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Pedro Fernández Barbadillo

Queipo de Llano: inquina y desagradecimiento

Queipo llamó a Franco, su compañero en Marruecos "Miss Canarias", por sus excusas para implicarse en el golpe de Estado que preparaba Emilio Mola en la primavera y el verano de 1936.

Queipo llamó a Franco, su compañero en Marruecos "Miss Canarias", por sus excusas para implicarse en el golpe de Estado que preparaba Emilio Mola en la primavera y el verano de 1936.
Gonzalo Queipo de Llano y Francisco Franco en Sevilla en 1936 | Cordon Press

A Gonzalo Queipo de Llano no costaba mucho arrastrarle a una conspiración. Ya participó en varias contra Alfonso XIII y el dictador general Miguel Primo de Rivera. Se metió en la organizada por el general Emilio Mola después de que el Frente Popular destituyera a su consuegro Niceto Alcalá Zamora de la presidencia de la República de manera inconstitucional en abril de 1936.

Tampoco era Queipo una persona que se caracterizase por su discreción y su prudencia. José María Pemán definió al general Franco como "la persona que mejor se calla en España". Queipo llamó a su compañero en Marruecos "Miss Canarias" por sus excusas para implicarse en el golpe de Estado que preparaba Emilio Mola en la primavera y el verano de 1936.

Cuando se fijó la fecha para el alzamiento, después del impulso que le dio el secuestro y asesinato de José Calvo-Sotelo, el 13 de julio, por policías del Gobierno y pistoleros del PSOE, Queipo cumplió sin vacilaciones, a diferencia de otros.

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El militar castellano (nació en Tordesillas en 1875) se apoderó de Sevilla con unos audaces golpes de mano: primero, penetró en la sede del gobierno militar, acompañado de un único oficial, detuvo al general al mando, José Fernández de Villa-Abrile, sublevó a la guarnición con el concurso de los tenientes y los capitanes; y empleó su famoso ardid de pasear por Sevilla en cinco camiones a unos 40 legionarios llegados en tres aviones desde Tetuán.

Simultáneamente, descubrió la ‘guerra psicológica’ mediante sus charlas radiofónicas, en las que amenazaba con todo de tipo de castigos y venganzas a los milicianos. A lo largo del verano de 1936, defendió Córdoba y unió la Granada sitiada con el resto de la zona que dominaba. Franco, elevado a generalísimo con su voto, le nombró jefe del Ejército del Sur.

En condición de tal, reaccionó al ataque del Ejército Popular en la batalla de Peñarroya, comenzada la víspera de Reyes Magos de 1939, una operación de distracción lanzada por el general Vicente Rojo para frenar la ofensiva franquista en Cataluña. Los fantasiosos planes del jefe del estado Mayor Central de la República incluían instrucciones para tomar Córdoba y hasta Sevilla.

Popularísimo en Sevilla

Acabada la guerra, Queipo de Llano volvió a sus enredos, ya que se sentía menospreciado por Franco, de quien había sido superior. Otros generales hicieron lo mismo, como Juan Yagüe, Alfredo Kindelán y Antonio Aranda, y se mezclaron con los alemanes y los británicos. Franco, el último de los personajes españoles en sublevarse contra la República, fue el primero en someter al generalato español a la disciplina del poder civil, aunque también es cierto que los conspiradores de uniforme eran alentados por los conspiradores de corbata.

Franco ascendió a Queipo a teniente general, pero no le concedió la Laureada hasta 1944. Y en abril de 1950, en el undécimo aniversario de la victoria nacional, le otorgó el título de marqués, merced que a un republicano como él no le sentó nada bien.

La ‘memoria’ izquierdista y el clericalismo católico quieren negar dos hechos irrefutables. Uno es la inmensa popularidad de Gonzalo Queipo de Llano en Sevilla, donde, aparte de su labor en la guerra, realizó numerosas obras de mejora y de caridad. Se puede comprobar en las fotos de las visitas del militar a la ciudad y de su entierro. Y el otro es el agradecimiento de la Hermandad de la Esperanza Macarena por haber salvado varias de las iglesias de Sevilla del fuego de los rojos y haber contribuido a la construcción de la basílica actual, que aprobó su nombramiento como hermano mayor honorario y su enterramiento en el templo. Transcurridos setenta años, la Hermandad (y el arzobispado) colabora sin reservas con la profanación de la tumba de su ilustre cofrade.

Y si asombra la inquina de la izquierda con quienes la derrotaron, descorazona el desagradecimiento de las instituciones que tanto deben a personas como Gonzalo Queipo de Llano, empezando por la supervivencia de sus miembros en los años 30.

Al menos Franco se portó con él mejor que los meapilas que están deseando tener la fiesta en paz… aunque el baile acabará como el rosario de la aurora. El paso siguiente de los ‘memorialistas’, será la eliminación dentro de las iglesias de las placas y cuadros en homenaje a los católicos martirizados por los socialistas y los comunistas. Y a continuación, los borrarán del calendario litúrgico. Ya están en ello. Y los clericales tragarán.

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