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Anna, la hija de la que Freud no podía estar orgulloso

Elisabet Riera se adentra con Fresas silvestres para Miss Freud en la interesante y desconocida vida de la sucesora del creador del psicoanálisis.

Elisabet Riera se adentra con Fresas silvestres para Miss Freud en la interesante y desconocida vida de la sucesora del creador del psicoanálisis.
Sigmund Freud junto a su hija Anna, en 1928. | Cordon Press

Sigmund Freud y sus teorías fueron como un terremoto. Movieron cimientos, sus efectos calaron hondo y las réplicas siguen aún sintiéndose. Pueden llenarse salas enteras con análisis, conclusiones, ataques frontales y defensas a ultranza de sus métodos -aquellos que curaban el alma-, sus pensamientos y sus excentricidades. Pero detrás del profesor austríaco había un padre de familia y es ahí donde pone el foco la periodista Elisabet Riera (Barcelona, 1973), que se adentra con la novela Fresas silvestres para Miss Freud (Berenice) en la desconocida vida de la hija del creador del psicoanálisis.

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Anna Freud fue una mujer brillante, pionera en el psicoanálisis infantil y oculta bajo la sombra de su padre, un "peso que le curvaba la espalda desde la adolescencia". Vino al mundo sin ser buscada, después de Mathilde, Martin, Oliver, Ernst y Sophie; y se crió en una "casa de mujeres que sentían devoción por la figura paterna".

Riera utiliza el formato flashback para contar la relación del profesor con su hija Anna, partiendo de una Miss Freud anciana, impedida y melancólica, que visita por última vez su domicilio de Londres, en el número 20 de la calle Maresfield Gardens y queda embargada por los recuerdos. La autora construye una novela biográfica a partir de las misivas personales que ambos se intercambiaron y que se conservan en los museos de la familia Freud en Viena y Londres.

La novela navega por los recuerdos de Miss Freud: su infancia en Viena, su psicastenia adolescente, sus fantasías sexuales, los meses que pasó sola en Merano y sus deseos reprimidos. Revive la angustia de una niña que no es como las demás, ni siquiera como su hermana y gran competidora Sophie. Es inquieta, revoltosa y hay que inculcarle que la masturbación femenina no es más que la "muestra de envidia" al pene.

Sigmud Freud es para Anna la causa y efecto de todas sus decisiones. La joven idolatra a su padre hasta límites insospechados y crece con la sensación de no estar a la altura. Todo su afán se centra en ganarse su admiración.

La pequeña Annerl, la traviesa, la aventurera, la fantasiosa. Muy poca cosa, se decía a sí misma, algo muy poco serio, algo de lo que padre no podía sentirse orgulloso de ningún modo (Pág.47).

Y de vuelta, recibe desplantes de un padre que prefiere mantenerse distante, que mide las muestra de cariño y que la trata más como una paciente que como a una hija, según se desprende de las cartas que Riera incluye en la novela y que resultan reveladoras.

Quiero decirte que todos nosotros nos alegramos de tus cartas, pero que aceptaremos también sin preocuparnos que seas cada día más perezosa para escribir (Pág. 54).

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Sigmund Freud en 1937 junto a su hija Anna. | Cordon Press

También hay una aproximación a las dolencias de Anna a través del psicoanálisis. De hecho, ya adolescente, llega a pasar largas sesiones en el diván del doctor. Más tarde, seguiría sus pasos aplicando el psicoanálisis al campo infantil.

Había logrado convertirse en una figura de referencia para la niña, alguien que en su imaginario podía protegerla y guiarla hacia el buen comportamiento. Era el primer paso en su idea de lo que debía ser el psicoanálisis infantil (pág. 98).

La decisiva relación con Dorothy Burlingham

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Dorothy Burlingham y su hijo, 1915

Hay un momento decisivo en la vida de Anna, el encuentro con Dorothy Burlingham, la hija menor del creador de los almacenes Tiffany que llama a la puerta de su consulta en Viena para tratar a su hijo mayor tras separarse de su marido. El lector puede disfrutar sin intermediarios del nacimiento y evolución de esta relación a través de las cartas que se intercambiaron ambas mujeres.

Anna y Dorothy compartieron 40 años de vida y nunca admitieron que fuera de índole sentimental. De hecho, la hija de Freud daba charlas sobre los peligros de la homosexualidad y la necesidad de curarla.

Elisabet Riera. Fresas silvestres para Miss Freud. Editorial Berenice, 2016. ISBN: 978-84-16750-03-0.256 páginas. 19,95 euros.

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