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Las '22 cartas extraordinarias' que grandes autores nunca escribieron

La poeta y ensayista María Negroni da voz a Dickens, Twain, Melville o Salinger a través de un conjunto de cartas ficticias. 

La poeta y ensayista María Negroni da voz a Dickens, Twain, Melville o Salinger a través de un conjunto de cartas ficticias. 
Detalle de la portada '22 cartas extraordinarias' | Portada

22 cartas extraordinarias es el libro con en el que María Negroni se mete en la piel de escritores de la literatura universal como Dickens, Twain, Melville o Salinger para darles voz a través de un conjunto de cartas ficticias ilustradas por Jean-Francois Martin.

Se trata de un libro, publicado por Demipage, en el que María Negroni (Rosario, Argentina, 1951) reúne veintidós cartas que podrían haber sido escritas por algunos de los autores más significativos del siglo XIX y que forman parte de la primera biblioteca de niñoso jóvenes. Los escritos que componen el libro, aunque a veces improbables o imposibles, no solo sirven como retrato de algunos de los escritores que lo protagonizan, sino que también desvelan el mundo en el que estos vivieron y en el que crearon sus singulares obras.

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El cuidado con el que la narradora, poeta y ensayista trata las circunstancias biográficas, históricas y sociales de los autores, así como la originalidad de su prosa, convierte a 22 cartas extraordinarias en una pieza literaria con bastantes matices periodísticos.

Es por eso que, antes de sumergirse en las páginas del libro, el lector debe conocer que detrás del engaño en el que lo envuelve la autora se esconden grandes verdades, como el juego de la verdad de las mentiras, que diría Vargas Llosa. De forma muy hábil, Negroni consigue adentrarse en la piel de los escritores, cuyo legado literario conoce en profundidad, para poner en su boca -o en su pluma- palabras que quizá nunca dijeron, pero que podrían haber dicho.

María Negroni consigue, por ejemplo, que Emily Dickinson escribiera una carta a Louisa May Alcott, a pesar de que nunca se conocieron; una misiva que destaca sobremanera en el libro, en la que Dickinson comparte con su coetánea "la terrible cuestión de la escritura". En otras cartas, que a menudo manifiestan fuertes anacronías, se encuentran historias como la de Julio Verne, que intenta convencer a su padre de que a la realidad le falta realidad, o escritos como el que dejó Herman Mellville mientras componía su famosa obra Moby Dick.

A lo largo de estas 192 páginas se descubren, por ejemplo, lo que tiene que agradecer Carlo Collodi a Paul Auster o la justificación que Edgar Allan Poe dio a su padre por haberse dado a la bebida y a la escritura. También se ponen de manifiesto las confesiones que lanzó Luisa May Alcott a Emily Dickinson y los insultos que un despechado Lewis Carrol espetó a Alicia.

Las ilustraciones del libro están realizadas por Jean-François Martín, galardonado en 2011 con el Bologna Ragazzi, que colabora para diferentes medios como Le Monde o The New York Times.

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