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Amando de Miguel

La decadencia del ensayo

La gran paradoja es que, en la época de la señora Google, los escritores nos vemos obligados a aguzar la pluma y exprimir las meninges para elaborar opiniones propias. Nos sobra información, nos falta ejercicio mental.

En las librerías (las que permanecen) apenas se reserva espacio para la literatura de ensayo, antaño tan floreciente. Normalmente, se subsume en la categoría residual de no ficción, una olla podrida en la que cabe todo, desde recetas de cocina a consejos para adelgazar sin dejar de comer. Además, predominan los autores extranjeros, lo que nos producen una cierta ilusión de cosmopolitismo.

No es que haya desaparecido el gusto o la necesidad de informarse sobre las cuestiones de nuestro tiempo. Lo que ocurre es que nos hallamos inmersos en el océano de la señora Google, quien nos informa cumplidamente de casi todo lo que necesitamos saber. Pero los autores de los libros de ensayo siguen con la inercia de otros tiempos. Su oficio parece ser el de acumular muchas lecturas y comunicar las citas a través de sus libros. Es de agradecer el esfuerzo, pero al lector le produce un cierto hastío. El autor sigue empeñado en resumir lo que han dicho otros escritores. Pero lo que acucia al lector es que ese nuevo libro le añada las opiniones del autor. Ahí es donde fallan las expectativas. Los ensayistas actuales se conforman con ser escoliastas de la historia del pensamiento, a ser posible de autores extranjeros. La cultura española sigue con la inveterada tendencia a vivir de traducciones.

El razonamiento anterior sirve también para la crisis de los comentaristas o doxólogos, los expertos en opinar. Con frecuencia sus piezas periodísticas se reducen a un centón de lo que han dicho otros, de tal modo que difícilmente se comprometen. Lo hacen solo cuando tienen que defender los garbanzos. En ese caso emiten opiniones obligadas según su adscripción ideológica o de acuerdo con la mano que les da de comer. El resultado es una atroz monotonía.

La gran paradoja es que, en la época de la señora Google, los escritores nos vemos obligados a aguzar la pluma y exprimir las meninges para elaborar opiniones propias. Nos sobra información, nos falta ejercicio mental. Es lástima que en los gimnasios actuales no se cultive el espíritu, como se hacía en los originales de la Grecia clásica. Entonces, además, maestros y discípulos, todos varones, podían ir perfectamente en pelota (y no en pelotas). Bien es verdad que ahora "las señoritas han hecho gimnasia", como se ha podido ver en los recientes Juegos Olímpicos.

Lo peor del ensayismo actual es que se repiten ideas porque están de moda o son correctas, sin que se vea la necesidad de contrastarlas. Por ejemplo, es fácil asegurar que la religión se ha desvanecido de la sociedad española en vista de la supuesta secularización (por otra parte, un término religioso). Cierto es que ahora se registran menos asistentes a la misa dominical que hace una generación. Pero ahora casi todos comulgan, cosa que antes no sucedía. Es decir, la práctica religiosa es más auténtica que antes.

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