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Jesús Carrasco: "La naturaleza es indiferente al ser humano"

El escritor publica La tierra que pisamos, una ucronía sobre el "contacto entre el ser humano y la Tierra, el planeta, y la tierra, como tu terruño".

El escritor publica La tierra que pisamos, una ucronía sobre el "contacto entre el ser humano y la Tierra, el planeta, y la tierra, como tu terruño".
El autor de \'La tierra que pisamos\', Jesús Carrasco | EFE

Viene Jesús Carrasco (Olivenza, Badajoz, 1972) de ser traducido a quince idiomas, de publicar en treinta países y de recibir no-se-sabe-cuántos premios por Intemperie (Seix Barral, 2013). Su nueva criatura literaria viene al mundo ahora, se llama La tierra que pisamos (Seix Barral, 2016) y el autor la presenta alternando inquietud –"Es un día importantísimo para mí: he trabajado muchísimo en esta novela"- y tranquilidad –"En el texto lo he dado todo".

Carrasco bebe de "autores de estilo escueto" –"aunque me gusta Faulkner", matiza- como Paul Auster, Carver o Ricardo Menéndez Salmón y, en La tierra que pisamos, nos propone una ucronía que sitúa al lector a comienzos del siglo XX, en una España que ha sido anexionada por el "Imperio". La naturaleza sociopolítica de este se intuye, mas nunca es explícita, si bien el autor reconoce una superposición de tres planos: el de la Guerra Civil, la dominación colonial europea en el siglo XIX en África, y la iconografía de la II Guerra Mundial.

En este sentido, el novelista dice a LD que quería escribir sobre el "contacto entre el ser humano y la Tierra, el planeta, y la tierra, como tu terruño. En el plano más emocional, yo tenía que hablar de la tierra que he pisado, en la que he nacido y en la que ha nacido mi familia". Eso sí, en el contexto se limita hablar de "un estado colonial, de una tierra explotada por otros", y no se refiere al "imperio colonial británico, al ruso o a la Blitzkrieg nazi", porque "no quería que el lector tuviera referencias" –aunque se cuele, con discreción y a modo de homenaje a su abuelo paterno, la matanza de Badajoz en 1936.

Sin embargo, el objetivo de Carrasco no es el de crear una novela política, reivindicativa y derivados, sino contar la historia de "los personajes", contar lo que estos nos cuentan, centrándose en Leva, "más ancestral, más conectado con la tierra", y en Eva, más refinada, criada bajó los designios de un Imperio asentado durante años, pero que se deja "engatusar" por el carácter y los valores del primero.

Como en su primera novela, Carrasco ofrece un estilo firme de esparto y seda, apuesta por la precisión –si bien en La tierra que pisamos el léxico específico disminuye- y reconoce una evolución a la hora de narrar: en Intemperie nos topamos con un "cuento sencillo, con pocos personajes, que transcurre en pocos días, con un narrador clásico… Esta es más compleja. He escrito una historia dentro de la historia. Hay una aleación entre los relatos de Leva y Eva, y, es una obra más fragmentada narrativamente".

Finalmente, preguntamos a Carrasco por su narración cruda, sin mitos bucólicos, de la vida rural: "Yo soy de pueblo. No tengo una visión recreativa del pueblo. Mi visión es áspera porque mi relación con el pueblo ha sido áspera: si la cebada, que debiera estar a esta altura, no lo está, la gente tiene un problema. La naturaleza es indiferente al ser humano". "España va más allá de la calle O’Donnell. Hay que ir a los pueblos y enterarse de lo que la gente piensa", concluyó el autor.

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