La derrota de ETA no será total hasta que no haya fracasado en todos sus frentes. La realidad actual es que, pese a haber sido desmantelada en lo operativo, hasta el punto de obligarla a declarar un alto el fuego indefinido y a escenificar desarmes para suplicar parte del protagonismo que tuvo antaño, el trabajo no está acabado. Y no lo está porque no se ha disuelto y porque la batalla del relato, de lo que sucedió, todavía está pendiente.
Sangre, sudor y paz; La Guardia Civil contra ETA no es un libro neutral, como explican sus propios autores, sino que está escrito para contribuir a la derrota literaria del terror y para construir la memoria debida de una historia crucial para entender la España de hoy en día. Está pensado para que la verdad de lo que pasó no pueda ser sepultada por el tiempo, la pérdida de memoria y los intentos de manipulación.
En el periodo de relativismo moral en el que vive nuestro país, en el que hasta los axiomas más fundamentales se encuentran en entredicho, es necesario recordar con crudeza lo que pasó durante más de cincuenta años. Fundamentalmente, porque las generaciones actuales no conocen qué fue ETA y el daño que causó. No han vivido su actividad criminal y el terror que causó su existencia. No conocen la cantidad innecesaria de sangre que se derramó.
Buena parte de lo que se encuentra en este libro es inédito y no ha pasado ningún tipo de filtro. Es la historia más descarnada, más estremecedora, más desconocida de la lucha contra el terrorismo en nuestro país. Es la lucha contra ETA tal y como la vivieron parte de sus protagonistas, los guardias civiles que con sangre, sudor y buenas dosis de heroísmo combatieron al hacha y la serpiente hasta dejarla contra las cuerdas.
La obra comienza con la fundación de la organización terrorista en pleno Franquismo y narra la inocencia e incapacidad de las Fuerzas de Seguridad del Régimen para combatir a ETA en sus inicios. No contaban con la formación ni los medios precisos y no acertaron tampoco a entender la dimensión y capacidad que la banda podía llegar a tener. Esa es la razón por la que su estructura asesina no paró de crecer y perfeccionarse durante sus dos primeras décadas.
Explica cómo mientras los agentes que trataban de derrotar el terrorismo tenían medios más bien escasos y usaban, incluso, sus propios vehículos para realizar sus labores de investigación, los etarras contaban con buenas fuentes de financiación y se adiestraban en campos terroristas en Argelia o el sur de Líbano con el apoyo de Al Fatah y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Y todavía algunos ensalzan en nuestro país las fechorías de estos aliados de ETA al otro lado del Mar Mediterráneo…
Los etarras empezaron luchando contra una dictadura y acabaron desestabilizando la joven democracia hasta tal punto de que estuvieron cerca de que el sueño democrático español no llegase a cristalizar. No en vano, los crímenes de la organización terrorista y la incapacidad manifiesta del Estado para tratar de frenar sus zarpazos asesinos fueron parte de la munición intelectual con la que los golpistas trataron de justificar su actuación el 23 de febrero de 1981.
El libro narra con extraordinario realismo cómo fue la actividad criminal de la banda durante los primeros años de los 80, cuando ETA ponía un muerto sobre la mesa cada sesenta horas. Cómo fueron perfeccionando su maquinaria para constituir lo que se conoce ahora como los años del plomo, un tiempo parecía impensable que el Estado de Derecho pudiera terminar derrotando a los asesinos.
De primera mano, con experiencias de los guardias civiles, se pone de manifiesto cómo una gran parte de la población vasca "cerró los ojos, bajo las persianas de sus casas y se convirtió en cómplice con su silencio", mientras los terroristas asesinaban a guardias civiles, policías y militares con la intención de conseguir un maldito empate técnico con el Gobierno que obligase al inquilino de La Moncloa del momento a negociar la independencia del País Vasco.
"Nunca, o muy pocas veces a lo largo de la Historia de España, un colectivo se sintió tan extraño y maltratado, ni una sociedad –en alusión a la vasca- supo resultar tan concienzudamente excluyente", como explican los propios agentes y algunos de los hijos de guardias civiles que se criaron en el País Vasco durante aquellos años.
