Menú
Fernando Navarro García

Decálogo de cortesía entre el buen autor y su preclaro editor

Hay ciertas normas que alguien que ha escrito un libro debe seguir.

Hay ciertas normas que alguien que ha escrito un libro debe seguir.
Una máquina de escribir hispano - olivetti. | Fernando Navarro

1. Respetaré a mi editor y al buen gusto que tuvo al publicar mi libro. Tengo una deuda de gratitud eterna con él pues apostó por mí cuando yo era un perfecto desconocido y cuando otros cientos de autores -probablemente mejores que yo- pugnaban por editar sus obras.

2. Aprenderé a distinguir entre la fecha de lanzamiento y la fecha de colocación en todas las librerías de la galaxia. Mientras no se invente el teletransporte tipo Star Treck los libros impresos deben enviarse por medios convencionales y eso suele exigir días o semanas.

3. No realizaré campañas de promoción paralelas (y descoordinadas) con mi editor.

4. No utilizaré privativamente los contactos en los medios de comunicación que me haya facilitado mi editor. Puedo estar interfiriendo involuntariamente con sus campañas de promoción (en curso o futuras), esenciales para el éxito de la editorial y por lo tanto también de mi libro.

5. No le presionaré para que me edite varios libros con poco margen de tiempo. No solo no soy el único autor nacido bajo el sol, sino que demuestro poca visión comercial lanzando al mercado dos productos que probablemente se neutralizaran recíprocamente. Por otra parte, haber publicado un libro no me concede el derecho a reclamarle la publicación de cualquier otro que pueda escribir en el futuro.

6. Cuando envíe la obra al editor debe de estar realmente terminada. El corrector de estilo no debe reescribir la obra, salvo que yo esté dispuesto a reconocerlo en los créditos como coautor.

7. Aunque disfrute hablando de mi libro y esté orgullosísimo de haberlo publicado, no debo olvidar en lo más profundo de mi ser que "mi libro" es uno más de esa enorme cascada anual de publicaciones. Ser uno entre 85.000 – Moisés y Cervantes incluidos- debería barnizar a mi ego con un poco de humildad. También yo soy autor y sé que el proceso es duro, pero es preciso asumirlo.

8. No es obligatorio presentar públicamente un libro para que la obra adquiera mayor abolengo. Seguiré, también en este caso, las recomendaciones de mi editor pues sabe mejor que yo qué libro requiere de ese refuerzo y cuál se venderá sin necesidad de tales actos.

9. Si mi libro no se vende a la velocidad que dictan mis ensoñaciones, no culparé a mi editor, ni a los astros, ni al vulgo por ello. Quizás, reconozcámoslo, no guste demasiado o bien se trate de una obra tan excelsa que se haya adelantado a su época. No pierdas nunca la esperanza de imaginar que un siglo después de tu muerte tu libro se habrá convertido en un clásico al que todos aludan elogiosamente. Soñar es gratis y de eso sabemos mucho los autores.

10. Escribir es un gozo y un placer y suele ser la evolución lógica de haber leído mucho. Vender libros es una paliza y un campo de batalla permanente. Da gracias a Dios o a los dioses de que esa sea la tarea de tu editor y la tuya sólo escribir.

En Cultura

    0
    comentarios