

No come, le atormenta pensar en tragarse ese trozo de carne que da vueltas en su boca como una centrifugadora. Pero no es una chiquillada, es un terror más que justificado. En cuanto se ponga rollizo y deje de ser un esqueleto deambulante, sus padres lo devoraran –como hacen todos los padres–. Ese día a día de este niño inadaptado en todos los ámbitos de su vida es Orfancia (Destino), del italiano Athos Zontini (Nápoles, 1972), un relato surrealista sobre el transito a la madurez. En tiempos de literatura de fácil digestión, se lanza al mercado editorial con un libro muy metafórico, con varios planos de lectura, original en su concepción y su contenido, con el que interpela al lector –aunque no se atribuye ese cometido– y derrumba las ideas preconcebidas.
En Orfancia es el propio pequeño de ocho años quien narra los hechos, revistiendo una historia de gran crudeza en una narración cargada de inocencia, aún más conmovedora, que se lee en un suspiro. Un niño sin apetito y unos padres hambrientos.
PREGUNTA: ¿Qué significa "Orfancia"?
RESPUESTA: Es un niño huérfano de su infancia. Más allá de eso escogí este título por su sonoridad. Mientras infancia es una palabra muy bonita, orfancia creaba una distorsión que la convertía en una palabra inquietante. Espero que desde el título trasmita la atmósfera que se presenta en el libro.
P: Es un libro difícil de etiquetar: novela, cuento, una fabula... ¿cómo lo llamarías?
R: Mientras lo escribía no pensé qué era. Es una historia claramente metafórica que toma prestado de distintos géneros literarios. En ciertas partes coge de la novela fantástica, a veces juega con el thriller, en otras se asemeja a una novela de formación, pero no es ninguna de estas cosas. Una vez lo definieron como una "antinovela de formación" y me gusta robar esa definición.
P. Es una historia dura disfrazada por la inocencia del narrador, el propio niño. ¿Por qué elegir este narrador?
R. Me daba la posibilidad de contar la historia sin emitir juicios. Es una metáfora sobre la libertad individual, la educación y el conformismo. La voz del narrador no podía ser ni una voz infantil, que podría resultar irritante al lector, ni la voz de un adulto que cuenta sobre su pasado porque habríamos descubierto que habría sobrevivido a ese mundo irreal en el que está convencido que vive.

P. - ¿Qué se puede esperar de un adulto que cuando fue niño tuvo todos estos fantasmas y esas obsesiones en su cabeza?
R. Es una buena pregunta. Creo que nada distinto de lo que veríamos si saliésemos ahora a la calle y observásemos a los adultos. Vamos a ver un adulto integrado y aparentemente normal.
P. Hablas de una infancia cruda ¿Puede esta etapa llegar a ser un calvario?
R. No es un periodo simple de la vida. A menudo me he preguntado si me gustaría ser niño de nuevo y la respuesta es no. La infancia es un momento terrible de descubrimientos constantes de la vida. Se forman ideas que luego al crecer se vuelven más sofisticadas, pero las raíces de nuestro pensamiento están en la infancia. Puede ser un calvario, alternado obviamente con momentos bonitos. No es todo negro, pero tampoco es una fiesta de principio a fin.
P. La evolución del niño es bastante clara. Va dejando la inocencia de lado a la vez que pasa de no sentir apetito a estar hambriento. ¿De qué tiene hambre?
R. Está hambriento de aceptación. Se adecua, se normaliza y es aceptado por los demás. Por un momento, parece que ser aceptado significa la felicidad, que ésta llega cuando no se es distinto a los demás.

P. ¿Y los padres?
No hay una explicación racional para el miedo de este niño. Lo materializa en sus padres, le dicen que lo quieren, que se preocupan por él, pero no se comportan como las personas que lo quieren.
P. ¿Desde niños luchamos con otro "yo" interior?
R. Constantemente. Siempre hay una lucha interior con lo que somos y lo que quisiéramos ser. No siempre va dirigida a la dirección correcta. Hay personas que para sentirse fuertes se refugian en el dinero, la violencia y otras cosas que no permiten encontrar la correspondencia entre los deseos más profundos y lo que son.
P. El protagonista es un niño diferente al resto. ¿Cuántos padres se preguntan "qué hemos hecho mal" al encontrarse con esta situación?
R. No son padres equivocados sino seres humanos infelices. Tal vez la pregunta más correcta sería "que nos hemos hecho mal a nosotros". No es la educación o el amor hacia el hijo lo que se discute, sino la carga de malestar tan alta que hay entre los individuos adultos. No pueden hacer otra cosa más que trasladar ese malestar al niño. Los primeros en ser comidos son justamente los padres, ese es el peligro.
P. Pero los padres sufren por su hijo.
R. Aparentemente los padres se preocupan mucho por el niño, pero de forma equivocada. Esperan que coma, que apruebe el colegio, que tenga amigos, una vida normalizada. Ese es el problema. Constituye una forma de acoso parental.
P. Es un libro con mucha simbología ¿Qué esperas del lector?
R. Los libros que más he querido siempre han tenido la capacidad o el efecto de poner en discusión las ideas que me había formado con anterioridad. Siempre he pensado que un buen libro alimenta las dudas y no las certezas del hombre. Si este libro consigue producir algunas dudas, hacer surgir algunas preguntas, creo que habrá cumplido con su cometido más allá de entretener, divertir o demás. Los libros que más he querido son libros que me conmovieron, que me hicieron daño.
Athos Zontini. Orfancia. Editorial Destino, 2017. ISBN: 9788423351824. 272 págs. 18 euros.