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Luis Alberto de Cuenca

Maestro Ibáñez

Querido Paco, has llevado tu nombre a las más altas cotas del tebeo español de todos los tiempos. Sigues trabajando con tanto ingenio e impulso creativo como antes en unos personajes que viven ya en el paraíso de las figuras imperecederas.

Querido Paco, has llevado tu nombre a las más altas cotas del tebeo español de todos los tiempos. Sigues trabajando con tanto ingenio e impulso creativo como antes en unos personajes que viven ya en el paraíso de las figuras imperecederas.
Francisco Ibáñez | Corbis

Querido Paco,

Ahora que ha vuelto a salir (por cierto, sin mi prólogo) tu magistral 13, Rue del Percebe en edición pluscuamperfecta, aprovecho para volver a escribirte unas líneas de complicidad y de cariño. Luego está, no lo niego, el tema de que naciste el 15 de marzo de 1936 y de que, por lo tanto, estás a punto de cumplir ochenta años, con lo cual se dan las suficientes coincidencias como para que te envíe desde aquí mis mejores deseos en la década que inauguras (o que clausuras, según se mire, que estoy seguro de que recuerdas el lío que se organizó cuando se discutía si el siglo XXI comenzaba en 2000 o en 2001). Una década que, conociéndote, acribillarás de dibujos maravillosos y genialidades diversas, que por algo has llevado tu nombre a las más altas cotas del tebeo español de todos los tiempos.

Tu Mortadelo y Filemón cumplió cincuenta años en 2008, una efeméride que celebramos como se merecía todos tus fans. Ahora la pareja de hecho más justamente célebre del cómic patrio ya tiene cincuenta y ocho tacos cumplidos, pues la primera historieta que publicaste de ellos, en el maravilloso Pulgarcito de Bruguera, vio la luz un 20 de enero de 1958. Yo ya leía tebeos en esa época y me acuerdo nítidamente de esa aparición, que no fue solo eso para mí y para muchos, sino una auténtica y deslumbrante epifanía. Cuando aparecieron tus héroes más famosos, para mí no existía aún la guitarra y el rostro espigado de tu homónimo Paco Ibáñez, ni sus monótonas versiones de Quevedo o de Góngora, ni sus vibrantes interpretaciones de poemas cargados de progresía y de futuro. Había un solo Paco Ibáñez y eras tú, el creador de Mortadelo, el muchacho de poco más de veinte años que había sido capaz de inventarse la pareja más demencial, estrafalaria y regocijante de la historieta española, mezclando las churras de Sherlock Holmes y Watson con las merinas de los agentes secretos que pululaban por doquier en aquellos años de guerra fría, recreando en viñetas un delirio argumental tan bien estructurado que dejaba así de pequeños los guiones de las películas protagonizadas por Maxwell Smart, el inolvidable superagente 86 televisivo de mi infancia.

13 de la rúe (así, con acento) del Percebe

Estabas embalado, Paco. En 1961 se te ocurrió la idea del milenio: abriste puertas y ventanas de un inmueble situado en el 13 de la rúe (así, con acento) del Percebe y nos enseñaste, como un nuevo diablo cojuelo, lo que pasaba dentro de cada piso, desde la portería y la tienda de ultramarinos hasta la buhardilla donde el moroso Manolo se las veía y se las deseaba para zafarse de sus acreedores. Ni la policía de barrio del régimen castrista hubiese sido capaz de recabar tanta descacharrante información acerca de los inquilinos de un edificio.

Allí vivían, además de los citados, un ratón sádico y su pareja, un gato masoquista; Ceferino, un ladrón compulsivo, y su esposa; varios —de tres a cinco— niños terribles consagrados, entre otras barbaridades, a la tarea de torturar a los pretendientes de su hermana mayor; una viejecita de la Sociedad Protectora de Animales; un doctor Frankenstein de guardarropía al que acabarías sustituyendo por un sastre delirante; un enloquecido veterinario; una dama llamada doña Leonor, reina y señora de los realquileres; un tendero tramposo; una portera arquetípica de las de toda la vida, y, por último, el inquilino de una cloaca cuyo acceso exterior daba a la entrada de la casa. Y, a veces, introducías a otras de tus criaturas por los diferentes espacios de ese mítico número 13: aparecía, de repente, el inefable Rompetechos ante la puerta del ascensor o de visita en casa de algún vecino, o se colaba en la página el mismísimo Mortadelo disfrazado de caracol junto a la tienda de ultramarinos, Con ello nos dabas a entender que tus personajes, querido Paco, formaban, forman y formarán parte de un mundo coherente y trabado, a la manera de los "universos" (Marvel, DC) del comic book norteamericano.

Y, mientras tanto, fuiste depurando más y más el dibujo de Mortadelo y Filemón, agencia de información (así se llamaba al principio) hasta llegar a la plenitud insuperable de este año del Señor de 2016, donde sigues trabajando con tanto ingenio e impulso creativo como antes en unos personajes que viven ya en el paraíso de las figuras imperecederas. Siempre he admirado en ti, maestro Ibáñez, tu talento, tu simpatía, tu buen humor, tu hombría de bien, tu enorme capacidad inventiva. Cada vez que tu homónimo el cantautor cantaba Poderoso caballero es Don Dinero, la famosa letrilla quevediana, tus fans creíamos escuchar algo así como Poderoso caballero es Mortadelo. Por todo ello, admirado Paco, quiero redondear esta minúscula faena brindándote mi amistad por lo que queda de siglo y enviándote mi más sincera felicitación por la reciente aparición de tu 13, Rue del Percebe en un nuevo integral y por esos ochenta años que vas a cumplir el 15 de marzo y que no hacen más que subrayar la eterna juventud que atesoras.

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