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Pedro de Tena

El idealismo mortal del cantonalismo en Andalucía en la Primera República

El cantonalismo, de naturaleza caótica y despótica, en Andalucía causó muchas víctimas. Idealismo anecdótico aunque sangriento.

El cantonalismo, de naturaleza caótica y despótica, en Andalucía causó muchas víctimas. Idealismo anecdótico aunque sangriento.
Caricatura de la revista satírica La Flaca, de marzo de 1873. Pugna entre los radicales unitarios y federales | Wikipedia

Ya Karl Popper sospechó y argumentó que en el idealismo político heredado de Platón hay un componente totalitario y, por consiguiente, criminal. Como no hay hechos reales, porque todo lo que ocurre surge y existe en las ideas puras, las acciones no tienen consecuencias trágicas y, si las tienen, están causadas por la necesidad que dicta el "Espíritu". Los totalitarios de todas las épocas, que ya ha habido unos cuantos, siempre han hecho suya la expresión: "Si los hechos no encajan con la teoría, peor para los hechos". El biógrafo de MIjail Gorbachov, William Taubman, ha llegado a escribir que ese lema era el aplicado por la mayoría de los líderes soviéticos. Otros lo citan como algo presente en Rousseau, Kant, Lenin e incluso en Adorno. Es el triunfo del deber-ser en el que se cree sobre el ser en el que no se cree.

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Multitud agolpada en la puerta de las Cortes durante la proclamación de la República

La II República española fue un ejemplo de cómo un perverso idealismo político – incluso con los mimbres de un materialismo invertido -, puede terminar en una dominación tiránica tras conducir a una matanza civil sin precedentes en cuanto a cantidad de víctimas pero con un precedente destacado en cuanto a la especie del intento. Fue la Primera República y, especialmente, la algarada cantonal.

No recordaré sus circunstancias generales que se contemplarán en este especial de Libertad Digital pero sépase que el republicanismo federal, dividido en facciones irreconciliables, ganó unas elecciones a las que concurrió casi en solitario y sin apenas oposición. Obtuvo la mayoría absolutísima (347 escaños sobre 383 posibles sin contar los 18 de Cuba y los 11 de Puerto Rico) por ausencia de adversarios. La participación electoral de los ciudadanos con derecho a voto apenas alcanzó el 30 por ciento en grandes ciudades. Creer que en unas condiciones así, con, además, dos guerras abiertas, la de la insurgencia cubana y la guerra carlista, era viable una república modélica era como mucho, siendo benévolos, una buena intención que terminó empedrando el camino de un infierno.

Pero faltaba una guerra, otra más, la directamente originada por el idealismo primario -no se puede saber si hubo mala voluntad-, de no pocos republicanos intransigentes, la facción más extremista, que pretendían hacer una España, nación y Estado, al revés de la construida por los Reyes Católicos. Si éstos la hicieron de arriba abajo dando paso al primer estado moderno del mundo, no pocos de tales republicanos querían dar paso a una España nacida en los municipios cuyas realidades políticas podrían federarse entre ellos de modo que, al final, se diera la armonía de un todo no tiránico y unas partes no sometidas, salvo a lo que expresamente aceptaran como legítimo y legal. O sea, como las polis griegas o las ciudades italianas, si bien siglos más tarde y en pleno proceso de unificación de Alemania e Italia, por ejemplo.

El cantón de Andalucía

En la Andalucía de entonces, en la mayoría de las provincias, todos los diputados electos pertenecían al republicanismo federal y donde no fueron todos, estaban complementados por los republicanos radicales independientes, algo más conservadores.

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Francesc Pi I Margall (1824 -1901)

Pero la fortaleza "legal", que no real, del republicanismo federal se enfrentaba a una triple división interna: intransigentes, centristas y moderados con una idea diferente de la relación entre las unidades básicas del Estado y su centro. Reparemos en que la geometría axial de la clasificación izquierda, centro, derecha, impide percibir, por ejemplo, que el "centrista" Pi y Margall estudió convertir las regiones en estados independientes. Si ese era el "centrismo", ¿cuáles eran los proyectos de los conocidos como "intransigentes" cercanos al primer internacionalismo obrero surgido en 1864 de la mano de asociaciones obreras de oficio o ramo pronto manejados por marxistas y anarquistas?

Se vio enseguida. El profesor Juan Antonio Lacomba, en su conocido artículo Cantonalismo y federalismo en Andalucía: el manifiesto de los federales de Andalucía, lo dice de este modo:

"En julio de 1873 irrumpía el cantonalismo. Desencadenó el movimiento la retirada de las Cortes de la minoría federal intransigente el 1 de julio de 1873. La insurrección se inició en Cartagena y se extendió por el área comprendida entre Huelva y Castellón. Dimitido Pi y Margall el 18 de julio, y elegido Salmerón para sucederle en la presidencia, estalla el levantamiento cantonal, espasmódica guerra civil que viene a coincidir con la carlista, en marcha desde 1872:

Al abandonar el Sr. Pi el ministerio, sólo Cartagena estaba en armas, y a poco, como si los republicanos recogieran el guante que Salmerón los (sic) lanzaba, se sublevaron Sevilla, Cádiz, Granada, Jaén, Algeciras, Tarifa, San Fernando, Andújar, Écija, Loja, Valencia, Sagunto, Castellón, Alicante, Torrevieja, Orihuela, Salamanca, Béjar y otras poblaciones, movidas por el Comité de Salud Pública, que los federales avanzados tenían constituido en Madrid con grandes ramificaciones en provincias".

