Menú

El erotismo según Camilo José Cela

"España es un país que han querido entristecer eróticamente. Y eso viene, más o menos, desde la batalla de Guadalete", dijo en una ocasión.

"España es un país que han querido entristecer eróticamente. Y eso viene, más o menos, desde la batalla de Guadalete", dijo en una ocasión.
Camilo José Cela | Cordon Press

Quedé en contarles en un tercer y último artículo algunas otras aristas en la poliédrica personalidad de Camilo José Cela en este año de su centenario. En 1976 comenzó a publicar la Enciclopedia del Erotismo, ampliación sin duda de lo que había sido su comentadísimo Diccionario secreto, que le proporcionó popularidad y pingües beneficios cuando apareció siete años atrás. Le pregunté por qué esa dedicación suya a asuntos relacionados con el lenguaje sobre el sexo:

Por la misma razón que escribí el Diccionario Popular Español o que estudié Geografía. El mundo erótico no tiene límites conocidos; es consustancial con la vida misma y yo estoy de observador, no de actor. ¿Erotizado el país, me insinúa usted? ¡Qué va, estamos en mantillas en relación con China y el mundo oriental! Pero, para lo que se estila en Occidente estamos por encima de Norteamérica. España es un país que han querido entristecer eróticamente. Y eso viene, más o menos, desde la batalla de Guadalete. ¿Remedio? Con un poco de paciencia, insistiendo. Por lo que a mí respecta, hago lo que puedo, claro que yo soy de pueblo y recuerdo que en mis tiempos a mis paisanas les gustaba más que les metieran mano los forasteros que nosotros, los locales.

Me pregunta usted por la mujer de la que guardo mejor recuerdo. Le diré que de Purita, natural de Celanova, la más cachonda que conocí. ¡Daba gusto verla! Pero, mire, los escarceos amorosos en mi adolescencia, por los que se interesa, fueron difíciles. Sin ir más lejos, en el Parque del Retiro madrileño los guardas jurados te daban un palo sin avisar si te veían dándole un beso a una muchacha. ¡Una cabronada! Y uno tenía que salir huyendo como si fuera un gato, porque si no, te arreaban un segundo palo. ¿Qué hacía la muchacha en cuestión? ¡Ah, no sé! Supongo que correr también. Yo, a la otra parte contratante, la abandonaba. ¿Que si estoy satisfecho de mi vida erótica? Pues… en su humildad, uno de conforma. Ni he sido Giácomo Casanova ni un Federico Amiel. Estoy en un justo equilibrio. No hay más cera que la que arde ni más huevos que los que funcionan. Lo que hay que tener cuidado es que "la herramienta no se oxide".

bne-cela4.jpg
Cela | BNE

Era siempre un placer escuchar a Camilo José Cela en la intimidad de una entrevista. Los que piensan que a cada rato soltaba tacos están equivocados. Su lenguaje era exquisito. Claro que trufado de citas, ocurrencias, frases felices, pero jamás groseras, a no ser que, como tanto se dice ahora, fueran entresacadas fuera de contexto. Salió a colación lo de si alguna vez había tenido una experiencia homosexual, pregunta que se tomó con calma, sin irritarse: "No, pero estoy a tiempo, aunque la verdad es que no tengo ninguna inclinación. Lo que ni es mérito ni demérito. Un amigo mío, homosexual, tenía mucho rubor, le aconsejé, y mejoré mucho. Mire, a mí me propusieron posar desnudo hace muchos años para una obra que se hubiera expuesto en la Academia Breve de la Crítica, del maestro Eugenio D´Ors. Posé solo un día, porque cogí un catarro espantoso y no volví más por allí. Claro, ya no hubo retrato".

Acerca de los homosexuales, inquirí la opinión al escritor: "Todo se debe a una evolución de las costumbres. Quien adopta una conducta violenta contra un homosexual a lo mejor es que, en su interior, es un homosexual en potencia. No lo digo yo, sino Young". Y continuando hablando sobre el erotismo salió a relucir el cine: "¿Las películas pornográficas? No, no me gustan. Sólo una vez entré a ver una, en un cine de Copenhague y me marché antes de que terminara".

Acerca de si los españoles éramos unos reprimidos sexuales, allá por los años 70 , antes de la Transición, por aquello de que íbamos a ver películas eróticas a Perpiñán o leíamos a escondidas revistas de ese estilo, Cela me dijo: "No, no creo que lo seamos, en todo caso el español reprimido se desquita actuando por libre. Desde la píldora, la española se ha vuelto más razonable. Era antes muy burra y costaba hacerle el amor, lo cual, de conseguirse, tenía mucho mérito. ¿Machismo español? No lo creo tampoco. El hombre se siente macho siendo chino o de donde sea, pero el que se lo crea es un bobo. Es verdaderamente estúpido contemplar al en la barra de un bar cuenta sus hazañas amorosas".

bne-cela3_2.jpg
Fotos de la exposición CJC 2016 | BNE

Asunto de chismes literarios: el escritor español más erotizado. No lo dudó Cela: "Quevedo, malaúva, carpetovetónico y el mejor escritor de lengua española. El paradigma del erotismo español fue don Miguel de Unamuno, al que operaron de fimosis cuando tenía sesenta años. En cuanto a los poetas, Pedro Salinas. Y si no, júzguese Razón de amor y La voz a ti debida. Ha sido el gran poeta del erotismo, el gran poeta amoroso".

