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Javier Moro: "Clark Gable traspasó la frontera de la lengua con Conchita Montenegro"

El escritor nos habla de su último libro, Mi pecado, Premio Primavera, que novela la vida de la primera española que triunfó en Hollywood. 

Apenas superada la mayoría de edad, Concepción Andrés Picado, de nombre artístico Conchita Montenegro, conquistó Hollywood con su belleza y su talento en los años 30. No solo atrajo las miradas de los mejores directores del momento sino también de los galanes de la época que quedaron embelesados por su fuerte mirada. Desembarcó en la meca del cine en el momento idóneo, cuando se adaptaba al sonoro y demandaba actrices de diversas nacionalidades. Allí le esperaba una carrera de ensueño. Buster Keaton le puso difícil el rodaje de su primera cinta en EEUU. Todo lo contrario que Leslie Howard, que consiguió que se soltase entre cámaras y focos. Al actor de Lo que el viento se llevó –un papel que, por cierto, nunca quiso aceptar– no le importó estar casado para vivir uno de los romances más intensos del momento. Precisamente él le regaló el perfume de la casa Lanvin llamado My Sin (Mi pecado), como el título del último libro de Javier Moro, galardonada con el Premio Primavera, en el que novela la vida de la actriz aderezando las páginas con anécdotas de los rodajes más sonados de esta época dorada de Hollywood.

Conchita fue la protagonista de las películas del momento, pero tenía un papel secundario en la vida de Leslie Howard. Dijo adiós al cine por Ricardo Giménez Arnau. En sus últimos años de vida volvió a ser Concepción. No quiso homenajes ni entrevistas. Quemó su pasado.

PREGUNTA. La novela arranca en los años 40 en Madrid, con Conchita Montenegro de vuelta en España y planteándose su futuro. ¿Por qué comenzar por aquí?

RESPUESTA. Un elemento clave en su vida fue darse cuenta del paso del tiempo y de la edad. Se da cuenta de que tiene fecha de caducidad como gran actriz y estrella del cine que era. Es más difícil conseguir un papel de mujer madura que de jovencita.

P. Su salto a Hollywood fue meteórico. Una única película, rodada en Francia, y una portada de Vogue le abrieron la puerta de esa gran industria del cine que justo demandaba intérpretes de distintas nacionalidades con la aparición del cine sonoro.

R. Para no perder su cuota de mercado, los estudios de Hollywood deciden hacer dobles versiones. Hollywood se convierte en una Babilonia. Era una manera de hacer películas muy burda, había un decorado y primero rodaban en inglés, luego con actores polacos, después con italianos, etc. Así se hicieron las películas hasta el 35 que se inventó el doblaje y se echó a toda esa gente.

P. ¿Hubo mucha presencia española en Hollywood?

R. Sí, contratan a Conchita Montenegro, Edgar Neville, Gregorio Martínez Sierra, María Alba, Jardiel Poncela...

P. ¿Era todo de ensueño o también había espinas?

R. Era una imagen de felicidad, confort, estabilidad, pero la vida real era totalmente distinta. El Hollywood de los años 30 era una comunidad sometida a un estrés enorme por la llegada del sonoro. No había una sola semana en la que las noticias no dieran el suicidio de algún actor conocido. Peg Entwistle puso de moda suicidarse desde la letra H del cartel de Hollywood, que medía 14 metros.

P. Pero Conchita sí que supo adaptarse.

R. Era muy lista, hablaba muy bien inglés y francés, sin acento. Ella no trasladaba la imagen de la España folclórica, en absoluto. Encajó muy bien en la que había puesto de moda el cine negro norteamericano y, en concreto, Marlene Dietrich. Tenía físico para ello, no era una Imperio Argentina.

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Conchita Montenegro hacia 1935

P. Su primera prueba en Hollywood fue con Clark Gable y se convirtió en la que rechazó al galán. ¿Esto la catapultó hacia el éxito?

R. Ella pensó que había arruinado su carrera, pero fue al revés. Clark Gable traspasó la frontera de la lengua en una escena. Esa era la frontera entre la ficción y el amor y ella no estaba dispuesta, en absoluto, a que ese tío abusase de ella. Él era un gañán, muy conocido, un guaperas, tenía todas las chicas del mundo y vio a ese bomboncito, vulnerable, con miedo, y pensó que era la suya. Se convirtió en la chica que abofeteó a Clark Gable. ¡Hasta Charles Chaplin quería conocerla!

