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España Ubérrima (I): si Felipe II te dice ven…

La historia del mundo no se puede explicar sin la historia de España, de la Monarquía Hispánica.

La historia del mundo no se puede explicar sin la historia de España, de la Monarquía Hispánica.
Imagen del cuadro pintado por Guillermo Muñoz Vera | Archivo

Esta es la primera entrega de una serie que comienza el 8 de octubre de 1565, cuando la nao San Pedro, que había zarpado de Cebú (Filipinas) cuatro meses antes, llega al puerto de Acapulco. Al frente, un capitán de 18 años, Felipe de Salcedo, nieto de Miguel López de Legazpi. Guiado por el conocimiento y la seguridad del "mejor y más cierto cosmógrafo que hay en esta Nueva España": Fray Andrés de Urdaneta.

Y concluye el 14 de septiembre de 1813, fecha en la que se publica el Decreto CCCXIV, por el que queda suprimida la Nao de Acapulco (El Galeón de Manila) "y los habitantes de las Islas Filipinas pueden hacer por ahora el comercio de géneros de la China y demás del Continente Asiático en buques particulares nacionales". Este fue el penúltimo decreto. En esa misma fecha, las Cortes Generales y Extraordinarias, reunidas en Cádiz, acuerdan el cierre de sus sesiones.

Antes de empezar nuestra historia, una pregunta: ¿a quién representaban los diputados que se opusieron e intentaron impedir la autorización de esa ruta comercial, entre Filipinas y sus vecinos del oeste? Han acertado: a la provincia de Cataluña, los diputados Juan del Valle Milans del Bosch y Jaime Creus y Marti. ¿Filipinas nos roba? Un clásico.

"La historia del mundo no se puede explicar sin la historia de España, de la Monarquía Hispánica". Carmen Iglesias, directora de la Real Academia de la Historia y académica de número de la RAE, se expresa con rotundidad. Lo hace en los minutos finales de España, la primera globalización, el documental de José Luis López Linares. "La verdad es que yo estaba harto de escuchar tonterías, de que hay que pedir perdón, de la falsificación tremenda de nuestra historia, del complejo que llevamos encima…". López Linares explica por qué decidió realizarlo. Aquí se comparte ese hartazgo, consciente de que "si siempre ha sido cierto, porque siempre ha sido cierto, ahora más que nunca la lucha por el pasado es la lucha por el futuro".

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Si Felipe II te ruega, encarga y manifiesta

"Que además del servicio que haréis a Nuestro Señor yo seré muy servido, y mandaré tener cuenta con ello para que recibáis la merced que hobiere lugar", y firma "Yo, el Rey", es embarazoso decir que no. Si, además, te lo pide porque has tenido el atrevimiento, la resolución, de afirmar que harías volver no una nave, sino una carreta pues… "¡to tieso pallá…!".

Con esta exclamación resumía Forges el carácter de Andrés de Urdaneta en la viñeta que recordaba el 500 aniversario de su nacimiento, en la localidad guipuzcoana de Villafranca de Oria, a finales de 1507.

Mediados del siglo XVI. Felipe II ha sido informado por Luis de Velasco, virrey de Nueva España, de la posibilidad de acometer con éxito uno de los grandes desafíos que se resiste a capitanes, pilotos y cosmógrafos españoles. Desde 1521 todos los intentos había concluido en dramáticos fracasos. El monarca escribe a quien fue navegante y aventurero, ahora fraile agustino acogido en el Convento de la Orden en la ciudad de México. Le solicita su participación, imprescindible, por ser él quien demuestra tener los conocimientos necesarios.

Año y medio de correspondencia para tres cartas. La inmediatez en el siglo XVI

"Devoto Padre Fray Andrés de Urdaneta de la Orden de San Agustín. Yo he sido informado que vos siendo seglar fuiste en el Armada de Loaysa y pasastes el Estrecho de Magallanes…". La primera carta lleva fecha del 24 de septiembre de 1559 y tarda cinco meses en llegar a su destinatario. "En principio de Mayo de este presente año de sesenta recibí… el virrey don Luis de Velasco me ha comunicado el mandato de vuestra Real Mag. á cerca de lo que toca á la Navegación que manda hacer al Poniente", contesta Urdaneta el 28 de mayo de 1560.

