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Nazis, bárbaros y canibalismo, o seis días a pie por los Apeninos

Ander Izagirre peregrinó a pie de Bolonia a Florencia. Su tournée la relata en Cansasuelos (Libros del KO, 2015), una obra fresca y bien escrita.

Ander Izagirre peregrinó a pie de Bolonia a Florencia. Su tournée la relata en Cansasuelos (Libros del KO, 2015), una obra fresca y bien escrita.

El periodista Ander Izagirre (San Sebastián, 1976) peregrinó de Bolonia a Florencia durante seis días a través de los Apeninos, y su tournée la relata en Cansasuelos (Libros del KO, 2015), un libro de viajes fresco, bien escrito, entre el reportaje informal y el Viaje a la Alcarria de Cela, pero como más toscano, claro.

En la novela El camino del corazón, Sánchez Dragó distinguía entre "turista" y "viajero". Al primer concepto le otorgaba un significado peyorativo y superficial; al segundo, lo ligaba a la curiosidad, a la nobleza. En Cansasuelos, Izagirre emplea el significante "turista", pero el significado, el contenido de la palabra, viene a ser el de "viajero" –según Sánchez Dragó, se quiere decir–. El periodista y su acompañante, S., no van en busca del selfie idiota, huyen del tópico y de la ruta fácil, se detienen para conocer lugares, gentes, historias. Y el periodista lo cuenta con prosa ágil, datos curiosos y, pese al cancerígeno chiste del "Brunelleskyline", humor.

El relato arranca con la estatua de Neptuno, la de Giambologna, en la plaza de Bolonia, y –casi– termina con otra pieza escultórica, otro Neptuno, pero el de Ammanniti, en Florencia. "Si los boloñeses –escribe el autor- llaman a su Neptuno al zigant –el gigante–, los florentinos llaman al suyo biancone: –el blancazo–. En una pelea, el Neptuno boloñés trituraría al Neptuno florentino". Entre A y Z, Izagirre nos habla de santuarios dedicados a vírgenes que obraron milagros meteorológicos; de dos lectores de Tito Livio que desenterraron ocho tramos de calzada romana; de los monjes ecologistas del monasterio de Senario; de batallas entre godos y romanos; de una antigua hostería donde –en el siglo XVI, no se asusten- se servía carne humana; de nazis asesinos. Los escenarios: Bolonia, Badolo, Santa Lucía o Gabbiano; la Vía de los Dioses; pueblos encaramados; el cementerio de la Futa, donde reposan los restos de más de 30.000 nazis o la catedral de Florencia, con la cúpula imposible de Brunelleschi.

También se agradece que Izagirre se presente libre de solemnidad y postureo, que diga que le duelen los pies y la espalda según toque, que le caiga mal un ciclista que abusa del agua de su cantimplora. Que se detenga cuando S., la fisioterapeuta, pille algo "tan natural" como un virus. Que los viajeros caminen, a veces, en silencio. Y que lo valoren. Y que se cuelen, sin impostura, Kierkegaard, Goethe o Rousseau.

De todo esto y mucho más, que diría algún presentador de teletienda, escribe Izagirre en Cansasuelos. Tras su lectura, dan ganas de agarrar la mochila, comprar zapatillas buenas, cruzar los Apeninos a pata y firmar, como tantos otros, en la cruz del monte Gazzaro.

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