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Clásicos en peligro de extinción: así han cambiado las lecturas en clase

Parece un hecho que los alumnos han dejado de leer algunos clásicos en clase: ¿qué ha cambiado en estos años?

Parece un hecho que los alumnos han dejado de leer algunos clásicos en clase: ¿qué ha cambiado en estos años?
Los libros que no deberían salir del colegio

De El Quijote que hace unas décadas todos los alumnos españoles tenían que leer en la adolescencia se ha pasado a una situación muy distinta: los cambios en las leyes educativas, la mayor independencia de centros y profesores, la disminución de horas para Lengua y Literatura y la descentralización han llevado casi a la extinción a algunos clásicos antes imprescindibles en las aulas españolas.

La tónica ahora es perseguir que el adolescente se acerque por sí mismo a la lectura y eso pasa por identificar los libros con placer y no con obligación, lo que hace que, en muchos centros, hayan caído en el olvido los clásicos que forzaban al alumno a enfrentarse a un lenguaje y una época distintas, a una lectura exigente y a muchas páginas de extensión. Aunque la situación, hoy por hoy, depende de cada profesor y es distinta en cada centro -y en muchos todavía hay que leer a Cervantes- sí es un hecho que los grandes autores de la literatura española se leen menos que antes.

¿Qué se leía hace unos años?

El extinto bachillerato implantado en los 70 y los sistemas anteriores establecían la obligatoriedad de leer una serie de clásicos españoles. Así lo recogía el decreto de 1975 que regulaba el currículo del extinto BUP:

"Se llevará al alumno al conocimiento e interpretación de las obras literarias, poniendo de relieve los aspectos de la cultura de un pueblo que se manifiestan en el idioma".

En BUP, el alumno, ya fuera de Ciencias o Letras, tenía cinco horas semanales de Lengua y Literatura. La lectura obligatoria de los clásicos españoles, de la Edad Media al XX, recaía fundamentalmente en el tercer curso, aunque en primero y segundo se establecía la "obligación" de leer seis obras de entre un listado diseñado la Dirección General de Ordenación Educativa entre los que se encontraban, por ejemplo, obras de Buero Vallejo, Miguel Delibes o Torcuato Luca de Tena. En cuanto a los "clásicos" que había que leer en tercero, eran los siguientes:

- Cantar de Mio Cid o Milagros de Nuestra Señora o El Libro de Buen Amor

- La Celestina y Las Coplas de Jorge Manrique

- Lazarillo de Tormes o Libro de la Vida o De los Nombres de Cristo

- Obra poética de Garcilaso de la Vega o San Juan de la Cruz o Fray Luis de León

- El Quijote

- El Buscón o una antología de Góngora o una antología de Quevedo

- Fuenteovejuna o La Vida es Sueño o El condenado por desconfiado o El burlador de Sevilla o La verdad sospechosa

- Textos de Feijóo o Jovellanos, o Las Cartas Marruecas o El sí de las niñas

- Artículos de Larra o El Estudiante de Salamanca o las Rimas de Bécquer o Traidor, inconfeso y mártir o Don Álvaro o la fuerza del Sino

- Una obra de Galdós (se citan como ejemplo Miau y Fortunata y Jacinta) o La Regenta

Además, se incluía el "estudio especial" de tres obras extranjeras: alguna obra de Shakespeare, alguna de Moliere y alguna de Dostoyevski.

En COU, la literatura -no así la lengua- dejó de ser obligatoria para ser optativa para alumnos de Letras. La asignatura incluía también una serie de lecturas obligatorias para la prueba de acceso a la Universidad, del siglo XX español. Entre ellas estaban San Manuel Bueno, mártir; La Casa de Bernarda Alba o Luces de Bohemia; La Colmena o Tiempo de Silencio, Pedro Páramo o Cien años de Soledad

¿Qué se lee ahora?