P. Tuvo muchos romances. En la novela se muestra como una joven que "se enamora con una rapidez sorprendente". ¿Fue Leslie Howard el hombre de su vida?

R. Él era un gran actor, tenía un éxito enorme en el teatro y un carrerón en Hollywood. Se enamoró de ella y ella de él. Lo que he querido contar en este libro y que, aunque parezca extraño, no se había contado, es la historia de amor entre una chica muy joven con un hombre maduro –con mujer e hijos– que le dobla la edad. Se ha visto infinidad de veces desde el punto de vista del hombre, como en Lolita de Nabokov, pero no desde el punto de vista de la chica. Para mí ha sido un reto imaginar cómo fue la historia de amor.

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El escritor Javier Moro. | David Alonso

P. Ese romance desembocaría en una amistad que más tarde incluiría a los servicios secretos. ¿Conoció Conchita la versión espía del actor?

R. Ella no fue una mujer más en la vida de Leslie Howard. Su romance evolucionó a una amistad que permitió el engarce de una historia de amor a la Historia con mayúsculas. Fue lo que más me cautivó.

P. ¿Y todo porque ella estaba prometida Ricardo Giménez Arnau, jefe del servicio exterior de Falange?

R. Churchill se había hecho amigo de Leslie Howard haciendo el guión de Lawrence de Arabia y lo mandó a España para darle un mensaje muy contundente a Franco. En ese momento, en plena II Guerra Mundial, no había puentes de comunicación con Franco, pero se sabía que había llorado con Lo que el viento se llevó, que Leslie Howard tenía amistad con Conchita Montenegro y que ésta, a su vez, era la prometida de Giménez Arnau. Era una movida diplomática. Howard le transmitió a Franco el mensaje de que la guerra la iban a ganar los aliados y que era conveniente pasar de país "no beligerante" a "neutral".

P. Justo después de visitar España, el avión civil en el que viajaba es derribado por los nazis. ¿Cuánto de duro fue este golpe?

R. Ya mayor, estando en una residencia, confiesa que siente una gran culpabilidad por la muerte de Howard porque, si ella no hubiese estado en su vida, él estaría vivo.

P. Hay un momento en la vida de la actriz que debe elegir entre ser Conchita Montengro o la señora de Giménez Arnau. ¿Qué pesó más?

R. Ella encontró en Giménez Arnau lo contrario que lo que le ofrecía Hollywood, el sosiego y la estabilidad que necesitaba. Estaba harta de la vida de cómico, de tener una aventura con un hombre y luego con otro... Se hacía mayor y encontró a este hombre que era muy guapo, muy culto, diplomático... Se aferró a esa balsa con toda su fuerza.

P. Tras dejar los platós de cine, no quiso homenajes, entrevistas ni vida pública. ¿Conchita fue un juguete roto de Hollywood?

R. No lo creo, pero con los años pareció que se arrepintió de ser actriz. Según la gente que la conoció, cuando le preguntaban por Hollywood decía que había sido una tontería de juventud que quería borrar de su mente. Greta Garbo estaba deseosa de recuperar el anonimato y lo consiguió, pero el caso de Conchita Montenegro no era ese. Ella abrazó la estabilidad de Giménez Arnau. El último papel de su vida fue de embajadora y lo cumplió a la perfección. Daba una imagen de España mucho más cosmopolita de lo que era en realidad.

P. En la entrega del Premio Primavera, usted dijo que le sorprendía que nadie hubiera novelado esta vida tan asombrosa. (Meses antes, la periodista Carmen Ro publicaba un libro con la misma protagonista Mientras tú no estabas). ¿Mantiene esas declaraciones?

R. Dije eso porque el libro de una periodista española salió cuando yo ya había terminado éste y no lo leí. En toda mi investigación, nadie me habló de que alguien más estaba escribiendo un libro sobre Conchita. Ni lo he leído ni creo que lo vaya a hacer, bueno, a lo mejor sí.

P. Dice que no sabe inventar historias, que en sus novelas solo recoge historias reales. ¿Qué función cumple, entonces, la literatura?

R. Dar vida a personajes y a momentos históricos que ya no existen. Sirve para contar desde dentro lo que los historiadores pueden contar desde fuera.

P. ¿Un arma contra el olvido?

R. Justamente. Tienes el poder de resucitar a la gente, de hacerles vivir de nuevo.

Javier Moro. Mi pecado. Espasa, 2018. Premio Primavera 2018. 384 páginas.

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