
"Nosotros somos enviados a destruir a los españoles". Así era Bolívar. Así son sus herederos: podemitas y dictadores.
Un 16 de febrero de hace 209 años, el Comandante de la ciudad portuaria de La Guayra, José Leandro Palacios, comunica al "Excmo. General en gefe [Simón Bolívar] que la orden del 8 de este mes se halla cumplida".
El Libertador había ordenado el asesinato de presos y enfermos. "Por el oficio de V.S. [se refiere a Palacios] de 4 del actual, me impongo de las críticas circunstancias en que se encuentra esa plaza, con poca guarnición y un crecido número de presos. En consecuencia, ordeno á V.S. que inmediatamente se pasen por las armas todos los españoles presos en esas bóvedas y en el hospital sin excepción alguna. Y envío al mismo tiempo igual orden al Comandante de Caracas, coronel Arismendi. =Bolívar,= Cuartel general, libertador, en Valencia 8 de febrero de 1814, á las ocho de la noche".
Se cumple con sangrienta diligencia. El 13 de febrero Palacios da parte de la decapitación de "cientos de ellos". El día 14 otros ciento cincuenta. El 15 "fueron decapitados doscientos quarenta y siete españoles y canarios, y solo quedan en el hospital veintiun enfermos, y en las bóvedas ciento y ocho criollos". El 16 de febrero acaban con "los españoles y canarios que estaban por enfermos en el hospital, último resto de los comprehendidos en la órden de S.E.". Decapitados o ensartados en las bayonetas para ahorrar pólvora y munición "en número de más de ochocientos, contando los que se han podido recoger de los que se encontraban ocultos".
Las matanzas de febrero de 1814. "Has desolado nuestra patria: has hecho degollar, ò degollado la juventud de Venezuela". Es el lamento que publica La Gaceta de Caracas del 2 de mayo de 1815, que informa de estas y otras matanzas en los hospitales de la villa de Cura y de Guasdualito. No fueron las únicas.
Refiere Pablo Victoria [exsenador del Congreso de Colombia y catedrático de economía] que "los asesinatos de Valencia, en el Estado de Carabobo, fueron atendidos personalmente por El Libertador los días 14, 15 y 16 de febrero de 1814, pues allí ejecutó a por lo menos 382 españoles, que fueron pasados por las armas bajo su impávida mirada de consumado matarife". "La infamia de la Guerra a Muerte no conoce límites", añade Victoria. Aun aquellos españoles que no eran cogidos con las armas en la mano, y que estaban al margen del conflicto, fueron exterminados. "Nuestra espantosa revolución", en palabras de Bolívar.
Anticipándose en doscientos años al marxista Ernesto Laclau, teórico de cabecera de la izquierda española e hispanoamericana, con su prédica del conflicto permanente, la polarización política y la división social [‘los de abajo’ contra ‘los de arriba’], las elites criollas, y en particular Simón Bolívar, ya habían activado el resorte del odio. Señalaron el sujeto causante de todas sus penalidades, el español europeo [peninsular] y sobre él proyectaron su furia y aunaron intereses dispares. "Nosotros somos enviados a destruir a los españoles, a proteger a los americanos". Alentaron y justificaron lo que Pablo Victoria califica de "genocidio bolivariano, la carnicería fuera de combate que Bolívar desencadenó contra miles de indefensos o inocentes españoles".
Un aeropuerto en honor a un infame. Si usted decide visitar la ciudad de Trujillo en el Estado del mismo nombre de la República de Venezuela —renombrada bolivariana— y lo hace en avión, aterrizará en el aeropuerto Antonio Nicolás Briceño, un sedicioso fusilado en junio de 1813. Recientemente, el profesor Elías Pino Iturrieta, que fue director de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela, reflexionaba acerca del porqué de ese honor: "El aeropuerto lleva hoy su nombre, quizá porque fuera el primer venezolano que tuvo la idea de arrojar cadáveres de españoles y canarios por los cuatro vientos". No es una ironía macabra.
Briceño será quien redacte y firme —en Cartagena de Indias el 16 de enero de 1813— las "Proposiciones que a nombre de los pueblos de Venezuela hago…", documento conocido como El Convenio de Cartagena. Frustrado tras el fracaso de las primeras intentonas rebeldes, sitibundo de sangre, Briceño llama al exterminio: "Como esta guerra se dirige en su primer y principal fin a destruir en Venezuela la raza maldita de los españoles europeos, en que van incluidos los isleños [se refiere a los canarios]… puesto que no debe quedar ni uno vivo".
50 cabezas á capitán. "Se considera ser un mérito suficiente para ser premiado y obtener grados en el ejército, el presentar un número de cabezas de españoles europeos, inclusos los isleños; y así el soldado que presentare veinte cabezas de dichos españoles, será ascendido a alférez; el que presentare treinta a teniente; el que cincuenta a capitán, etc." (punto 9 de El Convenio de Cartagena).
El Convenio, que también regulaba el reparto de los bienes confiscados a los españoles, se remitió a Bolívar, quien lo sanciona con una salvedad, un siniestro ‘por ahora’: "Como jefes primero y segundo de las fuerzas de la Unión y también de las de Venezuela, … aprobamos las precedentes proposiciones, exceptuando únicamente el artículo segundo en cuanto se dirige a matar a todos los españoles europeos; pues por ahora solo se hará con aquellos que se encuentren con las armas en la mano, y los demás que parezcan inocentes seguirán con el ejército para vigilar sus operaciones, mientras que el Congreso general de la Nueva Granada, a quien se remitirán estos documentos, aprueba o no la guerra a muerte a los nominados españoles…". Firmado en el cuartel general de Cúcuta, a 20 de marzo de 1813. Simón Bolívar y Manuel del Castillo.
Españoles y canarios, contad con la muerte. Poco duró ese ‘por ahora’. A los tres meses, el 15 de junio de 1813, en el Cuartel General de Trujillo, la Declaración fue transformada en Decreto por Bolívar y considerada ley fundamental de la República. Se conoce como el Decreto de Guerra a Muerte: "Nosotros somos enviados a destruir a los españoles, a proteger a los americanos… Así, pues, la justicia exige la vindicta, y la necesidad nos obliga a tomarla. Que desaparezcan para siempre del suelo colombiano los monstruos que lo infestan y han cubierto de sangre; que su escarmiento sea igual a la enormidad de su perfidia… Españoles y canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de la América. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables".
Ser español europeo o canario era un crimen que se sancionaba con el exterminio. El Terror Bolivariano, la Guerra a Muerte, buscaba conjurar la lealtad al Rey que mostraban los criollos de la clase media, los indios y los negros. Enfrentados a una minoría empeñada en lograr una independencia impopular, que causaba ruina y desolación.
Hoy, Venezuela sufre a los herederos de Bolívar. La han asolado de nuevo. Someten con terror al disidente. Provocan la diáspora de cientos de miles. Podemitas y socialistas españoles aplauden a los dictadores hispanoamericanos. Ábalos les hizo de maletero.
Continuará…
