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Ficción Sonora: El Empecinado, libertador de España

El Teatro de la Mañana abre su telón para representar una nueva ficción sonora sobre Juan Martín Díez, el Empecinado, libertador de España.

El Teatro de la Mañana de Es La Mañana de Fin de Semana relató en una nueva representación radiofónica la historia de Juan Martín, el Empecinado, con el gran cuadro de actores de esRadio.

En el caluroso mediodía del 19 de agosto de 1825, en la plaza del pequeño pueblo de Nava de Roa, acontecía una injusticia histórica en la España absolutista del rey Fernando VII. Sobre un burro desorejado, deshidratado, hambriento y torturado, Juan Martín Díez, alias El Empecinado, se dirigía al que sería su destino final: La horca.

Este héroe de la nación española, que con sus propias manos expulsó a los franceses y defendió el liberalismo a fuerza y espada, encontraba una deshonrosa muerte ante la mirada de miles de conciudadanos por los que el propio Empecinado se había jugado la vida.

No habían sido pocas las promesas que le llegaron en sus dos años de encierro en la prisión de Roa. Como tampoco habían sido pocas las humillaciones y vejaciones que sufrió durante su tormentoso calvario. Apenas comía, apenas bebía y, de hecho, hay registro de que trató varias veces de quitarse la vida... Sin embargo, la esperanza es, sin duda, lo último que se pierde y El Empecinado, aún subido en ese burro y caminando hacia su final, no la había perdido...

"Algo", debía pensar. "Algo debe suceder". Pero ese algo no llegaba. A los pies del cadalso, Juan Martín bajó del burro y el verdugo le mandó subir las fúnebres escaleras. El Empecinado comprendió por fin que nada ni nadie vendría a rescatarle.

En una última expresión de fuerza, El Empecinado rompió los grilletes y se lanzó en acto desesperado hacia la iglesia del pueblo. Los 200 soldados que custodiaban la plaza fueron tras de un solo Empecinado y, con la punta de sus bayonetas, infundieron letales heridas en los costados del guerrillero.

No se sabe si vivo o muerto, los soldados realistas alzaron el cuerpo de Juan Martín, le colocaron la soga alrededor del cuello y lo ahorcaron. Siendo este el triste final de un héroe de la nación española.

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Plaza Mayor de Nava de Roa, donde murió el Empecinado

El nacimiento de un héroe

Juan Martín Díez fue a nacer en la vallisoletana población de Castrillo de Duero un 2 de septiembre de 1775. Siendo el hijo primogénito, su padre no veía con buenos ojos su insistente interés por el ejército y la guerra. Tal era su pasión, que con 16 años se escapó de casa con el fin de sentar plaza en el ejército en la vecina Peñafiel, pero no le fue posible ya que su padre lo trajo de vuelta a Castrillo prácticamente de las orejas.

Dos años más tarde, ya mayor de edad y su padre fallecido, Juan Martín se alistó en el Ejército español y en 1793 viajó a Cataluña para batirse contra los franceses en la Guerra del Rosellón. Bajo las órdenes del General Ricardos, Juan Martín se adiestró en el tenaz manejo de las armas, la complicada gestión de los hombres y el ferviente odio a los franceses. Tras unas primeras victorias, la Guerra finalizó dos años más tarde con la firma de la Paz de Basilea y la inesperada alianza de Francia y España, ahora contra Inglaterra...

En 1795, Juan Martín se licenció completamente y regresó a su Castrillo habiendo cumplido su deseo de aventuras militares. El 1 de marzo de 1796 se unió en matrimonio con Catalina de la Fuente y en Fuentecén, villa vecina, sentó la cabeza hasta la llegada de los franceses.

Castrillo de Duero, abril de 1808

En 1807 el valido Manuel Godoy firmó el Tratado de Fontainebleu y, con él, las tropas francesas entraron en España "dirección a Portugal". Pero la realidad no podía ser más distinta. Además, con el Motín de Aranjuez la Corona Española sufrió una fractura que enfrentó a Carlos IV y su hijo Fernando VII. Napoleón Bonaparte vio en esta inestabilidad una perfecta oportunidad para usurpar el trono español y convocó a ambos monarcas a Bayona, donde capitularían y cederían sus derechos al trono a José I, hermano del emperador.

