El poema arranca así:
Cerraron sus ojos
que aún tenía abiertos,
taparon su cara
con un blanco lienzo,
y unos sollozando,
otros en silencio,
de la triste alcoba
todos se salieron.
A lo largo de la composición se repite el estribillo:
-¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos.