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Rosa Belmonte

Qué gran hombre esa mujer

Más allá de Quevedo y Góngora, y fuera de la ficción, las pullas literarias (las pullas entre literatos) son un clásico.

Más allá de Quevedo y Góngora, y fuera de la ficción, las pullas literarias (las pullas entre literatos) son un clásico.
Paula Echevarría | Europa Press

Los Javis tienen demasiada consideración con Paula Echevarría. Los creadores de La llamada y de Paquita Salas han contado que en la serie protagonizada por Brais Efe se quedó fuera un chiste. "Había una amiga que decía: '¿Qué tal es la de Velvet, la de Bustamante, que me cae fatal?', y Paquita respondía: 'Esa es un higo'. Les salió así en la improvisación, pero me pareció que meterse con Paula Echevarría porque sí, con lo que nos gusta, no era plan", contó Javier Calvo en Vanity Fair hace meses. Meterse con alguien porque sí es parte de la diversión. Lo que no tiene gracia es hacerlo por algún agravio. En su novela Mejor la ausencia, Edurne Portela pellizca a Javier Marías. Amaia, que da testimonio de lo que ve de los cinco a los 18 años, dice cuando tiene 16: "Hace una tarde muy agradable y bajo al jardín a leer Cien años de soledad. La del pesado de Marías no la he acabado". Y Portela ha rematado en una entrevista en El Español: "Es una chavalita de 16 años, cómo no le va a aburrir Javier Marías. Es una pequeña pulla".

Más allá de Quevedo y Góngora, y fuera de la ficción, las pullas literarias (las pullas entre literatos) son un clásico. "Goethe es el genio más grande que ha existido en un siglo, y el imbécil más grande que ha existido en tres" (Thomas Carlyle). O Truman Capote en una carta a John Malcolm Brinnin desde Taormina (Sicilia) en abril de 1950: "Gide vive aquí. Se pasa las tardes enteras en la barbería dejando que niños de diez y doce años le enjabonen la cara. Ha causado escándalo, pero no porque le guste llevarse a los niños a casa, sino porque sólo les paga doscientas liras (20 centavos)". A veces los dardos se los lanza gente de una misma familia. Por ejemplo, Kingsley y Martin Amis. El hijo del padre: "Escribía sobre beber para aprovechar alguna de las horas que le dedicaba". Y Kingsley de Martin: "Se ha vuelto izquierdista, y del tipo neutralista más asqueroso que hay. De hecho, he oído que se comporta como Harold Pinter. Pero peor, mucho peor, porque encima ha llegado a ese punto tarde; casi a los 37, en lugar de a los 17". Esto es de una de las cartas a Philip Larkin, donde también podemos saber que no es Martin Amis su objetivo favorito: "¿Sabes a quién odio? Odio a T.S. Eliot. A él es a quien odio". Y Tolkien le parecía repulsivo.

Retomando por un momento a papá Amis, si no puedes enfadar a alguien al escribir, ¿para qué escribir? Hay veces en que las culebras son pura provocación. Así, Ruano cuando soltó en una conferencia que estaba claro que Cervantes era manco porque El Quijote estaba escrito con los pies. Uno de los mejores y más vulgares intercambios de balas tienen que ver con Benito Pérez Galdós y Emilia Pardo Bazán, aunque según Isabel Parreño y Juan Manuel Hernández, editores de Miquiño mío (Turner), que reúne casi cien cartas entre ambos escritores, no se ha podido constatar su veracidad (su amor no habría derivado en inquina). Lo que se cuenta es que, al cruzarse en una escalera, ella le habría soltado: "Adiós, viejo chocho". Y él: "Adiós, chocho viejo". Una ordinariez que, sea verdad o mentira, demuestra que siempre hay muchos más recursos para insultar u ofender a una mujer. Tampoco tengo muy claro que Flaubert dijera de George Sand, con quien tuvo una estrecha relación epistolar, eso de que era "una vaca sensacional, llena de tinta". Al menos como insulto. Sí que le dijo a Maupassant de ella "¡Qué gran hombre era esta mujer!" Lo de la vaca parece una fijación porque según Baudelaire era "estúpida como una vaca". Sería contestación a esto.

Javier Marías, de Umbral: "Su autor tiene para mí muy poco interés como escritor, y como lector, todavía menos". Umbral lo había llamado "angloaburrido". Más de Umbral contra Marías: "El elitismo mata sus libros. La supuesta elegancia de una prosa inadvertida. Son cultos, pero nos aburren. Escriben para ellos y sus críticos". Y Umbral no era una chavalita de 16 años. Es más de fiar la chavalita.

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