar durante la ceremonia de toma de posesión de Gustavo Petro, nuevo presidente de la República de Colombia, ha desencadenado una polémica que excede, con mucho, el gesto captado por las cámaras televisivas. La controversia bien pudiera zanjarse acudiendo a lo estrictamente formal. Educado en el respeto a lo protocolario, Felipe VI acertó. Al cabo, la procesión espataria no figuraba en el protocolo y la espada, cuyo propietario fue caracterizado por Carlos Marx como "el canalla más cobarde, brutal y miserable", no tiene la condición de símbolo oficial de la nación colombiana.

Por lo que respecta al sable, este no sólo está vinculado al llamado Libertador, sino también al M-19, cuyos miembros lo robaron el 17 de enero de 1974 para convertirlo en un poderoso fetiche en el contexto de la lucha por la libertad buscada por la guerrilla a la que el propio Petro se ligó años después. Durante 17 años, la espada viajó por Hispanoamérica después de su entrega a la embajada cubana por parte de los insurgentes. Firmada la paz colombiana, tras la cual la guerrilla adquirió formas puramente políticas que abrieron el camino al reciente éxito electoral de Petro, el metal fue entregado al presidente César Gaviria.

Las matanzas de españoles

En cuanto a su propietario, son conocidas las matanzas sobre españoles ordenadas por Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios, que el 15 de junio de 1813 firmó en el Cuartel General de Trujillo el Decreto de la Guerra a muerte contra los españoles y canarios que se opusieran a la libertad de Venezuela. Durante su vigencia, mantenida hasta el 27 de noviembre de 1820, miles de españoles fueron asesinados en las prisiones de La Guaira, Caracas y Valencia, pero también en las calles y plazas en las que se extendió su poder. A ellas ha de sumarse la masacre que, sobre los leales a España, se produjo el 24 de diciembre de 1822 en la colombiana población de Pasto.

Hispanófobo –Bolívar calificó a España de "desnaturalizada madrastra"- y racista, por más que en la Venezuela bolivariana se le haya querido racializar, el Libertador trabajó al servicio de los intereses de Inglaterra, verdadera saqueadora, por la vía de la deuda, de las riquezas acumuladas en virreinatos como el de Nueva Granada, dividido por el autor de la Carta de Jamaica en su infructuoso intento de construir la Gran Colombia.

¿Origen de bolivarianismo socialista?

Casi dos siglos después de su muerte, Bolívar, que se dio de bruces con el fracaso de su proyecto durante el Congreso Hispanoamericano convocado por él mismo en 1826, sigue siendo instrumentalizado por regímenes que operan bajo el lema "Socialismo del siglo XXI", que nada tienen que ver con el soñado por el caraqueño, absolutamente refractario a modelos que, de algún modo pudiéramos situar en el origen del bolivarianismo. Conclusión que se desprende de estas palabras del caraqueño: "los sistemas enteramente populares, lejos de sernos favorables, temo mucho que vengan a ser nuestra ruina".

Si la distancia entre el proyecto de Bolívar y el de sus supuestos valedores es tan grande: ¿a qué viene su reivindicación y la petición de respeto hacia su sable por parte de quienes están siempre dispuestos a hacer desplantes a determinada banderas que llaman groseramente "trapos de colores"? La razón no es otra que la hispanofobia que caracteriza a gran parte de la autodenominada izquierda española, integrada por una serie de individuos que tan buenos réditos ha obtenido en Hispanoamérica en su disolvente labor como transitólogos. Abismados ante cualquier manifestación indigenista, ya sea vascongada ya mapuche, los heraldos de la imposible nación de naciones se han rasgado las vestiduras ante la inmutabilidad de un rey que no se ha levantado al paso de una espada manchada con sangre española.

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