Estremecen los relatos en primera persona de cómo algunos guardias civiles recuerdan los atentados de los que fueron objeto, los extractos de cómo se llevaron a cabo algunas detenciones de terroristas o la descripción técnica en los informes de la Benemérita de cómo son seis horas de tiroteos para arrestar a un comando terrorista que se encuentra atrincherado en una vivienda.
Pero también las sensaciones o testimonios de algunos de los agentes que colaboran en el libro, que no tienen reparos en hacer público su resquemor con la Dirección General de la Guardia Civil por demasiados funerales a escondidas, por la falta de asistencia psicosocial tras un atentado, por las altas hospitalarias premeditadas o por la falta de seguridad y de medidas de autoprotección que había hasta los años noventa.
También se aportan datos que, aunque eran imaginables, no dejan de ser sorprendentes. Como que varios agentes del Instituto Armado víctimas de atentados terroristas estuvieron pensando en crear por su propia iniciativa, al margen de la lucha sucia contra ETA de los Gobiernos de Felipe González, un grupo de eliminación de etarras. Pero no lo hicieron porque pensaron, en primer lugar, en sus familias.
El relato de los autores permite comprender cómo la profesionalización de las estructuras de la Guardia Civil y la experiencia acumulada con los años –se olvidan del proceso similar que siguió la Policía Nacional- permitió que la balanza se fuera dando la vuelta y el Estado de Derecho comenzase poco a hacer daño a ETA de una forma que sólo unas décadas antes parecía una quimera.
El puntode inflexión fue la desarticulación de la cúpula de ETA en Bidart en 1992. Los guardias civiles derrumbaron el mito de la imbatibilidad de la banda terrorista. También consiguieron documentación que les sirvió para conocer a fondo las estructuras de la organización criminal y su sistema interno de funcionamiento. El principio del fin había comenzado, pero todavía quedaba muchísima batalla por delante.
Lorenzo Silva, Manuel Sánchez y Gonzalo Araluce consiguen poner los pelos de punta al lector con el testimonio personal de José Anido Joseph, un guardia civil de ascendencia francesa que se infiltró en ETA y llegó a ser chófer personal del número uno de la banda en esos momentos: Mikel Antza. Sus explicaciones de cómo va ascendiendo en la organización criminal, por qué es descubierto y cómo salva la vida al huir son espectaculares.
Al igual que los detalles sobre el registro de la nave industrial de Mondragón en la que estaba liberado Ortega Lara, aunque este tema lo encontrará el lector mucho más desarrollado en el especial que este verano publicó Libertad Digital. no en vano, tenía anécdotas inéditas dignas de leerse y releerse.
En los años 2000 comienza la decadencia de la organización terrorista ETA. En esos momentos los agentes de la Guardia Civil conocían perfectamente las costumbres y los movimientos de los terroristas y, para los expertos, el final operativo de la banda terrorista podía estar cerca.
De hecho, son años en los que la banda ya tiene muy claro que hay que negociar con el Gobierno y eso se demuestra en el croquis de negociación que se le encontró al último líder medianamente formado que tuvo la organización terrorista: Mikel Antza. La operación Santuario termina demoliendo cualquier opción de subsistencia de ETA en 2004.
No sólo son arrestados los principales dirigentes de la banda sino que se incauta prácticamente el 80 por ciento del material asesino con el que contaba. Los relatos y atestados de cómo trabajaron los agentes del Instituto Armado son un auténtica delicia para el lector.
El libro explica de forma fácil y sencilla cómo se produce la negociación entre el Gobierno Zapatero y ETA (Batasuna y PSOE estuvieron ya en contacto a escondidas durante los últimos tres años del Gobierno Aznar), cómo era la banda terrorista en estos últimos años -con muy pocos efectivos y totalmente controlada por la Guardia Civil- y como termina claudicando no porque haya conseguido sus objetivos, sino porque la Guardia Civil le impide siquiera poder reorganizarse tras cada golpe policial.
Sangre, sudor y paz; la Guardia Civil contra ETA son 500 páginas imprescindibles para conocer el sufrimiento innecesario que ha tenido que vivir la sociedad española durante casi medio siglo. Es la historia de unos luchadores que lo dieron todo para acabar con el terror y tuvieron un papel imprescindible en el final de una de las organizaciones terroristas más letales de Europa.