Diez meses después, la primera semana de marzo de 1561, Felipe II agradece el talante y la disposición del fraile: "Ví vuestra letra de 28 de Mayo del año pasado de 1560 y por ella he entendido el ofrecimiento que hacéis de ir álas Islas del Poniente en los nabios que D. Luis de Velasco por nuestro mandado embia á ellas… en cumplimiento delo que os encargamos cerca dello, y agradezcoos mucho la voluntad… con que os ofreceis á hacer esta Jornada, entendiendo ser en servicio de Dios nuestro Señor y nuestro delo qual mandaré tener memoria para que recibáis merced…". Año y medio transcurre entre esa correspondencia.

"Que no se detengan en contratación y rescates, sino que luego den la vuelta á esa Nueva España, porque lo principal que en esta jornada se pretende es saber la vuelta". Real Cédula de Felipe II a Luis de Velasco, septiembre de 1559.

El virrey de Nueva España tiene ordenado que disponga lo necesario y actúe conforme a las indicaciones de Urdaneta, quien elige los navíos y nombra general de la expedición a Miguel López de Legazpi. Se embarcan cuatro agustinos más, entre ellos Martín de Rada, gran matemático, geómetra y astrologo.

¿En qué consiste ese encargo del rey al fraile? De su correspondencia solo se concluye que navegarán hacia las Islas del Poniente. Es apariencia. La importancia del asunto exige reserva.

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Quedas advertido Velasco

¡No largues tanto!, parece decirle Felipe II al virrey. Le reconviene su indiscreción. Si te he dado plenos poderes no hace falta que des tantas explicaciones, le advierte. "En negocios de esta calidad no havia para que disculparlo ni comunicarlo con tanta personas como tenemos entendido que se a comunicado pues teniades vos facultad nuestra Para hazer los descubrimientos que quisiesedes de aquí adelante estareis advertido de tener mas recatamiento en cosas semejantes por que de esto an nacido ynconbinientes". Lo firma el 24 de septiembre de 1559.

Deberían transcurrir seis años para desvelar ese secreto que cambiaría el mundo.

El 8 de octubre de 1565, el apoyo de Felipe II, la confianza de Velasco y la resolución de Urdaneta concluyen con el mayor descubrimiento del reinado: la vuelta de Poniente, el Tornaviaje. Atravesar el Pacifico de Oeste a Este. Regresar a Nueva España desde las Filipinas. Un reto que sumaba fracasos desde 1521. La nao San Pedro, que había zarpado de Cebú (Filipinas) cuatro meses antes, llegaba al puerto de Acapulco. Al frente, un capitán de 18 años, Felipe de Salcedo, nieto de Legazpi. Guiado por el conocimiento y la seguridad del "mejor y más cierto cosmógrafo que hay en esta Nueva España", Andrés de Urdaneta, quien escribiría del joven Salcedo: "Vino por capitán dela nao Felipe de Salcedo, nieto del General, el cual se hubo cuerdamente en su cargo".

El mejor y más cierto cosmógrafo que hay en esta Nueva España

Dos diarios se escribieron de esa histórica singladura. Uno por el piloto mayor Esteban Rodríguez, interrumpido el 27 de septiembre al fallecer en la mar; otro por Rodrigo de la Isla Espinosa, "completo, minucioso, con descripción de las tierras, demoras, rumbos, vientos, observación de las variaciones de la aguja y de la latitud por alturas del sol y de la estrella polar".

En su Historia de la Marina Española, publicada entre los años 1895 y 1903, el marino Cesáreo Fernández Duro aporta detallada información para comprender la trascendencia del Tornaviaje, cuando habían transcurrido más de 20 años desde la trágica expedición de Ruy Lope de Villalobos "sin que nave alguna surcara en aquella dirección el mar llamado del Sur o Pacifico, porque, trayendo a la memoria desastres de las que guiaron Magallanes, Loaysa, Álvaro de Saavedra y Bernardo de la Torre, tenían los mareantes a la postrera (la de Ruy Lope) por prueba definitiva de la dificultad, cuando no imposibilidad absoluta, de retroceder por aquel camino larguísimo, habiendo de luchar sin intermisión con atemporalados vientos contrarios".

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Desechando la ruta habitual, el San Pedro arrumbó hacia el norte "hasta que hubo hielo en las jarcias". Se situó a la altura del Japón donde encontraron nuevos vientos y la corriente de Kuro-Shivo, la corriente del Tornaviaje, que los fue empujando suavemente hacia la costa americana. Continuaron bojeando y descendiendo en latitud hasta arribar en Acapulco 130 días después de la partida de Filipinas.

Continuará…

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