Así lo explica Luis Raventós, descendiente de Juan Martín el Empecinado:

"Fue bastante controvertido porque en principio los franceses entran en España para atacar a Portugal, que era el gran aliado de Inglaterra. ¿Qué ocurre? Que en los pueblos ven que no es así. Entran los soldados franceses, se emborrachan, empiezan a abusar de las mujeres, empiezan a robar... Empiezan a hacer todo tipo de tropelías, con lo cual el descontento de la población es tremendo. A eso se suma la chispa de deflagra los acontecimientos del Dos de Mayo que es que se intentan llevar también a Bayona los dos últimos miembros de la Familia Real. Esa es, digamos, la gota que colma el vaso."

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Luis Raventós, descendiente de El Empecinado

Pero el vaso del Empecinado se colmó antes que el del resto de la nación, una noche de abril de 1808. Cuenta la leyenda, que en Castrillo un sargento y un soldado francés se alojaron en una posada y, allí, ultrajaron la honra de una tal Juana, hija del posadero. Al conocer dicha injuria, Juan Martín se lanzó al monte y asesinó a los criminales. Este fue el inicio de su guerra particular contra el invasor, una guerra de guerrillas que resultó crucial para la victoria de la Guerra de Independencia y que haría resonar su nombre por todos los campos del territorio español.

El Empecinado, guerrillero

En abril de 1808, Juan Martín se lanza a los montes vallisoletanos con una pequeña partida inicial que poco a poco iría aumentando hasta convertirse en una verdadera amenaza para los soldados franceses. Así lo explica Luis Raventós, descendiente del Empecinado:

"Empieza a atacar correos franceses que van por la Carretera Real, que viene exactamente por el trazado de la N-I, en la zona de Aranda de Duero. Hace emboscadas, mata, los hiere y captura lo que lleven. Las valijas o el dinero. Ven poco a poco que cada vez hay más correos y cada vez su partida va aumentado hasta tener una importancia bastante grande y empezar a ser un problema muy serio para los franceses".

Y lo cierto es que Juan Martín demostró unos conocimientos militares innatos y brillantes. Con su ojo crítico advirtió que, contra el mayor ejército del mundo, que era el francés, tan solo se podía contestar con una guerrilla sorpresiva, desordenada y desconcertante, que minara la moral de los soldados y que causara muchas bajas en poco tiempo.

Así, emboscada a emboscada, la partida de Juan Martín el Empecinado resultaba cada vez más grande, vigorosa y letal. Tanto, que la propia Junta de Armamento y Defensa de Sigüenza se interesó por el joven guerrillero y su patrulla y les ofreció unirse a su causa. Para 1809 Juan Martín el Empecinado ya era capitán y sus guerrilleros soldados regulares de un Ejército que se expandía en su defensa de la nación.

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Combate por Guadalajara en la Guerra de Independencia

El ejército español y las guerrillas confluyen entre sí como vasos comunicantes. Y tal fue la destreza y buen hacer del Empecinado que para 1811 estaba al mando del Regimiento de Húsares de Guadalajara con 6 mil hombres a sus órdenes, todos ellos responsables de una incesante sangría francesa que hizo perder los nervios al mismísimo José I.

Empecinado y Mariscal Hugo, como el gato y el ratón

El Rey José I, hastiado de la insufrible molestia que le suponía el Empecinado y sus hombres, convocó a Madrid al prestigioso Mariscal de Campo José Leopoldo Hugo (padre del escritor Victor Hugo). La misión del Mariscal era simple: Acabar con Juan Martín.

Pero simple no quiere decir sencillo, y por los campos españoles Mariscal y Empecinado se persiguieron como el gato y el ratón, sin éxito. La impotencia del Mariscal le llevó a una arriesgada estrategia... Comprar el honor de Juan Martín con la siguiente carta:

"Vuestra Señoría debe de creer que tengo de usted una opinión bastante buena para creer que pueda dar crédito a las mentiras que se cuentan. [...] Las cosas políticas deben tener término dentro de muy poco tiempo, ¿por qué han de ser en adelante cubiertos de sangre los campos de España? ¿Por qué se han de matar españoles por españoles? ¿Qué dificultad puede haber en que usted sirviese a España bajo el reinado de José I? [...] Espero una contestación pronta y le aseguro de mi perfecta consideración, El Mariscal de Campo. José Leopoldo Hugo."

