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Santiago Navajas

¿Cuándo se jodió la América española?

La espada de Bolívar, que hizo traer Petro con ademán paleto de patriarca autoritario, no simbolizaba al héroe de la independencia, sino que era una autohomenaje al M-19, su grupo terrorista.

La espada de Bolívar, que hizo traer Petro con ademán paleto de patriarca autoritario, no simbolizaba al héroe de la independencia, sino que era una autohomenaje al M-19, su grupo terrorista.
Gustavo Petro, presidente de Colombia durante la investidura | Cordon Press

En 1700 lo inteligente y razonable hubiese sido apostar por el futuro de la América española frente a la América anglosajona. Los Estados Unidos se independizaron en 1776, una lucha épica por la libertad y la autonomía, aunque tenía el reverso tenebroso de la esclavitud de los negros y el genocidio de los indios. A finales del siglo XIX, los norteamericanos pasaron por una guerra civil que fue el acontecimiento más devastador de la historia de la humanidad hasta ese momento. Ya en el siglo XX se desencadenó en su seno una crisis económica que desestabilizó el planeta entero, pero entre tanto pudo parar dos veces las guerras mundiales que habían originado castas parasitarias y sectas totalitarias europeas.

En la América española también se llevaron a cabo procesos de independencia respecto a la metrópoli a principios del siglo XIX, pero a pesar de tener una base más sólida, y no haber caído tan bajo como los anglosajones en la esclavitud y el exterminio de los nativos, los países resultantes cayeron en la fragmentación y la demagogia por parte de unas élites extractivas, los llamados "criollos", que fueron infinitamente más perjudiciales de lo que pudieron haber sido los administradores peninsulares.

La diferencia en el diferente destino –favorable para la América anglosajona, paupérrimo para la América española– fue analizado con gran rigor conceptual y claridad expositiva por el liberal venezolano Carlos Rangel en un lúcido ensayo titulado Del buen salvaje al buen revolucionario. Es imprescindible volver a leerlo en una época como la actual en la que un terrorista como Gustavo Petro es elegido presidente de Colombia, alentado, jaleado y sostenido por los herederos de aquellos criollos que contribuyeron a mantener la América española en la pobreza, la violencia y la endémica falta de futuro. Los nuevos criollos: de Juan Domingo Perón y el Che Guevara al Papa Francisco, pasando por Díaz-Canel en Cuba, Ortega en Nicaragua, Castillo en Perú, Maduro en Venezuela, López Obrador en México, Boric en Chile, Fernández en Argentina y, ampliando el foco a Iberoamérica, Lula da Silva en Brasil.

El mismo Bolívar se temía en 1830 que la América española se había jodido irremediablemente:

Este país (la Gran Colombia que luego se desmembraría) caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada para después pasar a tiranuelos (...) si fuera posible que una parte del mundo volviera al caos primitivo, este sería el último período de la América (Latina)

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Simón Bolívar

El único que homenajeó a Simón Bolívar en la esperpéntica, tercermundista y patética toma de posesión de Petro fue el rey español Felipe VI, que no se rebajó ante la pantomima del tiranuelo elegido por una multitud desenfrenada cuya opción es estrellarse contra la Escila del mito del buen salvaje ("pueblos originarios" los llaman ahora, ahítos de peyote y cocaína, drogas también originarias) y la Caribdis del dogma del buen revolucionario, es decir el infame terrorista al que los medios de izquierda blanquean denominándolo "guerrillero". Porque la espada de Bolívar, que hizo traer Petro con ademán paleto de patriarca autoritario, no simbolizaba al héroe de la independencia, sino que era una autohomenaje al M-19, el grupo terrorista de Petro, que robó la espada de Bolívar como muestra de "lucha armada". El rey de España, un país azotado por el terrorismo de los cómplices etarras del M-19, no podía levantarse, por dignidad y respeto, ante lo que era, en el contexto de un presidente filoterrorista, una apología de la violencia.

Los ingredientes ideológicos de la debacle actual hispanoamericana, peronista y bolivariana, son el nacionalismo, la democracia popular, y la "justicia social". Es decir, patrioterismo barato, democracia antiliberal y resentimiento de clase, género, etnia… Petro, en su discurso, hizo un llamamiento a finalizar con el "conflicto armado". En España nos suena ese sintagma: "conflicto armado". Sí, es el que usa Otegi para referirse al terrorismo etarra (ese que ahora se intenta blanquear por la izquierda como "lucha antifranquista").

Sin embargo, no nos podemos rendir ante la nueva casta criolla, parásitos populistas y demás idólatras del Estado. Porque en Hispanoamérica quedan políticos que respetan la soberanía individual, la igualdad ante la ley, la propiedad privada y la libertad sin adjetivos, como Luis Lacalle en Uruguay y Guillermo Lasso en Ecuador, con la que cabe hacer una alianza para que la América española deje de ser un fracaso y se reconcilie, como quería Carlos Rangel, con su destino panhispánico.

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