Le insinué que en dónde colocábamos a Juan Ramón Jiménez. Saltó como una liebre: "¡Joder con Juan Ramón, el del burrito! ¡Tócate los cojones con Juan Ramón!" Saqué a relucir el nombre de su mujer, bromeando yo sobre si alguna vez ella le había amenazado con un rodillo de la cocina . "No, y no porque no lo haya merecido, sino porque en ese momento no tenía Charo el rodillo muy a mano".

Charo, Charo Conde era su mujer, su primera esposa. Con el erotismo, ¿desaparece el amor?, pregunté. "El erotismo y el amor son nociones que pueden coincidir, lo que no existe es el amor platónico, cosa que, por cierto, no dijo Platón. El amor pasa por el sexo aunque en ocasiones no tiene por qué manifestarse".

Camilo José Cela vivía aún en Palma de Mallorca, adonde fue a vivir en los años 60, permaneciendo un largo periodo. Tenía un burro al que bautizó como Cleofás, sobre cuyos lomos subía para dar un paseo por los alrededores de su mansión. Me contó que se había cansado de los coches que poseía –el último un Jaguar deportivo-porque se le averiaban a menudo y no encontraba piezas de recambio. Sobre aquel pollino, comentó que "rebuzna como un bajo cantante con prurito de ano, o como un canónigo preconciliar que se hubiera pillado las turmas con la tapa de un baúl".

Amenazado por grupos de ultraderecha

Hay un asunto serio, que puede que se ignore en sus biografías, y es que fue amenazado en varias ocasiones por ciertos grupos de ultraderecha, lo que se tomó con calma, aunque acudió a un gimnasio para aprender kárate.

rol-de-cornudos-cela_1.jpg
'Rol de cornudos'

Publicaba mucho mediados los años 70. En 1976 volvió a Madrid para presentar Rol de cornudos, contándonos que esa acepción nació hacia 1180. Clasificó en su obra cuatrocientas especies de cornudos. Otro asunto que salió a relucir fue el de la historia del cipote de Archidona, que llegó a publicarse en un opúsculo, aunque antes de ello circuló el original por las redacciones de muchos medios de comunicación. Lo que se contaba ocurrió realmente en un cine de la mencionada ciudad malagueña, cercana a Antequera, la noche en la que una pareja enamorada llegó a tal estado de excitación que el chico no pudo reprimir una erección, tras la cual la señora que ocupaba la butaca delantera a la suya se vio salpicada inesperadamente. El escándalo fue mayúsculo. Enterado el poeta Alfonso Canales del suceso lo volcó en una docena de versos, que envió a Camilo. Y éste, le respondió con otro hilarante romance. Ambos textos llegaron a publicarse en reducidas ediciones. Después se rodó una película: infumable. Ahí está la diferencia: unos versos satíricos, eróticos y divertidos; y un filme aburrido, zafio. Con talento, se sortean todos los vericuetos complicados.

Pasaron los años, Cela se separó de su mujer, casándose finalmente con la periodista gallega Marina Castaño, que estaba divorciada de un marino mercante, lo que hizo confesar al escritor de Iria Flavia cuando ella le presentó un día al padre de su hija, su ex: "Encantado. Soy su sucesor en el cargo".

cela-marina-castano.jpg
Marina Castaño y Camilo José Cela

A finales de l989 le concedieron el premio Nobel, que tanto había ambicionado. A los tres meses, almorzando con él en el madrileño hotel Miguel Ángel, que frecuentaba mucho, aunque vivía en Guadalajara, nos comentó: "Todo lo que conlleva el Nobel es pesadísimo… pero merece la pena recibirlo". Le pregunté si influían algunas circunstancias políticas para lograr tan preciado galardón: "Lo que sí sé es que hay una forma de quedar fuera del premio y es aparecer en Suecia, dar allí conferencias, dejarse ver en Estocolmo… El que quiera hacer oposiciones a premio Nobel está perdido. Hay que tener suerte… y que se acuerden de uno". Cuarenta años atrás, Cela le decía a su vecino de piso César González-Ruano que algún día llegaría a ser premio Nobel. No cejó hasta obtenerlo.

Seguía escribiendo a mano a diario, como una obligación: "A mí me sigue gustando escribir una letra detrás de otra con pluma o lápiz. Fueron los escritores anglosajones los primeros de mi generación que utilizaron la máquina, pero yo no sé, no puedo. Me consta que García Márquez escribe con ordenador. Lo que importa, al fin y al cabo, es el resultado final".

Lo mismo dentro de poco va olvidándose la ingente obra de Camilo José Cela. Será signo de los tiempos. Pero fue un personaje inolvidable para quien tuvimos la suerte de hablar con él más de una vez.

Temas

En Cultura

    0
    comentarios