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José Leopoldo Hugo, Mariscal de Campo

Y el Empecinado contestó:

"Aprecio como debo la opinión que habéis formado de mí. Yo la tengo muy mala de vos, pero sin embargo, si arrepentido de vuestras atrocidades y cansado de ser esclavo, quisieseis encontrar vuestra libertad sirviendo a una Nación valiente y generosa, el Empecinado os ofrece que encontraréis protección. Estas cualidades que suponéis de José I, rey de Madrid, solo pueden serlo en el concepto de hombres venales y corrompidos. Si tan bueno es, ¿cómo comete y consiente que se cometan tantas iniquidades? Nunca podrá ser bueno un usurpador pérfido y alevoso. [...] Yo que he visto vuestras obras, cómo he de creer vuestras palabras. En vano os fatigáis si pretendéis persuadirme. Tened entendido que, si solo quedara un soldado mío, aun no se habría concluido la guerra porque todos ellos a imitación de su Jefe han jurado la guerra eterna a Napoleón y a sus viles esclavo que le siguen. [...] Si queréis decir a vuestro rey, a todos vuestros hermanos, que el Empecinado y sus tropas morirán en defensa de su Patria, porque jamás pueden unirse a unos hombres envilecidos, sin honor, sin fe y sin religión de ninguna clase. Juan Martín El Empecinado. Diciembre de 1810."

El Empecinado cabalga los campos castellanos y españoles emboscando y asesinando columnas de soldados franceses. Y victoria a victoria, llegaría 1812 y Juan Martín juraría la Constitución de Cádiz, convirtiéndose así en liberal.

El Empecinado VS Fernando VII

En abril de 1814 España expulsó a su invasor para recibir a otro. El Rey Fernando VII traicionó a la nación y sus españoles pues, con un plumazo y una firma, el Felón restauró el absolutismo y suprimió la celebrada Pepa que él mismo había jurado.

Nombrado Mariscal y movilizado a Aranda de Duero, Juan Martín el Empecinado no se quedó de brazos cruzados y en febrero de 1815 arribó en Madrid y solicitó audiencia con su Majestad el Traidor, que la concedió de inmediato y que se desarrolló de esta misma forma.

El Empecinado, de impecable uniforme militar, se adentro a una de las dependencias de Palacio. El rey le recibió diciendo:

— Estos son los grandes de mi Corte, supongo que no conocerás a ninguno.

Los hombres inclinaron la cabeza al Mariscal. Respondió el Empecinado:

— En efecto, Señor. A ninguno de estos hombres conozco pues no les he visto en el campo de batalla.

De un plumazo, el ambiente se heló. El Empecinado echó mano a un bolsillo y de él sacó una carta.

— Permítame darle esto a su Majestad...

Fernando VII la tomó, visiblemente extrañado.

— Le suplico a la bondad de Su Majestad que la lea con atención y detenimiento.

El Rey abrió el sobre, sacó los papeles y comenzó a leer una carta que comenzaba así:

"Señor, el congratularse con los reyes adulándoles es muy fácil, pero el decirles verdades que no les pueden lisonjear sin que se den por ofendidos es de las cosas más difíciles".

Siguiendo dicha premisa, en la extensa carta los cabecillas liberales critican el regreso al absolutismo, la traición a la nación española y su Constitución y la liberación de los apresados. Como era de esperar, la redacción despertó la cólera del monarca que, a sabiendas de que el Empecinado carecía de tan refinadas habilidades de redacción, espetó:

— ¿Quién te ha dictado y puesto en limpio este papel?

— No puedo decírselo, Señor, solo le manifestaré sinceramente que esos son mis sentimientos y los de la mayoría de la nación y que los que se oponen a ello son traidores que engañan a Su Majestad los que no han visto de frente a los enemigos y los que comprometen al Rey y a la Patria.