Las reformas educativas y la descentralización han cambiado drásticamente el concepto de lectura obligatoria, que prácticamente desaparece de la normativa estatal. En las indicaciones del Ministerio de Educación sobre bachillerato, se establece que "es importante favorecer la lectura libre de obras de la literatura española y universal de todos los tiempos y de la literatura juvenil". "Se trata de conseguir lectores que continúen leyendo", añade el texto, que enfatiza que se procurará fomentar su comprensión lectora a través "de una lectura analítica y comparada de distintos fragmentos y obras". En el desarrollo del currículo del actual Bachillerato, tampoco hay mención a obras obligatorias. Esto es lo que se indica:

"Lectura libre de obras de la literatura española y universal y de la literatura juvenil como fuente de placer, de enriquecimiento personal y de conocimiento del mundo para lograr el desarrollo de sus propios gustos e intereses literarios y su autonomía lectora. Introducción a la literatura a través de los textos. Aproximación a los géneros literarios y a las obras más representativas de la literatura española de la Edad Media al Siglo de Oro a través de la lectura y explicación de fragmentos significativos y, en su caso, textos completos (…)"

Las generalidades transmitidas desde Educación se traducen en que la situación puede variar radicalmente de una comunidad autónoma a otra y, sobre todo, de un colegio a otro. Desde las consejerías de Educación de distintas autonomías consultadas por LD, se coincide en que no hay libros "obligatorios" porque la decisión última recae en el claustro del centro educativo y en el propio profesor, "en el uso de su autonomía pedagógica". La administración educativa sólo tiene como competencias supervisar los materiales didácticos entre los que se incluyen tanto los libros de texto como las lecturas.

Hay autonomías, como Castilla y León, que sí citan como recomendación dos obras concretas: El Lazarillo y El Quijote. Otras se remiten a la decisión del centro o a las indicaciones, en su caso, del Consejo de Universidades para la prueba de acceso. Tampoco aquí hay acuerdo: según el año o la autonomía, ha habido, o no, exámenes sobre libros específicos. Así, en Galicia se ha pedido la lectura, según el curso, de La fundación, Plenilunio, Campos de Castilla, El Aleph o Crónica de una Muerte anunciada. En Andalucía, se ha "recomendado" la lectura para la prueba de El árbol de la ciencia, Luces de Bohemia, Crónica de una muerte anunciada y Los girasoles ciegos. Lo habitual en muchas autonomías, en cualquier caso, es que se valore en el examen el comentario en sí, y no la lectura de un libro en particular.

Hoy por hoy, por tanto, hay tantas listas de libros como centros educativos, y el motivo para seleccionarlos puede ser tan arbitrario como el origen del propio autor: en Andalucía, desde la Junta también se recomienda la lectura de "algunos poetas andaluces del 27", es decir: Lorca y Alberti sí, pero Pedro Salinas y Jorge Guillén no. Hay colegios que sí piden leer clásicos como El conde Lucanor o La Celestina, pero pocos son los que piden ambos. El Cid ha desaparecido de la inmensa mayoría de centros y lo mismo ha ocurrido con clásicos del siglo XX como Cien Años de Soledad o La Colmena, sustituidos por libros más cortos de García Márquez y Cela, como la citada Crónica o La familia de Pascual Duarte u otras novelas de la segunda mitad del siglo XX, en principio más accesibles, como Sin noticias de Gurb.

El cuento también se impone sobre las grandes novelas del realismo: es más habitual leer alguna antología de Clarín que su obra cumbre: La Regenta. Y también priman las antologías de poemas del 27 o del 98 frente a libros como Platero y yo, Campos de Castilla o el Romancero Gitano -aunque García Lorca sigue siendo muy leído en las aulas-. Entre tanto, Carlos Ruiz Zafón y libros como Cometas en el cielo han ganado frente al teatro de Buero Vallejo en Secundaria. En general, la lista total de libros por curso se ha reducido a tres o cuatro: un instituto público madrileño sigue pidiendo El Quijote, La Celestina y El Alcalde de Zalamea a los alumnos de 16 años. Otro, concertado, manda leer el Lazarillo, El Conde Lucanor y Don Juan Tenorio. Toca elegir.

La estrategia pasa en muchos colegios por tratar de hacer atractiva la lectura con libros más cercanos al alumno en el tiempo o la temática, sobre todo en secundaria pero también en los últimos cursos: se intenta que sigan leyendo cuando terminen su formación y no que se alejen de los libros por la lectura forzosa de obras consideradas no adecuadas a su edad. Entre tanto, serán muchos los alumnos que jamás lean algunos de los libros más importantes de la literatura española.

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