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Una presa en Gibraltar y un Mediterráneo más pequeño: Atlantropa, el loco proyecto que habría cambiado el mundo

Un arquitecto idealista alemán planteó en 1928 un proyecto de una ambición enorme: una presa en Gibraltar para separar el Atlántico y el Mediterráneo.

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Un arquitecto idealista alemán planteó en 1928 un proyecto de una ambición enorme: una presa en Gibraltar para separar el Atlántico y el Mediterráneo.
La presa en Gibraltar, tal y como la imaginaban los creadores del proyecto Atlantropa. | Wikipedia

En 1928 un arquitecto alemán llamado Herman Sörgel propuso por primera vez un proyecto de una ambición tan fuera de lo común que, un siglo después, nos sigue pareciendo irrealizable, si bien la idea se enfrentaría ahora a limitaciones que en su época no lo eran tanto.

La pieza clave, pero no la única, era una gigantesca presa que uniría Europa y África en Gibraltar: con 35 kilómetros de longitud y torres de control de hasta 400 metros de altura. Este enorme dique separaría, casi definitivamente, las aguas del Atlántico de las del Mediterráneo y cumpliría, sobre todo, dos propósitos.

Territorios para expandir Europa

El primero de ellos sería que, privado del aporte de agua del océano, el Mare Nostrum empezaría a bajar de nivel hasta tener entre 100 y 200 metros de profundidad. Menos. Esto haría que emergiesen unos 660.000 kilómetros cuadrados de nuevas tierras, un poco más de toda la superficie de Francia, que es el mayor país de Europa Occidental.

Para que se hagan una idea de lo que esto significaría, además del lógico alejamiento de la línea de costa en toda la orilla mediterránea, tendría efectos llamativos como que Mallorca y Menorca dejarían de ser dos islas para convertirse en una de bastante más tamaño; algo similar a lo que ocurriría con Córcega y Cerdeña que no sólo se unen entre sí sino también al continente, a través de la actual costa de Italia, igual que haría Sicilia.

Y habría más efectos: el Adriático prácticamente desaparece, pero se construiría una canal para unir Venecia con la nueva línea de costa, casi mil kilómetros más allá; las islas griegas desaparecen casi todas, convirtiéndose en una gran masa de tierra. Un aspecto curioso que recogía el plan y en el que Sörgel demuestra no poca inocencia, es que lo que entonces era el Mandato Británico de Palestina crecía considerablemente a costa del mar, así que habría mucho más terreno que repartir entre las comunidades árabe y judía de la zona, por lo que se acabaría con el entonces incipiente conflicto entre ambas.

Por último, el proyecto no olvida que, al cambiar la línea de costa habría que construir ciudades nuevas –imaginen, por ejemplo, una Nueva Valencia o una Nueva Génova– para que hubiese puertos de mar, urbes cuyo diseño moderno, muy de la época, también había realizado Sôrgel.

Energía eléctrica a gogó

La segunda pata importante del proyecto era que esa gigantesca presa en Gibraltar, así como otra en los Dardanelos y una tercera entre Sicilia y África –que, obviamente, estarían mucho más cerca– se usarían para general energía hidroeléctrica y lo harían de una forma impresionante.

El cálculo de Sörgel y su equipo era que se generarían 50.000 MW, una cantidad que para los niveles de consumo de la época sería fabulosa y aún hoy no es una tontería: sería el equivalente a lo que producen unos 31 reactores nucleares de última generación.

Estas tres presas no eran las únicas del proyecto: Atlantropa preveía también una enorme en el río Congo que desviase en buena medida su curso. El agua serviría para multiplicar el tamaño del lago Chad, justo al sur del Sáhara, y con ese nuevo mar interior se irrigaría todo el desierto. Hay que reconocer que Sörgel no pensaba en pequeño.

Un proyecto pacifista

Probablemente, lo primero que nos viene a la mente cuando, casi un siglo después, descubrimos todos estos detalles de Atlantropa son sus problemas de ejecución y el impacto negativo que tendría en muchos sentidos. Sería, por ejemplo, una catástrofe ecológica de dimensión incalculable y, por tanto, inaceptable para la Europa de 2024.

Sin embargo, en 1928 se trataba de una idea no sólo moralmente aceptable, sino que podríamos calificar como buenista: Sörgel era un idealista y un pacifista y su intención con el proyecto era responder a varios de los desafíos que en aquel momento tenía Europa, un continente dividido en una multitud de países pequeños y en el que la población crecía generando los habituales miedos malthusianos: se temía que faltasen los recursos básicos y que eso se resolviese a través de conflictos bélicos. Lo cierto es que los conflictos llegaron, pero no fue tanto por la escasez de recursos como por le fuerza de determinadas ideologías.

En ese contexto, Sörgel pensaba que su proyecto podía unir a Europa en un objetivo común, que todo el continente se beneficiaría de la inmensa cantidad de nuevas tierras con las que se solucionarían esos supuestos problemas de superpoblación y que la generación de electricidad permitiría un nuevo y mayor desarrollo.

Y así lo siguió creyendo hasta su muerte un cuarto de siglo después, periodo en el que publicó varios libros sobre la cuestión. Es imposible saber si tras el final de la II Guerra Mundial Sörgel pensó que tenía más posibilidades de lograr llevarlo a cabo o si se dio cuenta de que era completamente irrealizable.

¿Un proyecto del siglo XXII?

El padre de Atlantropa murió en 1952 atropellado mientras iba en bicicleta, pero su espíritu sigue vivo en una curiosa iniciativa que copia la idea más llamativa del proyecto: construir una presa en Gibraltar.

Es la idea que defiende una llamada Fundación Presa Puente que tiene una pequeña presencia en internet y un canal de YouTube con nueve vídeos que, eso sí, lleva seis años sin publicar nada nuevo.

En uno de estos vídeos aparece Juan Valle, que explica las razones que aconsejan poner en marcha el proyecto: la prosperidad económica que traería la unión de los dos continentes, la creación de 350.000 puestos de trabajo, la protección de toda la costa del Mediterráneo de la supuesta subida del nivel de las aguas por el cambio climático…

Valle también explica algunos detalles técnicos, como que se dejaría un paso de dos kilómetros de ancho para permitir la navegación y el paso de especies marinas entre ambos mares. Además explica los apoyos internacionales que ha recibido el proyecto: el Papa Francisco lo ha recibido en audiencia y Obama "está interesado y me da muchos ánimos".

Lo cierto es que, por el momento, todo parece indicar que la Presa puente de Gibraltar correrá la misma suerte que su antecesor histórico, con o sin interés de Obama.

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