— ¡Decid quién os lo ha redactado! — gritó encolerizado el monarca.

— No, Señor.

— ¡¡Decidlo!!

— Haga cuenta Su Majestad como si no la hubiese presentado.

El rey, furioso, mandó retirarse al Mariscal de campo que indudablemente consiguió labrarse la cólera del monarca y su consecuente castigo. Juan Martín fue desterrado a Castrillo de Duero y despojado de todas obligaciones militares hasta nuevo aviso. Allí, en su finca Salto de Caballo El Empecinado dedicó entonces el tiempo a la labranza de la vid... Hasta el 1 de enero de 1820.

El trienio liberal y el fin de un héroe

Su Majestad el Rey Fernando VII no debió mostrarse muy extrañado cuando el propio Empecinado fue uno de los principales impulsores del Pronunciamiento del General Riego el 1 de enero de 1820.

El trienio, como su nombre indica, fue breve y se libró la llamada Guerra de Lealtad entre liberales y absolutistas... El Empecinado, ahora gobernador de Zamora, luchó heroicamente por los campos españoles, pero contra los Cien Mil Hijos de San Luis que se agenció Fernando VII poco pudo hacer nuestro guerrillero castellano.

Conforme iba perdiendo la guerra, cada vez se veía más reducido a las montañas y le llegó sorpresivamente una última oferta del Rey Felón de unirse a su lado y salvar la vida... El Empecinado, por empecinado que era, contestó así:

«Diga usted al Rey que si no quiere la Constitución que no la hubiera jurado. Que el Empecinado la juró y jamás cometerá la infamia de faltar a sus juramentos».

Este es el inicio del fin, así lo explica su propio descendiente, Luis Raventós:

«¿Qué ocurre? Que al final se rinde. Se rinden, a él le dan un pasaje o un pasaporte con el cual puede atravesar toda España [...] para que pueda regresar a su casa. Él no se fía del todo. Parece que es real, pero Fernando VII le había declarado que los tres principales cabecillas de los liberales deberían morir y, efectivamente, los tres al final mueren».

El Empecinado fue vilmente apresado en Olmos de Peñafiel por un grupo de soldados realistas. Su Majestad el Rey Felón se había jurado acabar con el Mariscal y así iba a suceder. Denigrado, semidesnudo y descalzo, obligaron a Juan Martín a caminar 3 kilómetros hasta la vecina localidad de Roa, donde comenzó su particular calvario y su tormentoso encierro.

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Estatua conmemorativa en Roa de El Empecinado

Dos años estuvo Juan Martín el Empecinado encerrado en esa oscura prisión y en esos dos años ninguna humillación le fue ahorrada al heroico Mariscal. La tortura, la burla, la sed y el hambre formaron parte constante de los últimos dos años de vida de este libertador de España.

Dicen que los días de mercado le sacaban en una jaula, le pinchaban y humillaban de todas las formas posibles. Dicen también que hubo un juicio, un juicio civil pues se le negó el militar. Y dicen igualmente que todo registro del juicio se quemó por orden expresa del Rey, pues fue un proceso manipulado y sesgado, de lo que a día de hoy no queda ninguna duda.

El 20 de abril de 1825 el Rey aprobó la sentencia que condenaba al Empecinado a la horca. El propio Juan Martín solicitó que se le fusilara en consideración a los servicios otorgados a España (y al propio Rey), pero se lo negó.

Así, llegó el 19 de agosto de 1825 y en la plaza de Roa se colocó un imponente cadalso donde El Empecinado hallaría una deshonrosa muerte, indigna para un héroe de la nación y libertador de España.

El Teatro de la Mañana

Esta ficción sonora ha sido interpretada por el cuadro de actores de esRadio, con las principales voces de:

  • Dani Palacios como El Empecinado.
  • José Ramón de las Peñas como Fernando VII.
  • Sergio Valentín como José I.
  • Juanma González como el guerrillero García.
  • Víctor San Román como Verdugo.
  • Jaume Segalés como General Leopoldo Hugo.

En Cultura

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