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Los horrores del Madrid rojo según Foxá

Andrés Amorós recomienda esta semana leer Madrid de Corte a Cheka, que acaba de ser reeditado por Renacimiento.

Andrés Amorós recomienda esta semana leer Madrid de Corte a Cheka, que acaba de ser reeditado por Renacimiento.
Cementerio de los mártires de Paracuellos | Archivo

Agustín de Foxá (Madrid, 1906-1959) es uno de los escritores más brillantes, personales y versátiles de su generación. El autor teatral de Cui-Ping-Sing, el cuentista de Viaje a los efímeros o el cronista de Por la otra orilla, es también el novelista de Madrid de Corte a Cheka, un fabuloso libro que acaba de reeditar Renacimiento con prólogo de Ignacio Ruiz Quintano y epílogo de F. Javier Ramos Gascón.

Foxá era "un lujo de España", dice Ruiz Quintano en el prólogo. Era un diplomático que trabajó todos los géneros. Fue afín inicialmente a la Falange y, de hecho, participó en la escritura del "Cara al sol". Pérez de Ayala aseguró que "trataba a los griegos como si acabase de venir de Atenas". Foxá presumía de un idealismo clásico permanente: "Mi corazón vuela hacia la Venus de Botticelli". Era un personaje con un ingenio satírico importante:

Hace camas y comedias
pero con tan mala suerte
que en las camas te despiertas
y en las comedias te duermes.

madrid-de-corte-a-cheka.jpg

Paco Umbral se refirió a Madrid de Corte a Cheka como "la gran novela de la Guerra Civil". Formaba parte de proyecto interrumpido de Episodios Nacionales como Galdós y Valle Inclán. Puede dividirse en tres partes: la caída de la monarquía, la República y los horrores en el Madrid republicano. En ella aparecen personajes como Azaña, Lorca, Alberti, Buñuel, Bergamín, Giménez Caballero y se mencionan hechos históricos como la alegría de la proclamación República, el primer mitin de Falange, el estreno de El perro andaluz, las tertulias de Pombo y hechos terribles pero que son parte de la historia como las "brigadas del amanecer".

Foxá presenta los horrores del Madrid rojo con un estilo poético, muy influido por vanguardias. Hay una carta final del protagonista, José Félix, a su familia, con tintes autobiográficos: "Hace unos días atravesé la frontera, saliendo del infierno de Madrid. No podréis nunca imaginaros el horror de esos 48 días que he pasado bajo el poder de los rojos. El día 21 de julio estuve a punto de ser fusilado. Me he mudado cinco veces de domicilio. Durante 48 días he sentido las angustias del condenado a muerte".

Y pensar que después de que yo me muera,
aún surgirán mañanas luminosas,
que bajo un cielo azul, la primavera,
indiferente a mi mansión postrera,
encarnará en la seda de las rosas.

Y pensar que, desnuda, azul, lasciva,
sobre mis huesos danzará la vida,
y que habrá nuevos cielos de escarlata,
bañados por la luz del sol poniente
y noches llenas de esa luz de plata,
que inundaban mi vieja serenata,
cuando aún cantaba Dios, bajo mi frente.

Y pensar que no puedo en mi egoísmo
llevarme al sol ni al cielo en mi mortaja,
que he de marchar yo solo hacia el abismo
y que la luna brillará lo mismo
y ya no la veré desde mi caja.

(Melancolía del desaparecer)

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