Lo primero que hacían los dirigentes autoproclamados de los cantones era destituir a

"las autoridades fieles al Gobierno central. En algún caso, las fuerzas populares deben combatir con las guarniciones locales para tomar el poder y establecer las nuevas juntas revolucionarias." Naturalmente, se declaraban autónomos para elaborar leyes. Esto es, "el fenómeno cantonalista irrumpe en España en el verano de 1873 como un proceso revolucionario que adquiere perfiles de guerra civil."

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Fermín Salvochea, revolucionario, presidente Cantón de Cádiz

Que Cartagena bombardeara Almería, que el cantón de Cádiz (regido por Fermín Salvochea, anarquista que se ha sabido intentó organizar un atentado nacional contra la monarquía según cuenta su amigo Pedro Vallina en sus Memorias) se enfrentara a la ciudad de Jerez, que Sevilla y Huelva disputaran no siempre pacíficamente, da una idea de cuál era la naturaleza caótica y despótica del cantonalismo que, en Andalucía, causó muchas víctimas. ¿A quién puede extrañarle que fueran militares, precisamente los llamados por el almeriense Nicolás Salmerón, el krausista que se oponía a firmar una sentencia de pena de muerte pero que mandó al Ejército a aplastar el cantonalismo, los que dieran el golpe final a este esperpento de República?

Galdós relata el enfrentamiento entre Sevilla y Utrera

Finalmente, y ya que estamos en el idealismo anecdótico aunque sangriento, quiero referirme a un suceso iluminador al que muy pocos se refieren. Como consecuencia de esta neuropatología política, se produjeron acontecimientos que dan idea de cómo la locura puede transmitirse en cuestión de días entre los creyentes republicanos. Cómico sería, de no haberse producido tantas muertes. Me refiero al enfrentamiento armado entre los cantonalistas de Sevilla y Utrera que relata don Benito Pérez Galdós, tras apuntar que las cosas que se vieron en España en esas fechas no se habían visto nunca antes:

"Los intransigentes de Sevilla, imitando el ejemplo de sus hermanos de Málaga, se sublevaron atacando con ardor el Parque (de Artillería), del cual sustrajeron las armas inservibles y viejas que allí existían. Fácilmente se sobrepusieron a la escasísima guarnición de la plaza, y proclamaron con gran solemnidad la independencia de la provincia de Sevilla, formando la indispensable y tan acreditada Junta Provisional de Gobierno. Pero los de Utrera no se avenían a depender de Sevilla. Ésta mandó contra Utrera una columna que fue rechazada en recio combate, en el cual sufrió cuatrocientas bajas entre muertos y heridos. Por la otra banda, Sanlúcar constituyó también su Cantón, nombrando un Comité de Salud Pública, y Cádiz, donde era alcalde el austero patriota Fermín Salvoechea, hizo lo propio. Siguió ardiendo por toda Andalucía el reguero de pólvora, y Osuna, Antequera, Loja, Granada, proclamaron con solemne desahogo y algarabía su santa independencia."

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Caricatura de la revista La Flaca, de marzo de 1873, sobre el apoyo a la República española de otras repúblicas internacionales y el rechazo de monarquías e imperios

O sea, que la guerra civil fugaz entre Utrera y Sevilla, la ganó Utrera. Todo comenzó con el federal de Málaga, Eduardo Carvajal, tío del ministro de Hacienda, que logró una orden para que el Parque de Artillería sevillano le entregara cuatro cañones para proclamar el cantón malagueño sin conocimiento del gobierno. Fue a recogerlos con mil partidarios

"entreteniéndose por el camino en cobrar contribuciones y en el merodeo de víveres y caballos. En su marcha siguió sublevando pueblos y afanando fondos municipales hasta regresar a Málaga, donde le recibieron con aclamaciones de triunfo. Su primer cuidado fue establecer el Cantón malagueño. No pudo conseguirlo. Quiso entablar negociaciones con el Gobierno, y como este no le hiciera caso, fue a buscar más ancho campo de acción en Cartagena."

Travieso personaje, califica Galdós. Pero de aquellos hechos arrancó la guerra Sevilla-Utrera.

El historiador Carlos Martínez Shaw empuña el pincel fino cuando explica aquella batalla pasmosa: "Muchos grandes terratenientes pertenecen al partido republicano federal y serán los que en su momento evitarán dar todo matiz social a la revolución cantonal y se opondrán, como en el caso de Utrera, a ser absorbidos por los revoltosos más extremistas de Sevilla", ya contagiados por el anarquismo de la I Internacional ya predicado (¡en italiano¡) por Giuseppe Fanelli.

Se dirá que hace mucho de todo esto. 150 años se están cumpliendo de la proclamación de la Primera República. Estos pasados días -no quiero ser agorero-, pudo vivirse otro enfrentamiento local entre pamplonicas y sevillanos cuando una formación de estilo eta-militar de aficionados del Club Atlético Osasuna desfilaron al grito de "Puta España" por el centro de la ciudad en vísperas del partido de la final de la Copa contra el Real Madrid. Pero los sevillanos que asistieron atónitos al desafío no hicieron nada. ¿Menos mal? La locura nunca se extingue del todo.

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