El británico Damien Hirst (1965) es el artista vivo con la obra mejor pagada. The Physical Impossibility of Death in the Mind of Someone Living (La imposibilidad física de la muerte en la mente de algo vivo) alcanzó los 10 millones de euros. No era más –o no era menos, según se mire- que un tiburón tigre en una vitrina con formol. El precio se queda en nada si se compara con For the Love of God (Por el amor de Dios), una calavera de platino con dentadura humana y diamantes, que vendió posteriormente por 74 millones de euros.
¿Gran talento? ¿Una obra única? ¿Un objeto capaz de provocar un terremoto de emociones? ¿Una crítica social impactante? ¿Muchas horas de trabajo? ¿Algo bonito? La explicación de por qué una obra puede alcanzar cifras estratosféricas es un camino embarrado con miles de tesis, pero lo cierto es que el mercado internacional del arte está en continúa ebullición. En 2014, ha alcanzado su nivel más alto jamás registrado, con una cifra total de más de 51.000 millones de euros a nivel mundial y un incremento interanual del siete por ciento, según el informe TEFAF Art Market Report 2015.
El escritor Luis Racionero hace un ensayo incisivo para tratar de esclarecer cómo el mercado y las agencias de marketing han llegado a "abducir el arte". Un análisis de su evolución desde la antigüedad, en el que clarifica los distintos giros que ha ido adoptando el concepto de "obra de arte". Un camino en el que influyen la aparición de "críticos sin criterio" que inflan precios y el concepto del valor de la obra firmada; porque "un cuadro, o sea, un pintor con firma, sube de valor no por el placer que reporta al consumidor, sino porque alguien ha persuadido hábilmente a los compradores para que pujen por él".
Racionero, premio Azorín y Fernando Lara de novela y Anagrama de Ensayo, ahonda en los elementos surgidos para que sea una "operación comercial" quien determine qué objeto puede considerarse arte, enigma resuelto "si lo hace alguien que se dice llamar artista, es expuesto, los críticos digan que es arte y se venda".
Tiburones del arte (Stella Maris) trata de dar luz a los criterios válidos y habla de montajes comerciales en los que entran en escena jugarretas por parte de actores secundarios, como pudiera ser sobornar al crítico de más prestigio. Avala sus teorías con ejemplos reales.
Además, se atreve a pensar en un "arte cósmico" y en los estilos que vendrán, tanto "más poderosos y creativos cuanto más se inspiren en la ciencia y tecnología". Racionero plantea un intrigante futuro, en el que aparece simbiosis espectaculares entre computadores y cerebros humanos, que será mejor que descubra el lector. Como aperitivo, diremos que considera que "la creación literaria de Frankenstein no era fantasía sino un aviso del vigía artístico sobre el nuevo mundo que se perfila y que, como todo lo ignoto, se vislumbra con recelo".
Luis Racionero. Los tiburones del Arte. Editorial Stella Maris; ISBN: 9788416128426; 128 páginas. 19 euros.